-Capítulo 13-

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Katherine Campbell.

Qué buena manera de comenzar el día despertando sin querer hacer nada, salir al patio a respirar aire fresco, dar vueltas sin sentido por ahí... Hasta que terminas involucrada en una pelea en la que ni siquiera diste un golpe.

La oficial Naomi Cardont me llevaba esposada mientras salíamos del patio para decidir una vez adentro qué hacer conmigo. Tenía todo el poder para esposarme, pero no la razón para haberme esposado a mí y no a Gina Miles, la persona que dio el primer golpe y la que comenzó todo realmente.

Pero en este lugar simplemente decir «Yo no fui» no es lo suficientemente válido para defenderse, y esa vez no era la primera vez que me incriminaban por situaciones que yo no comenzaba, lo curioso era que me castigaban a mí y la causante siempre ha sido Gina. Pero el simple hecho de saber que se está en prisión dejas pasar todas esas veces porque no te entran las ganas de defender tu inocencia, porque nadie te va a creer, pero esa vez ya me había hartado. En el trayecto no dije nada y lo recomendable era -Y lo que realmente se tiene que hacer para evitar más problemas- no decir o explicar nada hasta que te lo permitieran.

Porque sí, así era vivir como una reclusa en la prisión de Dallas-Texas.

Si seguía de esa manera me devolverían a la torre del Norte, y eso era lo que todos los días en ese maldito lugar evitaba, pero Gina sabía perfectamente que antes yo estaba en la torre Norte y haría lo que fuera para devolverme a allá. La prisión de Dallas-Texas está conformada por tres torres; la torre Norte, Sur y Oeste. La torre Norte, en la que yo estuve unos meses, es especialmente para criminales que han cometido delitos graves, como robar, matar, venta de drogas, violar, entre otros delitos. La torre Oeste era especialmente para convictos con problemas mentales, aseguraban que era un infierno y gracias al cielo nunca estuve ni estaré ahí. Y por último pero no menos importante la torre Sur, en la que yo me encontraba ahora, un lugar para las personas en pandillas, robos menores, consumo de drogas, peleas, agresiones, entre otros.

Al ser transferida de la torre Norte a la torre Sur me aseguraban que yo no debía estar ahí, y era comprensible. Estuve tres meses en la torre Norte, junto a todas esas mujeres repugnantes y de bocas más podridas que se podrían imaginar. Esos tres meses sostuve un buen comportamiento, uno capaz de llamar la atención y que el estado me considerara apta para una transferencia. Y esa era mi oportunidad de salir de ese asqueroso lugar. Yo no pertenecía ahí, con ellas.

Al transferirme ninguna de las mujeres presas ahí estuvieron de acuerdo, pero quiénes eran ellas para opinar, todas éramos criminales con delitos cometidos, o si no ¿qué hacíamos ahí encerradas? Pero de alguna manera las comprendo, ellas eran sentenciadas por drogarse, por pelear en las calles, por ser parte de pandillas, y la diferencia entre todas ellas y yo, era que ellas no estaban en la prisión por matar a alguien, pero yo sí.

Estaba cumpliendo una condena de cuarenta y cinco años por asesinato en primer grado.

Y como si las cosas no se me fueran a poner mejor Gina se empeñaba todos los miserables e insignificantes días de su vida con mucha determinación tratar de hacerme volver a la torre Norte. Meterme en peleas en las que ni una palabra pronuncié, acusarme por robo de pertenencias y muchas estupideces más que yo no cometí. No es como que dijera que era un ángel metido en la cárcel, sabía muchas cosas que la gente que no ha estado en prisión no sabría, pero había dejado pasar muchas acciones de Gina, pero esta vez ya me había hartado.

Ya estando totalmente adentro del sector de celdas donde yo y otras mujeres correspondían entre las muchas que habían en la torre Sur, nos acercamos a un área elevada en la cual siempre estaba un policía vigilándonos sentado en un escritorio, era lógico que reportarían los sucesos para después darme un castigo, ¿y cómo lo sabía? Pues esa no era la primera vez que pasaba

Te amaré tras las rejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora