Capítulo quince

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15- Último deseo

A pesar de lo que pudiera parecer, los primos Weasley habían sido unidos

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A pesar de lo que pudiera parecer, los primos Weasley habían sido unidos. En cada familia, siempre había quejas sobre los unos y los otros: ese que se encerraba en su pieza y no salía a saludar, la que presumía su belleza pero sus notas eran horribles, el quisquillo que no quería comer nada de lo que se hizo.

Pero aquel nunca fue el caso en la familia Weasley. Los primos tenían distintas personalidades, diferentes círculos sociales y otras maneras de ver el mundo. Y, sin embargo, eran muy unidos.

No tenían la misma edad y había unos más juntos que otros, como Rose y James, y a veces Albus, que se iban por su lado, o como Lucy que prefería a Roxanne y Hugo, pero, en su juventud, todos tenían la certeza que si se los llamaban a las tres de la mañana, contestarían, fuera cual fuera el motivo.

Quizá lo único que podían rescatar de sus padres era que habían intentado forjar una unión entre todos ellos. Años de fiestas por cualquier cosa, salidas a Hogsmeade y pijamadas en la casa de alguno lograron que los primos tuvieran una relación mejor de lo que cualquiera pudiera imaginarse. Cuando los amigos de Lucy hablaban sobre que no soportaban a sus hermanos o a sus primos, ella no lo entendía. ¿Cómo ella iba a poder seguir sin su hermana y primos?

Mientras entraba a la sala de Augustus Perry, Lucy se preguntó si esa unión, pese a todo, seguía intacta.

Y fue esa mirada que compartió con todos ellos que le hizo saber que, sí, aunque hayan pasado más de quince años, su relación no se había roto.

—¡Lucy! —exclamó Molly, quien se lanzó a sus brazos. La aludida se sintió como una niña pequeña, pero cuánto había extrañado los abrazos fuertes de su hermana.

—No sé qué se dice en estos casos, pero felicidades por salir de la cárcel, prima —dijo Louis, no sin cierta burla, mientras le sonreía a Roxanne. Ella le sacó la lengua como respuesta.

—Cállate, o tendré que matarte.

El hecho de que hayan reído, como si Roxanne realmente estuviera bromeando y no se hiciera alusión a su asesinato, confirmó a Lucy que sus primos seguían manteniendo su lema: «Lo primero es la familia».

—Lucy, amo tu corte —comentó Victoire, sentada de manera elegante en una de las sillas—. Te queda el cabello corto.

—A mí tus tatuajes —agregó Dominique, quien se acercó a ella. Molly mantenía su brazo alrededor de su hombro—. Quiero saber la historia detrás de ellos.

—Rox también tiene tatuaje —notó Albus, quien intentaba ver el cuello de su prima, pero ella lo alejaba con las manos—. Habrás llorado, odias las agujas.

—Ni te imaginas —gruñó—. Malditos Aurores.

—Pero aún no oigo el gracias por haber dado el consentimiento de tu liberación —protestó Hugo, quien se apoyaba contra un librero, con su típico aire petulante.

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