Capítulo veinticinco

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25- Taddeo

Roxanne había oído muchas historias de la muerte, el más allá y los fantasmas

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Roxanne había oído muchas historias de la muerte, el más allá y los fantasmas. Cuentos, mitos, leyendas, hechos, rumores. Aun así, seguía dudando de qué pasaba cuando alguien moría. Sabía que algunos magos, al estar tan asustados de morir, terminaban como fantasmas, pero ¿alguna vez irían al otro lado?

Ella fue cuestionándose todo desde el momento en el que el fantasma de Fred apareció en su vida, sin saber aún si era un fantasma o no. Su cabeza estaba tan dañada que hasta podría ser una ilusión provocada por los duros años en Azkaban. Hasta donde sabía, podría tener demencia como Lily... Aunque su prima aseguraba que ya no la tenía.

En todo caso, Roxanne seguía viendo a Fred. Le sacaba algunas pulgadas, tenía el cabello rojo y llameante, los ojos azules sin brillar y polvo en la barbilla. Su piel tenía un tinte pálido enfermizo, resaltando perturbadoramente su estado de muerto. Pero él le hablaba, él le sonreía, y aquello no hacía más que hundir el corazón de Roxanne.

—A veces —empezó ella, cortando de manera abrupta el dialogo de Fred sobre las azafatas muggles—, cuando estoy de espaldas, puedo llegar a pensar que en serio eres mi hermano. Hasta que te pones de frente y miro tus ojos sin vida.

Fred no dejó de sonreír, pero su sonrisa se tornó triste, lo que hizo peor la visión para Roxanne.

—Soy real, Roxxie.

—No, no lo eres.

Una señora pasó cerca suyo, mirándola con una expresión extrañada, probablemente porque había escuchado su conversación y, por supuesto, no podía ver a Fred. Roxanne apenas la notó, pero caminó unos cuantos metros más. Estaba en el aeropuerto, agradecida de que no hubiera reporteros a la vista.

Fred, como no podía ser de otra manera, la siguió, hablando sobre las azafatas. Roxanne hizo lo posible para ignorarlo, a la vez que caminaba hacia la pequeña cafetería del aeropuerto. Eran las siete de la tarde y el establecimiento tenía un número considerable de personas con equipaje, pero igualmente Roxanne entró.

El especial del día era un café con dos rosquillas y Roxanne estuvo tentada a pedirlo, pero su atención se centró en la mujer que estaba sentada sola en una mesa, con un aire ausente. Se extrañó un poco por reconocerla fácilmente, luego de pasar once años en Azkaban y perder parte de sus recuerdos.

Suponía que era difícil simplemente olvidar a una madre.

Angelina Weasley —o por lo que había oído, Johnson nuevamente— estaba apoyada por completo en el respaldo de la silla donde estaba, como si no pudiera soportar por completo su propio peso. Tenía profundas ojeras y su cabello estaba atado en un moño mal hecho. Roxanne notó que zapateaba el pie derecho con intranquilidad.

Con cautela, casi con precaución, Roxanne se acercó a la mesa, esperando captar su atención. Sin embargo, no fue hasta que se encontró frente a ella que por fin Angelina reaccionó. Sus ojos se aguaron y empezó a llorar, pero no hizo ningún ademán de acercarse a ella. De hecho, Roxanne se dio cuenta que se puso tensa cuando se sentó.

Dark PresentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora