-Capítulo 32-

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Katherine Campbell.

—¿Segura que estarás bien?

—Eva, ¿cuántas veces en los tres años que llevamos juntas me has preguntado eso mismo y siempre te doy la misma respuesta?

—Lo sé, pero teniendo en cuenta como has estado estos últimos días–

—Perdón, ¿qué decías?

—Ay, está bien, pero no seas grosera. —Se acercó a mí y dejó unas palmaditas en mi cabeza mientras sonreía— Está bien, no me tardo, y por favor, si comienzas a sentirte mal llama a un oficial o manda a alguien para que llame a uno, ¿ok?

—Ok. Dale saludos de mi parte.

—Cuando se me olvida hacerlo le extraña mucho. —Aseguró guiñando un ojo con su típica sonrisa para después salir por la puerta de la celda despidiéndose ligeramente con la mano.

Un día más era día de visita, y una vez más me quedé sola en mi celda.

Estos días eran agradables, en serio. Eran callados ya que un gran número de reclusas del sector circulaban al área de visita para encontrarse con sus familiares o amigos, por lo tanto, el sector estaba un poco más en silencio cuando nos dejaban salir de nuestras celdas, sin mencionar que ese día estaba sumamente tranquilo y el aire helado de la mañana se sentía refrescante y satisfactorio.

Pasé de estar sentada en la cama a acostarme con las manos en la parte trasera de la cabeza, eso sí, el aburrimiento era algo de lo que podía padecer con mucha facilidad estos días.

Sin Eva, era aburrido, Arielle tampoco estaba, sólo...

¡No! Simplemente no...

Debía comenzar a dejar de pensar tanto en ella... ,pero era tan complicado.

¿Cómo puedes dejar de pensar en ese alguien que te ayuda a ver aunque sea un poco mejor entre la oscuridad? ¿Cómo dejar de pensar en la única luz que te queda... después de creer que ya no tienes nada?

Rayos, realmente era afortunada en ese aspecto.

Sacudí la cabeza tratando de liberarme de cualquier pensamiento que me hiciera pensar más de lo que quería y necesitaba. Opté por salir de la celda y caminar un rato, aunque fuera en círculos por el sector, aunque viera tres veces la misma mesa más rayada que las otras con cada vuelta que diera, sin importar eso no podía hacer otra cosa que caminar, porque si seguía dentro de mi celda pensamientos de alto ánimo a mi misma me rodearían para hacer lo que me dictara mi ser respecto a una oficial de cabello chocolate y otoñales ojos.

Apenas pasé por el umbral cuando escuché suspiros extraños y rotos a mi izquierda.

Como cualquier pasillo en sus lateres hay celdas, claro está, pero éstas en esos momentos estaban vacías, sus habitantes estaban recibiendo sus visitas, o se encontraban en los alrededores del sector o simplemente se llenaban los pulmones con el aire frío que soplaba con libertad en el patio de recreación, que por cierto teníamos paso en esos momentos para estar en él, por lo tanto encontrar el pasillo solo no era novedad, y no podían culparme al sorprenderme recién identifiqué una figura hecha ovillo sentada en el suelo.

Por su posición y ligeros temblores identifiqué que lloraba, al instante suspiré con disimuló y rodeé los ojos ante mi propia voluntad de acercarme y ver si podía ayudar.

Ya estando a unos metros bajé la velocidad de mis pasos y fui acercándome lentamente.

—Hey, hey... Oye, ¿estás bien?

El rostro de una señora claramente mayor que yo se me presentó, efectivamente lloraba, sus pálidas mejillas estaban mojadas por las lágrimas y sus ojos enrojecidos por su anterior acción, su cabello de un rubio apagado se pegaba a sus sienes, y a pesar de verse sorprendida por mi precensia embozó una suave sonrisa en mi dirección.

Te amaré tras las rejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora