No pueden irse

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Cerca de la roca del rey, los amigos de Kion se paseaban inquietos de un lado al otro. Si bien Ono había avisado que Scar estaba en las Praderas y no solo eso, sino que estaba con Kion y los chicos nuevos, nadie les permitió a los jóvenes abandonar la roca. Protestaron, pero no tuvieron éxito.

Fuli, Beshte y Bunga le habían contado todo a Kiara en cuanto se encontraron con ella cerca de la roca. Tal como Ono la había visto, la princesa seguía desanimada. Ella demostró poco interés, hasta llegó a preguntarles si no confiaban en sus nuevos amigos. Al ver que ella reaccionaba de una forma diferente a la que hubiesen esperado, Fuli se puso firme y le pidió que avisara a sus padres. No tuvo tiempo de hacerlo cuando llegó Ono y, desesperado, les avisó a Simba y Nala que Kion estaba en el cañón con los forasteros... y Scar.

Tras oír esos dos nombres juntos, los peores pensamientos cruzaron la cabeza de los dos. Enseguida se dirigieron al lugar, siendo seguidos por las leonas. Los amigos de Kion, junto con Kiara, quisieron ir también, pero los adultos fueron firmes.

Fue por eso que se sintieron enormemente aliviados en cuanto los vieron llegar. Bunga corrió hacia su amigo y lo abrazó con tanta fuerza que ambos acabaron en el suelo.

—Ah, Kion. ¡No vuelvas a asustarnos así! —exclamó mientras apretujaba al príncipe entre sus brazos.

—¡Bunga, estoy bien! —Kion se rió y lo apartó antes de ponerse de pie.

Al enderezarse, se llevó otra sorpresa, más inesperada que la anterior. Fuli se había acercado al par de amigos y, sin previo aviso, también abrazó a Kion con su cabeza ante la mirada atónita de los demás. No lo había demostrado para no preocupar de más a sus amigos, pero se había sentido realmente asustada al no saber si Kion se encontraba bien.

—Creímos que te perdíamos, Kion... —suspiró ella antes de separarse con una sonrisa.

—Yo, eh... estoy bien. —repitió Kion sin poder asimilar lo que había pasado.

Fuli jamás en su vida había dado un abrazo y menos había dejado que alguien más la abrace. No se dio por aludida y se apartó para que el resto pudiera acercarse a Kion. La siguiente en abrazarlo lo más fuerte que pudo, fue Kiara.

—Ono nos dijo lo que pasaba y créeme, me asusté mucho. Pero por suerte están todos bien. —la princesa sonrió mirando a los demás.

Rani miraba atentamente cómo Kion recibía tantos abrazos de parte de su familia y amigos, quienes estaban muy felices de verlo sano y salvo. Comprendió que él era muy querido y apreciado por todos y, sin duda, sería el mejor rey de las Praderas. No se había percatado de eso hasta ese momento.

Los cuatro pudieron ver también como no solo se alegraban de ver a Kion a salvo sino también a las leonas. Tiifu, en cuanto vio a su mamá, enseguida corrió a su encuentro. Dalia la abrazó.

—Pensé que no ibas a volver

—No seas dramática, quieres —le respondió ella con cariño apartándose, para luego ir a abrazar a su hijo mayor.

—Mamá... en público no... —se quejó Kiumi, pero no se resistió a la muestra de afecto. Él también se había preocupado por ella y el resto.

Zuri también había ido a abrazar a su madre. Al ver todos esos encuentros tan sentimentales, el sentimiento de culpa en ellos creció. Pero se mantuvieron apartados del resto y en silencio. No querían interrumpir. Sí se percataron de que muchas miradas con muchos significados cayeron en ellos. Intentaron ignorarlas y fijaron la vista en el suelo.

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