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En algún lugar

Le entregó el teléfono a su sirviente y se levantó del sillón. Dejó la copa que sostenía sobre el escritorio de ébano, se acercó a la ventana y corrió las cortinas dejando que las luces del exterior iluminaran la penumbra que invadía la estancia. No le gustaba aquel vampiro, Adrian. Era demasiado eficiente, demasiado servicial; lo mejor sería tenerlo cerca. En cuanto regresara del pueblo no lo perdería de vista. No se fiaba de él.

La puerta del estudio se abrió y una mujer rubia, de larga melena, entró contoneando sus caderas, subida en unos tacones de aguja.

X: Hola, querido, has abandonado nuestros aposentos muy pronto.

X2: Me gusta aprovechar cada minuto de la noche, ya lo sabes —dijo él, acariciando el brazo de la mujer cuando ésta llegó a su lado.

El sirviente se acercó con una bandeja, portando una copa llena de sangre, y se la ofreció a la mujer. Hizo una venia y se dispuso a retirarse.

X2: Irene—pronuncio su nombre muy despacio, y entornó los ojos mientras la observaba con atención.

Ire: ¿Si? —respondió ella con la copa entre las manos, y se acomodó en uno de los sillones del estudio.

X2: He encontrado la forma de hacer que Yoongi venga a nosotros y acceda a nuestras peticiones con buena disposición —respondió en cuanto el sirviente abandonó la sala.

Irene frunció el ceño y lo miró con escepticismo.

Ire: El chantaje jamás funcionará con él. Contemplará impasible cómo matas uno a uno a todos los que ama, antes que proporcionarte su sangre —respondió con los ojos en blanco.

X2: Puede que en eso te equivoques, Yoongi tiene una debilidad: la culpa que lo consume por lo que te hizo. Y ahora una nueva piedra aparece en su camino, ¿tropezará otra vez? Esa es la cuestión.

Irene resopló.

Ire: Tus jueguecitos mentales me dan dolor de cabeza —indicó molesta—. Cuéntame de qué va esto, si es que quieres contármelo y, si no, cambiemos de tema, por favor.

X2: ¿Aún lo amas?

Ire: ¡Sabes que no, solo te amo a ti! —dijo con una mirada ardiente.

X2: Espero que así sea, no quiero que tus sentimientos por él estropeen mis planes.

Ire: ¡Jamás te traicionaría, lo sabes! —respondió sin vacilación.

X2: ¿Lo sé? —La atmósfera entre ellos se volvió tensa, y se evaluaron con la mirada un instante—. Sí, por supuesto que lo sé. No eres tan estúpida como para arriesgar tu vida solo por celos.

Ire: ¿Celos? —repitió sin entender el giro de la conversación.

X2: Por lo que he averiguado, tu esposo parece demostrar un interés muy especial por una mortal. Tanto como para haberse convertido en su protector y, posiblemente, en algo más. —Hizo una pausa para contemplar el rostro de Irene, cada vez más lívido y desencajado—. Voy a usar sus sentimientos hacia la humana y los remordimientos que tiene por ti en mi beneficio. Conseguiré que me obedezca sin dudar.

Ire: ¡Estoy segura de ello! Tú siempre consigues todo lo que te propones —dijo. Trató de aparentar calma, aunque su cuerpo se había convertido en una bomba a punto de estallar sin control. La rabia corría por sus venas, transformando su sangre en lava ardiente. Se puso en pie—. Y ahora, si me disculpas…

X2: ¿Te marchas? —preguntó él con suspicacia.

Ire: Sí, necesito tomar algo más fresco. Esta sangre embotellada me da náuseas.

Irene salió sin prisa de la sala, consciente de que él la observaba. Seguía sin fiarse de ella, estaba segura, pero le daba igual. Nunca había necesitado a nadie, y mucho menos a un hombre.

Recorrió los pasillos recargados con grandes pinturas enmarcadas en madera de caoba labrada, y pesados cortinajes de terciopelo y sedas de Damasco que evitaban el paso de la luz del sol. Se detuvo frente a una de esas cortinas y la corrió con fuerza, arrancando parte de ella del riel que la sujetaba. Abrió la ventana y asomó medio cuerpo fuera, aspirando el aire húmedo de la noche. Cerró los ojos y contuvo la respiración, necesitaba calmarse y actuar sin levantar sospechas.

Bajó hasta las habitaciones del sótano y abrió una de las puertas de un empujón.

Ire: Prepárate, Top, nos vamos —dijo al hombre que estaba recostado sobre un diván, con una jovencita entre los brazos.

Top: ¿Y se puede saber adónde? —preguntó. Se levantó del sofá con un movimiento ágil, dejando que el cuerpo sin vida de una chica humana cayera al suelo en una postura poco decorosa.

Ire: Ha llegado el momento de darle a mi matrimonio el final que merece. Creo que me va el papel de viuda afligida, el negro siempre me ha sentado bien —indicó esbozando una sonrisa inocente.

Top: ¿Qué pasa, Irene? —preguntó armándose de paciencia, la conocía demasiado bien.

Ire: Yoongi ha encontrado una mascota con la que divertirse —masculló.

Top: ¡Vaya, vaya, el eterno doliente se ha enamorado de una humana! —Le resultaba muy fácil leer en la mente de Irene. Ella gruñó—. Pareces celosa.

Irene dio un salto y agarró a Top por el cuello, aplastándolo contra la pared.

Ire: Esto solo es una cuestión de justicia, de lo que está bien y de lo que está mal. Si Yoongi sufre, eso está bien; si Yoongi es feliz, eso está muy mal —dijo con un mohín de pesar.

Top: ¿Y el suero? ¿Vas a sacrificar la posibilidad de vivir bajo el sol, por odio? —le costaba hablar con la mano de ella apretando posesivamente su garganta.

Ire: El sol es malísimo para la piel, te salen manchas, ¿lo sabías? —dijo. Lo soltó muy despacio, y acarició con los dedos el pecho desnudo del vampiro, descendiendo sensualmente hasta el ombligo.

Top: Tu nuevo novio te matará, está aún más loco que tú —replicó nervioso. Irene seguía teniendo un gran poder sobre él, a pesar de los muchos años que llevaban juntos. Solo con sentir el toque de sus dedos, él se derretía.

Ire: Ya nos ocuparemos de eso más tarde —susurró ella, recorriendo con la nariz la mandíbula del vampiro—. Ahora date prisa, tenemos un viaje que hacer. —Se separó con rapidez y salió de la habitación dejando una estela de intenso perfume.

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Estaré A Tu Lado ( Yoongi Y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora