¿Qué te hace feliz?

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Después de haber admitido que Kion era más veloz que ellos, el príncipe los convenció de mirar las estrellas. Al principio lo miraron raro y hasta llegaron a reírse, pero acabaron por recostarse en el suelo mirando hacia arriba. Rani no dijo nada cuando vio que Kion se había acomodado a su lado. Sus tres amigos estaban un poco más alejados. Dicho gesto la incomodó un poco, más no se movió.

Lo observó, tan cerca de él que podía oír su respiración. Por unos segundos odió a sus tres amigos por haberse quedado tan alejados de ella. ¿Se lo habían hecho a propósito? Si era una broma de ellos no le hacía la más mínima gracia. Luego se percató de que el simple hecho de estar cerca de Kion no significaba nada y no entendió a qué se debieron sus nervios. Abrió la boca para decir algo y así romper el incómodo silencio.

—Tus amigos son… muy agradables. —sonrió ella con sinceridad.

Él le devolvió la sonrisa sin mirarla con la vista fija en el cielo.

—Créeme, lo sé. No puedo pedir mejores amigos. Quisiera poder pasar más tiempo con ellos. Extraño a Bunga. —él suspiró con tristeza mas no abandonó la sonrisa.

—¿A Bunga? Lo poco que he estado con él, no me pareció un animal fácil de extrañar.

—Entiendo lo que dices, pero… él es mi mejor amigo. —Kion sonrió más aún— Si lo conocieras bien, te caería genial.

Ella se giró para poder mirarlo de frente, dando a entender que se preparaba para tener una larga charla. Kovu, Vitani y Zibu no estaban poniendo atención a ellos ya que estaban ocupados discutiendo si las estrellas formaban o un león o un árbol.

—Tengo curiosidad, príncipe. ¿Por qué tu mejor amigo es un tejón melero?

Tras pedirle amablemente que no le llamara de esa manera, Kion le contó brevemente la historia de su familia. Por supuesto que omitió los detalles de Scar. No solo porque no era algo bonito de traer a colación, sino también porque la leona que estaba acompañándolo en ese momento era nada más ni nada menos que su propia hija. Le explicó que los tíos adoptivos de Bunga eran como los padres de Simba, por lo tanto, él y el tejón se habían criado prácticamente juntos.

Kion se sabía la historia. Él había nacido hacía unos días cuando Timon y Pumba aparecieron en la roca con el nuevo integrante de la familia. Nadie puso mala cara, al contrario, estaba claro que el par de amigos tenía un gran instinto paternal. Habían hecho un excelente trabajo criando a Simba y nadie dudaba que harían lo mismo con Bunga.

Rani escuchaba con atención.

—A Bunga le gusta llamar a mi papá ´hermano´ —Kion largó una risita— pero yo creo que es mi hermano más que nada.

—Los habitantes de las Praderas son muy raros… en el buen sentido. —se apresuró a aclarar ella.

—Si te hace feliz no importa que tan raro sea.

Su comentario provocó que los otros tres dejaran de hablar y lo miraran. Ni Rani ni Kion repararon en que estaban siendo observados por sus amigos con mucha atención.

—¿Te hace feliz tener esos amigos? —preguntó ella a lo que Kion asintió.

—¿Y a ti qué te hace feliz?

Su pregunta tomó a Rani por sorpresa. Lo miró por el rabillo de su ojo y pensó rápidamente. Nunca se había hecho esa pregunta. Tampoco se había replanteado si ella era feliz o no.  Desde luego que vivir en las lejanías no era un buen lugar para ser feliz debido a las condiciones de vida que había. A pesar de todo, recordó los momentos especiales que vivió con sus amigos. No eran muchos, pero ellos habían estado con ella desde que tenía memoria. Sus únicos amigos y, aunque odiara admitirlo, le daban más apoyo y seguridad que su propio padre. Los cuatro habían formado una complicidad para poder afrontar la clase de padres que tenían.

—Nada. —respondió por fin.

Zibu intercambió miradas silenciosas con Kovu y Vitani. Luego agachó la mirada.

—Todos tenemos algo que nos hace feliz. —Kion insistió.

Acto seguido se movió hacia el costado para acercarse más a ella. Rani lo miró arqueando una ceja ante su sonrisa divertida.

—Vamos, quiero saberlo. —Kion entornó los ojos.

Ella lo empujó suavemente, cosa que hizo reír a ambos. Rani no supo qué decirle. No hubiese sido muy bonito decirle que molestar o atormentar animales le hacía feliz. En especial porque no era cierto. Comenzaba a sentirse mal por todas las tonterías que había hecho en las lejanías bajo la influencia de su padre. Creía que estaba haciendo lo correcto al seguir sus pasos.

—No lo sé, Kion. Creo que… —ella se perdió en su mirada por unos segundos— Mis amigos me hacen feliz. —dijo por fin volviendo a mirar el cielo.

—Eso es. ¿Y ustedes? —el león se giró a Kovu, Vitani y Zibu quienes lo miraron sorprendidos— ¿Qué les hace feliz?

Vitani frunció el ceño. ¿En serio la noche se iba a volver una aburrida charla sentimental? Volvió a recostarse en el suelo y se estiró cerrando los ojos.

—Olvídalo, príncipe. A mí no me metas en tus cursilerías —habló sin mirarlo.

—Kion. —la corrigió él, devolviéndole la misma mirada molesta.

Zibu y Kovu se miraron entre sí, preocupados. Ambos habían estado a punto de decir algo cuando Vitani interrumpió. La pregunta de Kion aún rondaba en su cabeza y sintieron la necesidad de responderle lo que pensaban. Pero enseguida se retractaron.

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