Capítulo Treinta y tres

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A la mañana siguiente me desperté a las 6 de la mañana. Me quejé cansada, mi alarma parecía no tener piedad por mis ojos adormilados. Necesito trabajar en mi horario de sueño. Rodé por la cama y me levanté para ir a ducharme.

- Entonces -dijo mi padre cuando bajé a prepararme el desayuno. Ya estaba vestida y lista para irme a la escuela, con mi cabello amarrado en una trenza al costado-, ¿cuándo voy a conocer a tu novio?

- Papá -me quejé. No mientras siga medio dormida.

- Tu madre me dijo que era simpático.

- Lo es -respondí mientras vertía el cereal en un bol-. Le hago tutoría, ¿sabes?

- Oh -fue todo lo que dijo. Tomó el diario que estaba leyendo y dejó su plato en el fregadero sin decir otra palabra.

- ¿Qué se supone que significa eso? -dijo, sacando mi tono de voz defensor. Lo siento, no pude evitarlo.

- Bueno, ya sabes -respondió con timidez-, cuando dices que le haces tutoría a alguien en geometría, me imagino a un chico de primer año o algo así -volteó y me miró, debió haber notado la molestia en mi mirada porque siguió hablando-. ¡No hay nada de malo en eso!

- Puede que no sea bueno en matemáticas, pero puede patearte el culo físicamente y en clases de Español en cualquier momento -repliqué. Con esas palabras aun en el aire, dejé el bol de cereal a medio comer en el fregadero y salí de la cocina. Le grité a mi madre para asegurarme que estuviera lista y salí para esperar sentada en el auto-. Eres muy juzgador, papá -murmuré.

El camino fue silencioso hasta que llegamos a la escuela.

- Que tengas un buen día -murmuró mi madre cuando abrí la puerta. Eso es todo. Volví a acomodarme en el asiento y la miré.

- ¿Cuál es tu problema? -pregunté. Pareciera que todos los días está así, gruñona y… bueno, algo triste.

- ¡No pasa nada! -dijo elevando repentinamente la voz- ¡Estoy bien!

Levanté las cejas pero ella sólo sonrió. Suspiré y salí del auto. Me despedí con la mano antes de cerrar la puerta con fuerza. Si no quiere decirme qué sucede, que así sea.

Miraba mis pies mientras caminaba dentro del campus, intentando pensar por qué mi madre ha estado tan extraña. ¿Realmente era estrés por el trabajo? ¿Qué tan malo puede ser? Sus pequeños brotes de estrés por el trabajo nunca han durado tanto tiempo. Moví la cabeza para eliminar cualquier pensamiento de mi mente. Levanté la mirada mientras caminaba por el patio sin encontrar ninguna señal de Jessie o cualquiera de las chicas. Miré hacia el árbol y ahí estaban Ashton, Calum y Natalie. Me acerqué, caminando fuera de la vista de Ashton.

- ¡Boo! -dije al envolver su cintura con mis brazos. Ashton dejó escapar un pequeño grito ahogado y volteó. Al instante se cubrió la boca con la mano ya que había sonado como una pequeña niña. Me reí y le di un abrazo-. Nadie lo escuchó -se rió y me envolvió en sus brazos dejando sus manos en mi espalda baja-. ¿Cómo están todos? -pregunté.

- ¡Yo bien! -respondió una alegre Natalie.

- Hey, marica -escuché la voz de Michael desde atrás. Volteé para ver a Michael sosteniendo el periódico de hoy-. Aquí está tu periódico.

- Gracias -murmuró Ashton y le arrebató el periódico para luego abrirlo.

- Repentino interés en las noticias, ¿huh, bebé? -me reí.

- Si tan sólo… -su voz se desvaneció al echarle un vistazo al periódico-. ¿Qué diablos dice aquí?

- Menores de edad asaltan una botillería -respondió Michael.

The Chase || Ashton Irwin (Traducida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora