Victoria Bowen.
—Hija, ¿estás bien?
—Sí, ¿Por qué no debería de estarlo?
—Oh, no. Por nada.
Mamá me sonrió levemente y le dio otro sorbo a su taza de café todavía humeante.
Ese día tenía trabajo, pero debía entrar a las ocho de la noche. Resultaba que era la primera vez que haría guardia en un turno nocturno, no era la primera vez en mi carrera laboral pero sí la primera dentro de la prisión, por eso me encontraba en la barra de la cocina sentada en uno de los bancos alargados, con las bonitas ventanas que iluminaban toda la cocina y con mi madre sentada frente a mí viendo lo poco que se miraba del cielo por medio de la puerta corrediza de cristal que daba al pequeño jardín, disfrutando de una mañana con mi madre en la tranquilidad de nuestro hogar.
Tomé la taza de café que me correspondía entre mis manos y fue de mi agrado sentir la calidez que adaptó la taza por la temperatura del contenido, no obstante, a pesar de que me gustaba el café, esa mañana era difícil concentrarme en eso, y no sólo en eso, no podía concentrarme en lo más cotidiano o sencillo que hasta el momento había hecho esa mañana.
Tenía un problema, y su gravedad iba de leve a grave con cada minuto que pensaba más al respecto.
Debía aceptar que todavía me era difícil creer lo que había pasado, cuando claramente había pasado. Que yo realmente no quisiera aceptarlo era otra cosa.
No es que asegurara que cuando una mujer entra a una prisión automáticamente su orientación sexual cambia al punto de sentirse atraída de alguna u otra manera por otras reclusas de su mismo género, a eso no me refería, pero no era de negar que algunas mujeres optaban por sentirse atraídas por sus mismas compañeras en los centros de corrección como lo era la cárcel, y era entendible.
Mucho antes me habían explicado que generalmente estas mujeres se sienten solas, alejadas de sus familiares y del contacto físico y sentimental con éstos, por lo tanto es claro que hace falta afecto y atención, es de esperarse que algunas busquen esto de sus propias compañeras presas, pero esto no era necesario, existían algunas que ya contaban con una orientación sexual dirigida a su mismo género o algunas que mantenían su heterosexual, e incluso otras que optaban por la asexualidad y claramente un número de mujeres que tenían una orientación diferente a las anteriormente mencionadas.
Y estaba bien, no me quejaba en lo absoluto siempre y cuando se dieran a respetar unas a otras, pero algo era ligeramente turbio de imaginar... Y eso era el hecho de que una reclusa se sintiera atraída a otra mujer y que dicha mujer fuera una oficial de policía.
¡No quería asegurar nada con eso! Pero no podían culparme por formularme aquella hipótesis, entonces ¿cómo se justificaría que Katherine haya tomado la inesperada decisión de besarme?
Todavía formularme aquella pregunta me hacía sentir extraña y mucho más me incomodaba aceptar que lo había hecho, que ella prácticamente me había besado. Oh, y sin mencionar que no quería pensar en la posibilidad de que mi teoría de que ella tuviera cierta atracción por mí fuera verdadera, pero como dije, sólo era una hipótesis y no quería creerla o plantearla mucho, y además, ¿por qué demonios sentiría algo por mí?
Sí, Katherine me importaba y era para mí una magnífica persona con un pasado desconocido pero seguramente doloroso y/o devastador, pero realmente yo no la miraba más que una muy linda persona y buena compañía, como amiga incluso, pero más allá de eso no podía aceptarlo.
Fuera de ese asunto muy dentro de mí me sentía aliviada y más tranquila, y todo se resumía a la confesión de Katherine. Me había sorprendido demasiado que me hubiera rebelado su delito con una seguridad y dureza que me había dejado sin palabras, y honestamente al instante no pude creerlo, no pude creerlo de ella. Al final de cuentas ella de manera no explícita me aseguró que no asesinó a su padre, tal vez estaba mal que le creyera de inmediato y que era correcto de que yo dudara de su palabra, pero lo vi en sus ojos, vi ese dolor, ese agradecimiento y una tempestad de sentimientos que la envolvían, esa aura seria y fría que había tomado para decirme la verdad había desaparecido, se había roto mostrándome a la verdadera Katherine.
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Te amaré tras las rejas.
ActionVictoria Bowen es una joven oficial de policía que se mudó junto con su madre de Arizona a Dallas-Texas EE.UU después de encontrar mejor oportunidad de trabajo en ese lugar. Victoria tomará el reto necesario para cumplir una de sus más grandes metas...