-Capítulo 16-

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Victoria Bowen.

Randy...

Randy...

¿Colmillo...?

Era tonto ponerme a pensar una y otra vez en ese nombre, mi cabeza debía entender de que jamás había escuchado tal mención, pero yo quería buscar en mi memoria a la fuerza a un tal Randy. Pero obvio, no lo encontraría.

No me preocupaba que se volviera una obsesión, en lo absoluto. Guardaba una libreta anaranjada en un cajón de mi escritorio, libreta en la que comencé a escribir todo lo que sabía hasta el momento, y lo que la encabezaba, lo primero que escribí ahí, fue lo que sucedió aquella noche en Dallas.

La libreta tenía ideas sueltas que conectaba con algún marcador rojo, tratando de encontrar un patrón, algo que se familiarizara con otra cosa, ¿pero qué se iba a estar familiarizando si lo único nuevo que sabía era que el secuestrador de Caroline le llamaban Randy Colmillo?

Nuestro secuestrador, quería decir...

Trataba de que mi cerebro no recordara, que no recordara los golpes, los movimientos violentos para arrastrarnos, el movimiento de la Van y las manos que nos sostenían para que no escapáramos, cuando nos arrojaron al suelo y ahí nos dejaron por horas, cuando nos dejaron ahí recuerdo que todavía había sol... un sol opaco que apenas se divisaba entre los contenedores que habían apilados uno sobre otros en aquella fábrica.

Dejando de lado esos recuerdos, trataba de concentrarme, y una idea llegó a mi cabeza. Sabía que de los dos hombres de vestimenta oscura que se bajaron de la Van aquella noche ninguno de ellos era Randy Colmillo, raras veces el jefe se ensucia las manos personalmente, además, por el raro comportamiento de los hombres era obvio que eran subordinados, trabajadores para aquel monstruo, que podía estar bien acomodado en su hogar mientras sus hombres hacían el trabajo sucio, o bien también estaba con nosotros esa noche.

También aquella mujer. Existía la extraña posibilidad de que no fuera jefe sino jefa, tendría cierto sentido, pero de a poco se perdía ya que el nombre era masculino y el "apellido" claramente era un sobrenombre, pero quién era yo para cuestionar el nombre de un jefe criminal. No lo sabía, era una simple suposición. La manera de hablar de la mujer también me restaba esperanza de que fuera la jefa, se oía cansada pero llena de ira, además, apostaba mucho de que ella fue la que forzó a Caroline a quedarse en esa van hasta el final.

¿La van? Vendida por un estafador ya en las rejas, estafador que por cierto no dijo nada más que un sucio nombre, no obstante, era un factor sumamente importante. Sólo recuerdo que la Van era blanca y nada más. Puerta corrediza en buen funcionamiento y luces segadoras.

Estaba en blanco, y lo que quería era descubrir aunque fuera la más minúscula gota en este océano que era el misterio del secuestrador y la asesina de Caroline, si es que eran una sola persona.

Tal vez la idea era estúpida... ¡y en si lo era!, pero me quedaba sin ideas, y al fin y al cabo era algo que planeé antes de obtener el trabajo en la prisión, lo iba a hacer de todos modos.

Esa mañana no me asignaron un trabajo fijo, sólo me pidieron que me paseara debes en cuando vigilando ya que era el horario en que las reclusas podían salir de sus celdas y estar afuera un rato.

Caminaba lentamente y con tranquilidad, volteando de vez en cuando con el propósito de sólo vigilar. Saludé unas dos veces al alegre conserje llamado John Stone, y por el momento todo iba bien.

En una de las mesas algunas mujeres, tanto jóvenes como adultas jugaban con cartas sucias y viejas, por otro lado algunas se sentaban en el suelo mientras otras se sentaban en los asientos de las mesas para formarles trenzas en los cabellos. Desvié la vista y me encontré con una mujer algo recia con el cabello bastante corto platicando muy de cerca con una chica que se reía y sonreía cuando la mujer le hablaba.

Te amaré tras las rejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora