Zuka Zama

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Kion se sentía feliz de poder ayudar. Zibu por otro lado estaba nervioso.

—Mira. Vamos a correr hasta aquel árbol, ¿de acuerdo? Vamos a ver qué tan veloz eres —Kion le dijo amablemente. No había signo de rivalidad en su tono de voz— Luego extenderemos el punto de llegada y así hasta que te logres acostumbrar. Esto me lo enseñó mi mamá. Es para medir la velocidad. Luego, cuando mejores, podrás correr con mi amiga Fuli y créeme. Ella sí que es veloz.

Zibu solo asentía, preocupado. Pensó que mejor era darle las gracias a Kion e irse, pero el príncipe no le dio tiempo. Se agachó para comenzar a correr. Zibu lo imitó.

—Bien, a la cuenta de tres…

Apenas Kion exclamó “¡Tres!”, él comenzó a correr lo más rápido que pudo. Por supuesto que Kion lo alcanzó prácticamente enseguida. Escuchó cómo le daba palabras de aliento, cosa que lo motivo a no detenerse y acelerar la velocidad. El árbol estaba cada vez más cerca. Su corazón latía rápidamente y la sensación le gustó. No pudo evitar sonreír abiertamente antes de reír; estaba casi pisándole la cola a Kion.

De repente, un animal de tamaño pequeño se cruzó en medio, corriendo junto a ellos. Lo miró bien; era un tejón melero.

—¡Hola Kion! —dijo este alegremente mientras agitaba su pata.

Los ojos de Zibu se agrandaron y, con un grito de terror, avanzó rápidamente sobrepasando a Kion. Este le festejó el haberlo alcanzado tan rápido hasta que comprendió lo que pasaba realmente. Zibu llegó como un rayo hasta el árbol y, de un salto ágil, había trepado a este. Jadeando, miró hacia abajo. Se encontró con las expresiones confusas de Kion y el tejón.

—¡¿Qué sucede?! —le preguntó Kion, preocupado.

Él se aferró con fuerza a la rama donde estaba parado y tembló.

—Kion, tienes un tejón melero justo detrás de ti —le susurró, aterrado.

Kion volteó a mirar a Bunga, quien le sonrió. Volvió a mirar al león con el ceño fruncido.

—Eh, sí. Él es Bunga, mi mejor amigo. Bunga, amigo, él es…

—Zibu, ya lo sé. ¿Y qué es lo que le pasa? —Bunga preguntó llevando sus patas a la cintura— ¿Acaso me tiene miedo, Kion? —agregó reprimiendo las risas.

—Imposible, tú no…

—Kion aleja a ese animal de aquí, por favor. ¡No ves que puede atacarte! —Zibu gritó desde lo alto y abrazó con más fuerza la rama, provocando que se sacuda— ¡Cómo puede ser tu amigo!

Kion abrió grandes los ojos. El crujido de la madera hizo que se sobresaltara. Tenía que bajarlo sí o sí, pero a juzgar por como miraba a su amigo, no iba a ser fácil.

Bunga soltó una risita ante la afirmación del león. No entendía por qué el león nuevo le temía tanto. Se había mantenido alejado de la roca del Rey durante un día entero a pedido de sus tíos para poder darle a Kion y demás el espacio necesario con los recién llegados. Cuando vio a su mejor amigo correr junto a uno de ellos pensó con alegría que por fin podía presentarse y volver a estar con Kion.

—Jamás habías visto a un tejón melero, ¿verdad? —le preguntó Kion con voz más calmada a lo que el león negó con la cabeza.

—Qué inbungacreíble —dijo Bunga dando un saltito. Luego le sonrió— Oye trepador, puedes bajar.

—Desde luego. Bunga es el animal más amistoso que hay —Kion sonrió a Bunga a lo que él lo rodeó con uno de sus brazos.

—Ya no se ve tan aterrador… —reconoció Zibu mientras soltaba las garras que había enterrado en la corteza.

—¿Aterrador? Bueno algunos animales sí dicen eso, pero no porque me los vaya a comer precisamente —Bunga dijo pensativo.

Zibu no entendió a lo que él se refería. Lo miró con curiosidad y tuvo que admitir que no veía signo de maldad en Bunga. Al contrario, vio algo en él que le daba seguridad.

Ambos amigos le dieron lugar para que baje. De un salto, ya estaba en el suelo junto a ellos. Bunga le sonrió y se acercó lentamente, a lo que el león no se movió. Luego apoyó su pata en su hombro y lo miró con complicidad.

—Dime, ¿alguna vez jugaste baobab ball?

Los DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora