Capítulo nueve

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09- Crónicas de una huida

Sybella Sanna era una mujer que tenía poco más de treinta años, pero que ya contaba con algunas arrugas en los ojos y tensión en los hombros

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Sybella Sanna era una mujer que tenía poco más de treinta años, pero que ya contaba con algunas arrugas en los ojos y tensión en los hombros. Sin embargo, seguía viéndose hermosa, majestuosa. De hecho, los hombres del avión, incluso los que iban acompañados por damas, se giraban a verla con una mirada de desconcierto, incapaces de creer que semejante belleza existiera.

Aquello no resultaba más que una tortura para Sybella. No quería captar la atención, pero, sin mentir, sabía que su apariencia física era apreciable para el ojo humano y que era casi imposible dejar de verla. Igual antes, de joven, no le importaba en absoluto, pero en ese instante deseaba pasar desapercibida.

Porque Sybella Sanna no era más que una identidad falsa y su verdadero nombre no se iba por un lado griego, sino francés, por mucho que naciera como británica. Hacía años que Dominique Weasley no escuchaba a alguien decirle su nombre y muchos días pensó que en algún momento se olvidaría de quién era en realidad.

De hecho, aquel era uno de sus miedos. Despertar un día y olvidarse de ella misma.

Aunque, debía admitir, que si las personas se olvidaban de Dominique, la vida sería más sencilla. Si una sola persona se olvidara de ella, entonces tendría la oportunidad de por fin tener una vida normal. Porque no fue un capricho de último momento cambiarse el nombre —y el de su hijo—, sino una manera de sobrevivir.

Cuando tenía solo veintidós años, adoptó a un bebé, el cual se quedó sin madre a causa de su padre biológico, un maldito que agredía físicamente a su esposa. Dominique iba a visitarle en al orfanato regularmente cuando decidió adoptarlo, esperando darle una vida digna, y también cumpliendo el deseo de la madre biológica de él de no permitir que el padre verdadero se le acercara. Aunque a él se le había perdido la pista y era probable que bien se hubiera muerto o bien no quisiera saber nada del niño.

Durante los dos años siguientes, Dominique había hecho malabares con su trabajo como medibruja y cuidar de un niño sola. Su padre claramente no había estado de acuerdo al principio («—¡Eres muy joven! ¿Cómo has hecho semejante estupidez, Dominique?») y aunque luego empezó a sentirse como abuelo, aquel comentario provocó que Dominique quisiera hacerse cargo sin ayuda de su hijo.

Y en realidad, marchaba todo bien. El verdadero problema no tenía nada que ver con Enid Weasley, sino con la hermana mayor de Dominique, Victoire. Ted Lupin era el esposo de ella y padre de su hijo, y esa imagen provocaba gran dolor en Dominique, quien secretamente lo amaba hacía unos años. Por esa misma razón, decidió mudarse a Francia con Enid, sabiendo que sería un sufrimiento para ella ver a la familia Lupin a diario.

A pesar de que estuvieron solos —porque los Delacour, la familia materna de Dominique que residía en Francia, jamás aceptaría a un niño que no fuera de su sangre—, pasaron los siguientes años con tranquilidad. Guérisseur, el hospital mágico de Vallée des pétales, un pueblo mágico de Burdeos, era donde trabajaba Dominique y por suerte contaba con una pequeña guardería para los niños, por lo que ella llevaba a Enid allí mientras hacía sus cosas, siempre tomándose un tiempo para ir a verlo. Además, Burdeos era una ciudad realmente hermosa y a Dominique le gustaba salir a pasear con su hijo, los dos disfrutaban sobre todo de la plaza de la Bolsa.

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