Capítulo treinta

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30- Lo correcto

Había pasado por esto cuatro veces antes, mas Rose seguía teniendo lágrimas en los ojos cada vez que faltaban diez minutos para que sus hijos abordaran el Expreso Hogwarts

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Había pasado por esto cuatro veces antes, mas Rose seguía teniendo lágrimas en los ojos cada vez que faltaban diez minutos para que sus hijos abordaran el Expreso Hogwarts. Aunque era consciente de que ellos debían ir al colegio a estudiar, le resultaba difícil no sentirse triste ante la ausencia de nueve meses que le esperaba.

Al menos, contaba con que Corvus y Castiel, por más que no quisieran, se quedarían con ella en la Mansión Malfoy para hacerle compañía. Sin embargo, en dos años, ellos también irían a Hogwarts y ninguno de sus niños estaría en casa para entonces. El lado bueno era que ellos vendrían en vacaciones navideñas y de pascuas.

Aunque lo que le causaba cierta tristeza era el hecho de que probablemente Serpens no viniera a casa. Sí, en su tercer curso se había quedado a pasar el Solsticio de Invierno en Hogwarts porque tenía trece años y le permitieron asistir a celebración que los de Slytherin de cursos mayores harían, pero sí había venido para pascuas. Solo que, en aquella ocasión, Serpens no vendría por otros motivos.

Dos semanas atrás, Serpens escuchó por accidente cuando Rose confesaba haber provocado la muerte de Ava Goyle y, desde entonces, su hijo no le dirigía la palabra, incluso evitaba estar en cualquier habitación donde ella estaba. El trato hacia Scorpius era de igual manera frío, pero por lo menos a él sí le hablaba.

Por supuesto, los miembros de la familia Malfoy notaron este repentino cambio, sobre todo porque Serpens siempre fue más apegado a su madre, mientras que Atalanta, Corvus y Castiel lo eran con Scorpius. Astoria intentó sacarle información sobre el porqué de la disputa, pero Rose se negó a hablar y pidió que nadie interfiriera.

Scorpius le había prometido que Serpens actuaría así algunos días o podía ser hasta una semana, pero el tiempo avanzaba y su hijo mayor no daba señales de que quisiera disculparla. Cinco noches atrás, Rose se había sentado contra la puerta cerrada de Serpens y le había explicado todo, haciendo hincapié en que su intención no era matar a Ava en absoluto. Aun así, él no había dicho ninguna palabra.

A Rose le hacía sentir mal el hecho de que Serpens se fuera a Hogwarts sin haber hablado. Era su pequeño, el niño que había visto crecer, y el que la odiara la deprimía. Sabía que había cometido un terrible error y que ocultar el secreto solo fue una medida egoísta para asegurar su propia protección, pero Rose daría lo que fuera para cambiar las cosas si con eso su hijo la perdonaba.

—Las pruebas serán seguramente en una semana, Atalanta —le decía Scorpius a su hija, poniéndose de cuclillas—. No te pongas ansiosa, ¿vale? El equipo de Ravenclaw estará encantado con tenerte como buscadora.

Atalanta asintió, mostrando una expresión nerviosa. Había estado todo el verano con una postura confiada de que entraría al equipo en su segundo curso, pero claramente ya se sentía asustada de fallar. Rose le acarició el cabello rojo con ternura.

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