-Capítulo 15-

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Victoria Bowen.

Esperaba no haber dicho algo malo.

Era mi primer día trabajando como policía correccional en la prisión de Dallas, y ya comenzaba a dudar de muchas cosas.

Hasta el momento todo había parecido tranquilo, y lo era, tanto que rezaba en mi interior de que las cosas no se alocaran de un momento para otro. Tal vez no estaba en el área de los hombres, pero eso no quería decir que las probabilidades de que una reclusa te hiciera daño no bajaban, y teniendo eso rondando en mi cabeza me sentí culpable cuando pensé que todas las presas en ese lugar eran peligrosamente salvajes, pero me di cuenta que no todas eran así.

Al menos Katherine Campbell no era así. O al menos no lo parecía.

En la mañana había demostrado la inocencia de la señorita Campbell al ver como estaban a punto de agredirla, sabía que podían tomar medidas drásticas en circunstancias especiales con el comportamiento de los convictos, pero no imaginé que no tuvieran piedad en golpear a una persona, como si fuera tan normal o cotidiano, tal vez eso fue lo que me impulsó en interferir entre aquella oficial y una reclusa.

Podía asegurar que se me olvidó el hecho de que estaba defendiendo a una reclusa, sólo sabía que defendía a un humano, una persona, como yo, apunto de ser agredida y lastimada. También se me olvidó que yo era policía, lo único que sabía era que alguien iba a ser lastimado y que yo estaba al alcance para salvarla.

Estuve al alcance de salvar a alguien, como estuve al alcance de salvar a Caroline, con la diferencia de que a la señorita Campbell si la salvé, y a Caroline no...

El sentimiento que me recorrió en ese momento, en el que miraba como la señorita Campbell desaparecía por una esquina me hizo darme cuenta de una cosa. Mi primera meta desde un principio fue la que me ayudó Caroline a proponer, la cual se me había olvidado y tampoco me molestaba dejar en olvido teniendo en cuenta la segunda meta que me había plantado; encontrar a la personas que secuestraron y asesinaron a Caroline, y ya tenía un nombre; Randy Colmillo.

Pero no me di cuenta que en cierta forma ayudar a los demás se reflejaba en la culpabilidad que había cargado por tres años por no haber salvado la vida de mi amiga, la cual estuve a unos escasos metros de hacerlo. Lo hacía para tratar de cubrir la culpabilidad, pero por instantes, ya que después recordaba porqué estaba ahí.

Era un poco extraño haberme dado cuenta de eso hasta ese momento, estando en prisión como policía correccional, tampoco sabía si era algo bueno o malo, pero lo que ahora me importaba era el comportamiento de la señorita Campbell.

Después de haberme presentado con la señorita Eva Cooper -Otra chica en prisión que era una de las personas más dulces en la primera impresión que había conocido- se mantuvo en silencio, en su lugar tampoco tendría mucho que decir, pero su silencio significaba algo, y yo no sabía qué.

Después se fue sin razón alguna, tal vez le estaba poniéndole más importancia de la que realmente tenía, pero el hecho de trabajar como policía correccional, ser mi primer día, la manera extraña de habernos conocido y mis extraños impulsos por hacer el bien hacían que me preocupara de sobre manera.

¿Y si dije algo que la haya incomodado? O peor, ¿algo que la haya lastimado?

Ya mucho tenía la pobre por estar en las rejas, sólo le faltaba que un policía torpe le hiriera los sentimientos.

— Ella está bien, ¿verdad? —Dije con muchas sentimientos revueltos; preocupación, miedo y angustia.

— ¿Sí, por qué no? —Hasta la señorita Cooper se escuchaba dudosa y su sonrisa no me convencía — Tal vez está todavía enojada con Gina por lo de la mañana, o simplemente no le gustó esta vez de un todo el café.

Te amaré tras las rejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora