Capítulo seis

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06- Asimilando el futuro

Hugo Weasley había notado un gran alboroto aquel día cuando, al querer irse a su casa a las nueve de la noche, lo abordaron un montón de periodistas mágicos

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Hugo Weasley había notado un gran alboroto aquel día cuando, al querer irse a su casa a las nueve de la noche, lo abordaron un montón de periodistas mágicos. Él, que no se encontraba de buen humor luego de pasar una jornada completa de dieciséis horas en el Ministerio, se alejó lo más que pudo de ellos y utilizó el método de la Aparición en cuanto tuvo la oportunidad.

Su cansancio y su genio no le dejaban pensar correctamente y lo único que quería era llegar a su casa, cenar lo que fuera que sus elfos hubieran preparado, pasar un tiempo con su hijo jugando al ajedrez mágico y luego irse a dormir. La realidad era que, cuando Alexandria, su esposa, no se encontraba con él, Hugo se ponía bastante gruñón con todos, excepto con su hijo, claro.

Alexandria se había ido a Francia hacía una semana y se quedaría allí otras dos. Era una antigua tradición que había desarrollado con su hermano gemelo, Nathaniel, después de que ambos se casaran con sus parejas: eran unas vacaciones para pasar tiempo como hermanos. A Hugo le parecía bien, sabía cuánto se querían Alexandria y Nathan, pero sí que la extrañaba mucho.

Su primera parada fue la Mansión Rosier, donde su hijo estaría allí esperándolo, siendo cuidado por sus abuelos. Los días en los que Alexandria se iba de vacaciones, Hugo intentaba llegar temprano a la casa, para poder estar con su hijo, pero ese día le saltaron muchas cosas de la Confederación Mágica y los problemas que había con el Estatus del Secreto Mágico, entre otras, y tuvo que quedarse hasta muy tarde haciendo el papeleo y firmando documentos.

—¡Papá! —exclamó una vocecita infantil apenas él entró a la mansión. Parte de su agotamiento desapareció cuando Lex corrió hacia él y lo abrazó—. ¡Ya llegaste!

—Lamento la demora —dijo, no solo a él, sino a su suegra, Pansy Rosier, quien se acercaba a ellos—. Tenía muchas cosas que hacer. ¿Tú no deberías estar dormido?

—Quería esperarte —contestó su suegra cuando él lo cargó. Lex cumpliría siete años, pero era muy delgado, así como lo era Hugo a su edad, y su madre y abuela no dejaban de darle comida para que engordara un poco, sin éxito—. Hugo, Colton quiere verte en el despacho.

—Oh, ¿puedes decirle que vendré mañana a verlo? Honestamente, estoy muy cansado.

—Es muy importante —agregó la mujer de cabellos negros, remarcando la segunda palabra.

Una de las cosas que Hugo tenía en claro era que no se podía ignorar el llamado de un suegro, menos si este era el patriarca de la familia, así que dejó a Lex en el piso, lo instó a buscar sus pertenencias que había llevado aquella mañana y fue al despacho. Algo que Hugo tenía que admitir —pero jamás diría en voz alta— era que, a sus treinta y dos años, con trece de casado, un hijo y una carrera de Ministro, seguía sintiéndose intimidado por su suegro.

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