-Capítulo 11-

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Habían pasado tres semanas desde que Nathan mandó mi carta de solicitud de empleo, porque sí, sí la mandó y había llegado exitosamente al correo que pertenecía a alguien que trabajaba en la Prisión de Dallas. Desde esas tres semanas los días pasaban un poco aburridos, pero con la compañía de Emma y Nathan, su complejo de gladiadores y los sustos que me daba la presencia del Jefe Bean no era tan aburrido después de todo.

Estaba escribiendo un informe que me pidieron hacer en la computadora que me correspondía –Ya comenzaba a aceptar esa condenada oficina– y no dejaba de pensar que ya habían pasado tres semanas y no había ninguna respuesta por parte de la prisión, empezaba a crearme malas ideas, como siempre.

Me pregunté a mi misma: ¿Emma habrá tenido razón?

<<— ¿Qué?

Miré a Nathan y estaba igual de sorprendido que yo.

— ¿Qué de qué? —Dijo Emma volviéndonos a ver confundida por nuestra impresión.

— ¿Cómo ...? —Nathan tampoco podía preguntar algo al respecto; ninguno de los dos encontraba manera para que Emma lo supiera.

Me armé de valor y pregunté: — Emma, ¿cómo sabes sobre...?

— ¿¡Comó no voy a saberlo!? —Exclamó de repente.

No te dijimos nada de nada.

— ¡Era una pregunta retórica, genio!Dijo mirando con enojo a Nathan.

— ¿Pero como te diste cuenta? —Volví a buscar una explicación que si respondiera a mi pregunta.

Lo vi...

— ¿Eh?

— ¡Lo vi en la computadora de este tipo! —Señaló con su pulgar y el resto de sus dedos empuñados a Nathan, el cual expandió sus ojos en sorpresa y pude notar algo de indignación.

— ¡Emma!

De verdad lo siento, Victoria, pero en realidad pensé que tomarías más en cuenta mis palabras y las de tu madre. —Dijo firme sin la más mínima expresión de remordimiento.

Te amaré tras las rejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora