-Capítulo 26-

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Katherine Campbell.

— ¿¡Otra vez!?

— Déjala ser libre. —Dijo Arielle levantando la mano de manera dramática como si estuviera interpretando algún personaje de alguna obra de teatro.

— Lo siento, enana. —Revolví el cabello de Eva antes de irme.

Trotando me dirigí directo a la oficial Jonhson quien le señalaba a algún punto a un grupo de reclusas que ya habían terminado de almorzar.

Yo había terminado hace un tiempo considerado, sólo había estado atenta en el momento en el que la mayoría de mujeres terminaran de comer y comenzaran a dejar sus bandejas en la ventanilla. Y podía decir que tenía una razón válida.

— Puedo ayudarla con eso, oficial. —Aseguré a la oficial Jonhson quien me dedicó una mirada dubitativa y algo cansada.

— Me sigo preguntando porqué estas últimas semanas te haz puesto tan servicial, Campbell.

— La cárcel es para eso ¿no? Para pensar en los errores que cometimos en el pasado y aprender de ellos. Es para mejorar como personas. —Expliqué con una ligera sonrisa y las manos en la espalda. No quería alargarme tanto, volvía a ver hacia atrás asegurándome de no perderla de vista.

Dirigí de nueva cuenta mi visión a Jonhson quien de inmediato dejó escapar un suspiro frustrado. Levantó la vista y me miró con cierta dureza.

— No pueden culparme por sentir algo sospechoso en tu comportamiento, pero agradece que debo hacer papeleo a esta hora. —Estiró las bandejas que sostenía con algo de fuerza en mi dirección e inmediatamente las tomé, yo mantenía mi sonrisa y volví a ver para atrás fugazmente para después dirigir de nuevo mi vista a la oficial frente a mí — La oficial Bowen está encargada de vigilar a quienes están ordenando las bandejas para después lavarlas. Ve, apresúrate.

Se dio media vuelta y comenzó a caminar probablemente directo a la oficina que le correspondía, fuera del sector. Por la impaciencia no esperé a que desapareciera de mi vista ya que rápidamente me encontraba acercándome a la puerta cerca de la ventanilla para meter las bandejas que tenía en manos Jonhson, éstas se habían caído hace poco y ella las recogió para meterlas a la cocina, y como cualquier otro día en donde una persona en específico vigilaba me ofrecí rápidamente a cumplir con tareas en las que podía hacer algo.

Me acerqué con paso acelerado a la puerta, al lado de ésta se encontraba la oficial que vigilaba la organización de las bandejas sucias, movía una mano para guiar a las reclusas que les tocaba organización ese día y con una sonrisa les pedía amablemente que ordenaran bien los objetos para que otras reclusas encargadas las lavaran.

— Oficial Bowen, —Pronuncié suavemente una vez cerca de ella — buenos días.

El color caramelo brillante de sus ojos chocaron con mi vista, y una vez más y como la primera vez ese color que me recordaba al cielo en los ocasos del día se adentró en mi ser, dándome esa sensación de olvido respecto a mi alrededor, sólo estando consciente de su tranquila mirada y suave sonrisa.

Ya habían pasado tres semanas desde el día en que tuvimos aquella conversación en la cocina del sector, donde ella aseguró una de mis sospechas, sospechas que no quería aceptar, pero que al final fueron totalmente verdaderas. La oficial Bowen pasaba por un duelo que se volvió eterno en su alma, pero consideraba que duelo no era la palabra correcta. Ella me aseguró que aceptaba la muerte de la persona que había perdido de manera tan cruel, lo que a ella la carcomía era la culpabilidad, la culpabilidad de no poder haber hecho "nada" por la amiga que había perdido, que le habían arrebatado. Yo claramente no lo consideraba así.

Te amaré tras las rejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora