Capítulo doce

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12- Hogar, dulce hogar

—Esta poción debe tomarla todos los días, cada ocho horas

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—Esta poción debe tomarla todos los días, cada ocho horas. Esta una cada veinticuatro horas. Si hay algún problema, pónganle enfrente algunos ejercicios de cálculo; ayuda a los pacientes con demencia.

Harry Potter escuchaba cada palabra que salía de la boca de la señora Ramons con suma atención. Mientras, Lily suspiró y miró por la ventana de la oficina de la medimaga. No había mucho que ver, en realidad, solo ladrillos y barrotes; se sentía como si estuviera en una cárcel.

Luego de más de diez años estando encerrada en el ala del manicomio del San Mungo, debería sentir emoción al poder volver afuera. Felicidad. Un poco de melancolía. Pero solo había indiferencia y aquel vacío oscuro que se instaló en su pecho desde que supo que su abuela había muerto. Y aquella era la razón por la que se tomaría un tiempo lejos del hospital: el funeral que se acercaba.

Por supuesto, después de dos años, los medimagos habían dicho que Lily podía empezar a tener visitas de un par de días en su casa, para ver cómo se comportaba en el «mundo real». Pero Lily se había negado. Incluso cuando ya tenía más de ocho años y le dijeron que podía estar todo el mes de diciembre en su casa por Navidad, rechazó la oferta. En aquel momento, no tuvo opción.

Además, una parte de ella necesitaba ver a su abuela en el ataúd para confirmar su pena.

Podría estar en su casa tres semanas. Cora Klaine dijo que si se comportaba bien —lo mejor que podría estar con las circunstancias—, quizá ya podrían hablar sobre darle de alta. Lily no quería ni pensar en eso, pero la simple idea de hacer un drama para que siguieran creyendo que estaba loca le daba pereza. No tenía ganas de hacer nada.

No había nada para querer quedarse en el mundo real.

Tampoco había nada para querer quedarse en el San Mungo.

A veces se preguntaba si debió quedarse en Casa Potter-Black cuando comenzó el incendio.

—Bueno, eso es todo —dijo la medimaga Ramons—. Si hay algún problema, puede enviarme una lechuza. Al terminar el plazo acordado, hablaremos sobre la posibilidad de darle de alta a la señorita Potter.

—Claro, claro —dijo su padre, con ese típico tono de que no sabía qué hacer con todo lo que tenía encima. Había aparecido a partir de la muerte —asesinato— de su esposa.

—¿Qué piensa, señorita Potter, de todo? —preguntó Ramons, mirándola fijamente, como si de aquella manera lograra ponerla nerviosa y confesara la verdad.

Sin embargo, Lily ni siquiera apartó la vista de la ventana.

—Que tiene un horrible paisaje —contestó con desgana.

Su padre, a su lado, se sobresaltó. Lily no supo por qué. Podía apostar que los siguientes días, en Casa Potter, no habría más que tensión, sin que ninguno de los dos hiciera algo por romperlo. Con algo de suerte, James iría a visitarla y tal vez alegraría sus tardes.

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