17- Carta del pasado
Era notorio que se encontraban en verano, pues Sortilegios Weasley estaba hasta el tope de personas, niños más que nada que querían conseguir algunos artículos de bromas para llevarse a Hogwarts. Por el comienzo de clases, había un treinta por ciento de descuento en la segunda compra que se hiciera, mientras que la primera fuera superior a diez galeones.
No importaba si el dueño del lugar tenía un hijo muerto por sobredosis o si su hija había sido una asesina a sangre fría, Roxanne había perdido la cuenta de las veces que escuchó a la caja registradora abrirse y cerrarse. Y aquello solo era en el Callejón Diagon, el resto de las sucursales debían estar en las mismas condiciones.
Roxanne llevaba unas gafas del sol, el cabello recogido en un moño y un gran saco que prácticamente le cubría. No quería causar revuelto, pero había querido salir. Los últimos días no habían sido malos, de hecho se había puesto al día con Lucy —claramente ella con más que contar, porque seguro a su prima no le interesaría saber la cantidad de ratas que vio en su celda de Azkaban— y habían compartido anécdotas de la infancia que las dejaron llorando, pero aun así Roxanne necesitaba un tiempo a solas.
Lo mejor sería estar en un lugar despejado, donde no hubiera gente que le pudiera escupir y gritarle por lo que hizo hacía once años, solo que algo le había obligado a venir a Sortilegios Weasley. Se había reencontrado con todos sus primos después de diez años, tocaba el turno de Fred. Con esto se refería a que seguía viéndolo —él estaba observando unos fuegos artificiales, bastante entretenido—, pero quería sentirlo más cerca, más real.
—Yo soy real —se quejó Fred, sin voltearse a verla—. ¿Qué te dice que no soy el alma en pena de tu hermano y debes hacer algo para que pueda descansar en paz, así yo puedo seguir adelante?
La verdad era que Roxanne le había dado vueltas a eso. Cuando la gente moría y seguía allí como entes, era por dos razones: la primera, tenían tanto miedo de la muerte que al final no se iban del todo, y la segunda, había un problema no resuelto con ellos que no les permitían marcharse. Quizás aquello último fuera el caso de Fred.
O simplemente tantos años dentro de la celda de Azkaban la volvieron loca.
—¿Y si juntamos entre los tres para comprar un pantano? —preguntó un niño que se encontraba cerca a otros dos.
—No sé —dijo otro con el tono vacilante—, el director Flitwick se molestará.
Roxanne siguió avanzando, esquivando al trío de niños, y se acercó al mostrador. Allí habían dos personas que no reconocía, empleados claramente, y también estaba su tío Ron. Ni siquiera se le pasó por la cabeza acercarse a saludarlo, además era probable que él llamara a seguridad para sacarla a la calle. No había rastros de su padre. Había escuchado que apenas salía de su casa.
ESTÁS LEYENDO
Dark Present
أدب الهواةLos cuentos de hadas siempre fueron mejores que la vida real. Eso bien lo sabían los primos Weasley, quienes por años intentaron aparentar tener una vida feliz, como todos esperaban. Entre sonrisas fingidas lograron su cometido por décadas, hasta qu...