Distracción

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Kovu se aburría profundamente, su hermana y su amigo se habían ido hacía rato ya a realizar diferentes actividades. Los veía a ambos emocionados y no le encontraba el sentido. Él y Rani no habían salido mucho de la cueva desde que se habían despertado.

Miró a Rani, que estaba hundida en sus pensamientos mientras no despegaba su vista de las pinturas de la cueva.

—Cuidado o tus ojos van a pintarse también —bromeó él a lo que ella le lanzó una mirada molesta— No te enfades, Rani. ¿Por qué no vas a cazar con Vitani?

—No tengo tiempo para eso, Kovu. —ella suspiró— Tengo que pensar en un plan…

El león se acercó a ella y la miró.

—¿Plan? —le preguntó con curiosidad.

Ella asintió. Debido a que él la miró aún más confuso, ella volvió a suspirar con fastidio.

—Kovu, nuestros padres confían en nosotros. Es nuestra oportunidad de demostrarles que somos como ellos. Tenemos que pensar una forma de debilitarlos. Así ellos podrán atacar.

—Ah cierto —Kovu pareció olvidar todo por un momento, el por qué estaban ahí— ¿Qué se te ocurre?

—Nada aún —ella miró el suelo, molesta antes de volver a observar la pintura de su padre— ¿Crees que nos extrañen?

Kovu ahogó una risa sarcástica.

—Janna debe ser la única que nos extraña —dijo con sinceridad— Y… Nuka.

Ante la mención de su hermano, Kovu se sintió algo triste. Si bien vivía molestándolo, no podría vivir sin su hermano mayor. Ella le sonrió tras darle un empujón suavemente.

—Él también te extraña seguro. Si no fuera tan tonto, él mismo tomaría la decisión de venir aquí.

—¿Tú crees?

—Desde luego.

Ambos amigos se sonrieron. Olvidándose de las pinturas, decidieron salir a tomar aire. La idea la propuso Kovu, quien le dijo que un poco de aire fresco y una caminata no le iban a hacer daño. Después de todo, merecían mínimo disfrutar de las praderas.

—No sé si te pasa, pero… este lugar me agrada. Quiero decir, por supuesto que se está mejor que en las lejanías. No lo niegues —el león dijo mientras salían de la cueva.

—No lo niego. Pero no me gusta estar entre estos animales. Si a mi padre no le…

—Lo sé. Me pasa igual. Pero si me das a elegir... No lo sé, ¡hasta el suelo es más agradable! —ambos rieron ante el comentario de Kovu.

Los dos se giraron al escuchar unas voces extrañas. Vieron a dos animales caminar hacia la roca del rey. Los miraron con el ceño fruncido. No sabían qué eran, jamás habían visto algo así.

—¿Estás seguro que Simba está aquí, Timon? —preguntó el más grande de ellos.

—Te digo que sí, amigo —el animal más pequeño respondió mientras agitaba su pata.

De repente, las miradas de los cuatro se cruzaron y hubo silencio incómodo unos segundos.

—Eh… Pumba. —Timon dijo mientras daba un paso hacia atrás— ellos deben ser los forasteros de los que Kion habló —murmuró.

A pesar del susurro, Kovu y Rani lo escucharon.

—¡Sí! ¡Hola! —saludó el animal que al parecer se llamaba Pumba— es un gusto conocerlos. Kion se oía emocionado sobre su visita cuando nos contó que vendrían. ¿Qué tal las Praderas?

Rani miró a Kovu quien estaba tan sorprendido como ella.

—¿Es a nosotros? —preguntó él mirando hacia atrás.

—Sí, niño, no hay nadie más aquí —Timon se encogió de hombros— en fin, si ven a Simba díganle que lo estamos buscando. Es importante —agregó por si acaso.

Luego, ambos se despidieron y se alejaron.

—No lo entiendo. ¿Por qué algunos animales se comportan tan odiosos y otros son tan… melosamente agradables con nosotros? —Rani exclamó a lo que su amigo se encogió de hombros.

—Qué suerte tienen Vitani y Zibu —comentó Kovu de repente.

—¿Por qué lo dices? —Rani le preguntó, aunque la respuesta era obvia.

—Ellos encontraron algo interesante. Nosotros no.

—No necesitamos eso. De todas formas, nuestros padres… —parecía que Rani sólo repetía lo mismo.

Kovu dejó de caminar y enfrentó a su amiga.

—¡Ya lo sé, Rani! Aun así, me gustaría tener algo… Pero créeme. No hay nada aquí que a mí me interese… —Kovu se dio la vuelta para seguir caminando cuando chocó con alguien violentamente.

El golpe le provocó un dolor agudo en la cabeza. Dejó salir una exclamación de dolor y se llevó la pata al lugar donde se había lastimado.

—Auch, ¡fíjate por dónde vas! —espetó enojado a quién sea que lo había chocado.

Sus ojos se abrieron por completo y su mandíbula cayó cuando notó que le había gritado semejante cosa a la princesa Kiara. Ella también se frotaba la cabeza con expresión dolida. Al recibir una contestación así de él, sus orejas cayeron y lo miró asustada.

—¡Vaya, lo siento! Fue un accidente, lo juro. Oh vaya… ¡tendré que tener más cuidado…!

Rani tuvo que cubrir su hocico para disimular la risa. Kovu estaba totalmente sonrojado y Kiara no paraba de lamentarse y echarse culpa a sí misma. Eventualmente, los dos hablaron a la vez, desesperados por arreglar la situación. Solo lo hacían peor.

—¡No, no! Fui yo el que te chocó. ¡Lo siento!

—Soy tan torpe, de verdad. ¡No volverá a ocurrir…!

La leona pelirroja se aburrió de verlos así. Se interpuso entre ambos y se aclaró la garganta a lo que los dos la miraron, callándose abruptamente.

—Muy bien, ambos lo sienten. Ya está arreglado. Ahora me voy a ir, los dejo solos —dijo con burla antes de alejarse. — Vaya distracción… —la oyeron murmurar.

Ambos leones la miraron irse antes de volver su mirada al otro tímidamente. Kiara sacudió la cabeza.

—Kovu, perdón. Es que venía a buscarte… —dijo mientras arrastraba una de sus patas en el suelo en señal de timidez— quería preguntarte algo.

—¿Qué? —Kovu respondió rápidamente. No entendía por qué se sentía tan nervioso.

—¿Tienes algo que hacer?

Su pregunta le sorprendió. Parpadeó un par de veces antes de negar con la cabeza.

—Mira, estuve cazando con tu hermana. Y sí que es buena. Pero ella dice que tú también eres bueno con lo que respecta atacar y ser sigiloso… —la princesa largó una risa— ¿Crees que podrías… enseñarme? No soy muy buena con eso de… no hacer ruido al… eh…

Prefirió cerrar la boca, ya había hecho mucho el ridículo. La sonrisa calma de Kovu hizo que se sintiera mejor.

—Claro, no hay problema —le respondió— ¿Ahora mismo?

—¡Sí! ¡Genial! —exclamó ella feliz.

Los DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora