¿El bien o el mal?

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—Chicos, esperen...

—¡Basta Kion!

—Es hora...

—Nos... nos vengaremos.

—No te muevas.

Ninguno de los cuatro estaba convencido de lo que decía. Tan solo unas horas atrás, Rani había llegado a la cueva con una extraña expresión en su rostro. Los tres se asombraron cuando ella les dijo que había citado a Kion en el cañón y que ya era hora de avanzar con el plan. Enseguida intentaron objetarse, pero ella les recordó que por eso estaban ahí en el primer lugar.

—Que no se les olvide que estamos aquí por un trabajo. Esta es nuestra oportunidad, de probarnos ante nuestros padres. —Les había dicho. Nada más dijeron hasta ese momento.

La mirada dolida y traicionada de Kion atravesó su pecho con fuerza. Pero no tenían de otra, ya estaba hecho, no podían arrepentirse en ese momento.

Bien sabían que no querían hacer eso. Desconocían la razón por la cual traicionar a quien les había dado tanto apoyo, les costaba horrores. Antes de llegar ahí lo hubieran hecho sin vacilar. Se suponía que Kion era su enemigo. Él y su familia. Eran los culpables de que ellos vivieran en las Lejanías. Merecían pagar por todo eso.

Pero... ¿Entonces por qué les costaba tanto? Sentían como si cada paso que daban hacia el príncipe, una fuerza invisible provocaba un enorme peso en sus patas.

Para su sorpresa, Kion avanzó hacia ellos lentamente. ¿Era que no les tenía miedo como ellos pensaban? O el príncipe era más valiente de lo que ellos creían.

—Ustedes no quieren hacer esto.

Rani abrió grandes los ojos y frunció el ceño. El resto clavó la mirada en el suelo. No se atrevían a mirar a Kion a los ojos.

—¡¿Y tú qué sabes?! —gritó ella con desesperación. Su pecho subía y bajaba debido a su agitada respiración.

—¡Lo sé! Solo... escucho a mi corazón.

Ninguno de los cuatro se esperaba esa respuesta. Kovu fue el que tomó la palabra tras levantar la cabeza.

—No tenemos elección, Kion, nuestros padres...

—Sus padres tomaron decisiones... es tiempo de que tomen las suyas. —Kion interrumpió, decidido.

Rani giró su cabeza para mirar a sus amigos y su labio inferior tembló. Volvió a mirar a Kion quien se acercó un poco más.

—No te acerques, Kion —advirtió ella.

Él se relajó un poco al notar que sus patas traseras ya no tocaban el borde del precipicio. Sin embargo, estaba al tanto de que seguía relativamente cerca de este. Se movió con la mayor cautela posible debido a eso.

—Escucha a tu corazón, Rani. ¿Qué es lo que quieres? —insistió él suavemente.

Ella pudo ver como su vista se nublaba y sintió que su respiración se entrecortaba. Cerró los ojos y suspiró, relajando sus músculos que habían estado tensos al punto de que le dolían. Kion hablaba con un suave tono de voz intentando no alterar la situación.

—Creo que... no quiero ser como... No quiero hacer esto. —dijo ella por fin tras unos segundos infinitos de silencio.

Una pequeña sonrisa escapó de los labios del príncipe. Kovu, Vitani y Zibu no se movieron. Rani volvió a hablar. Estaba casi al borde del abismo y sólo necesitaba que alguien le dé un empujón para darse cuenta de todo. En el fondo ya lo sabía y bastó que Kion se lo aclarara para notarlo.

Los DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora