Capítulo dieciséis

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16- Verdades y tortas

Victoire se despojó de su saco cuando llegó a su casa, sintiendo instantáneamente el calor que emanaba del lugar

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Victoire se despojó de su saco cuando llegó a su casa, sintiendo instantáneamente el calor que emanaba del lugar. Le dolía la cabeza luego de aquella citación en la propiedad del abogado Perry y solo quería subir a su habitación a descansar un poco, preguntándose si la decisión que tomó sobre la pijamada era la acertada.

Pero su plan se vio arruinado cuando Archie salió de la cocina, gritó su nombre —provocándole más jaqueca— y tiró de ella hasta llevarla a la cocina. Cuando Victoire miró todo el panorama, tuvo ganas de romper algo: la cocina, por completo, estaba hecho un caos y el responsable estaba como si nada sentado en la cocina.

—Los niños están haciendo una torta —le contó Ted, sin notar que su esposa estaba comenzando a molestarse.

—¡Es de chocolate, mamá! —exclamó Dora, quien observaba desde una distancia prudente como se horneaba la torta en el horno.

—Está todo sucio, Edward —dijo Victoire, tratando de controlar su voz. Él la miró con el ceño fruncido, a sabiendas que ella lo llamaba por su nombre de pila cuando estaba molesta.

Había harina esparcida en todos lados, como si no solo la hubieran usado para la torta, sino para jugar a la guerra. El jugo del huevo manchaba la mesa y las sillas, además que había un par de cáscaras en el suelo, rotas y sin usar. Un charco de leche estaba sobre la mesada y, por lo visto, vaciaron todo el tarro de cacao en polvo. Ni siquiera la magia haría que el lugar resultara impecable con la mugre que había.

—Bueno, planeábamos limpiar luego —contestó Ted.

—¿Ah, sí? —ironizó Victoire, empujando una cáscara de huevo con su zapato—. ¿Y cuándo sería eso? ¿Cuándo yo llegara para hacerlo? Dora, apártate del horno.

Ted la miró con molestia.

—¿No puedes simplemente relajarte? Estaba pasando tiempo de calidad con los niños —le informó, con aquel tono de reproche que irritaba a Victoire. Él agregó—, algo que podrías hacer alguna vez.

Aquel comentario fue como una bofetada en la cara. Se acercó peligrosamente hacia la mesa donde estaba Ted, quien la miraba sin apartar la vista y con expresión seria.

—¿Qué podría hacerlo alguna vez? —repitió enojada—. Como si no pasara todos mis días con ellos —Y esperaba que sus hijos no notaran aquel tono infeliz que acompañó sus palabras.

Ted no podía decirle nada. Era ella quien había renunciado a su trabajo, sus sueños, por los niños, no él. Era ella la que se debía levantar a las siete de la mañana a limpiar toda la casa, prepararle la comida a sus hijos y resolver todos sus problemas, mientras él trabajaba y se creía importantísimo por ser el que traía el dinero a la casa.

Victoire se sentía harta. Tenía ya cuarenta años y sentía que había desperdiciado casi la mitad de su vida, desde que su relación con Ted se hizo oficial. Era increíble que cuando quería tomar un descanso de todas las emociones que tenía por la muerte y el testamento de su abuela se encontrara con la cocina totalmente sucia.

Dark PresentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora