Victoria Bowen.
No pronunciaron palabra, y a pesar de que se habían mantenido en completo silencio desde que yo comencé a hablar la atmósfera entre las cuatro cambió cuando aseguré lo último, por sobre eso, ninguna pareció tener los indicios de presentar alguna objeción o un intento por hacerme cambiar de opinión o proponer otra solución, y aunque podría decir que aquello me dolió podía saber con sólo verlas que no les gustaba la idea, pero esa desición era la más sensata a tomar, justo cuando prácticamente ya no había nada más que hacer.
Eva apretó ambas manos en su pecho, encogiéndose de hombros y viendo el suelo, no se empeñó en ocultar sus emociones a través de su expresión triste, viéndose como una niña apunto de llorar. Arielle fruncía ligeramente el ceño y los labios, desviando todavía la mirada, y por último, cuando desvié mi vista a Katherine no encontré la más mínima emoción en su mirada, apretaba los puños a sus costados sin ejercer mucha fuerza y una de las comisuras de sus labios formaba una curva hacia abajo, como cuando alguien está muy frustrado e intenta contener todas esas pesadas emociones en el pecho.
—De verdad, lo siento —volví a hablar rompiendo repentinamente el silencio, escuchándose de fondo y con claridad las calmadas charlas que provenían de las mesas—. Tal vez puedan creer que estoy tomando firmemente esta desición por todas para proteger mi trabajo, pero además de eso, yo misma he visto de lo que es capaz Gina Miles, y no quiero que tengan que soportar esto día tras día, ya es suficiente el hecho de que estén en prisión...
Intentaba que mi bajo tono de voz fuera más sensible, pero no lo lograba, las palabras surgían sin más, siempre procurando no elevar el volúmen de mi voz y lo que estuviéramos tratando justo ahí se quedara sólo entre las cuatro.
—Si hacemos las cosas bien hay posibilidades de que Gina deje de molestarlas a las tres, tengo ese sentimiento de seguridad, créanme —hablé esta vez con más suavidad, tratando de ser un poco más positiva. Ni yo sabía si lo estaba logrando—. Quiero que sepan que a pesar de todo lo que está sucediendo no me arrepiento de haberme acercado a ustedes y les agradezco que me hayan dado una oportunidad, pero ahora, haremos esto por su bien y por el mío. Estarán bien, se los aseguro.
Quise sonreír aún embargada por esa inexplicable tristeza. Mi agradecimiento era completamente sincero y el afecto que les profesaba no era una mentira, esa tal vez... No, esa sería la última vez que hablaríamos, debía dejarles todo en claro y seguir adelante.
—Gracias, a todas. Nunca perdí ni perderé la fe en ustedes. Son unas mujeres muy fuertes y las admiro. Por favor, no se rindan.
—Yo... —susurró Eva temblándole la voz— La quiero mucho, oficial Bowen.
Fruncí los labios y despegué la vista que había estado mantenido todo ese tiempo hacia el frente, volviéndole a ver evitando lo más que pudiera el pesar que nacía en mi corazón al escucharla así.
—Yo también te quiero, Eva
—Fue un placer, oficial Bowen. Gracias por todo, por favor, cuídese mucho también —pronunció Arielle esta vez dirigiéndome una mirada decaída acompañada de una suave sonrisa, había puesto sus manos sobre los hombros de Eva, una forma de darle apoyo, y ese gesto me alivió aunque fuera un poco.
—Gracias, Arielle. Igualmente, cuídense entre ustedes.
Sí, ese conjunto de palabras entre nosotras era una despedida, eso es lo que era.
Sin necesidad de una orden o una resolución por alguna de nosotras Eva y Arielle se retiraron, no sin antes haberme dirigido la mirada por última vez para comenzar a caminar y volver al conjunto de mesas, Arielle no soltaba de los hombros a Eva mientras ésta tocaba su rostro con las manos, intentando quizá controlar lo que sentía.
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Te amaré tras las rejas.
ActionVictoria Bowen es una joven oficial de policía que se mudó junto con su madre de Arizona a Dallas-Texas EE.UU después de encontrar mejor oportunidad de trabajo en ese lugar. Victoria tomará el reto necesario para cumplir una de sus más grandes metas...