Prefacio

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Si había algo cierto, era que Molly Weasley siempre intentó que toda su familia fuera feliz. Era una mujer mayor, que había pasado por dos guerras, la muerte de uno de sus hijos y el nacimiento de más de diez nietos. Luego de todo eso, lo único que le apetecía era sentarse y ver cómo marchaba la vida de los suyos.

Luego de tantas décadas, su memoria ya no era la mejor y varios recuerdos se perdieron, pero ahí todavía estaban los días en los que nacieron sus nietos, los preciados niños que alegraron sus días desde el momento en el que los vio. Había estado ahí para sus hijos cuando la necesitaron y esperaba estarlo también para los hijos de ellos, aunque estuviera cada vez más cerca de la esperanza de vida que podría tener un mago. Pero lo haría, porque cada uno de ellos era especial para ella.

Victoire. Los dioses la habían enviado en el momento adecuado, nacida un dos de mayo, cuando fue el aniversario del fin de la Segunda Guerra Mágica, dos años desde que Lord Voldemort fuera vencido y la señora Weasley perdiera un hijo. La llegada de la pequeña bebé rubia fue una salvación para todos, que se estaban ahogando en la tristeza.

Molly. La hija del hijo que una vez le dio la espalda a su familia y decidió redimirse. La niña siempre fue una copia de ella, con el cabello rojo, las pecas en el rostro y algo rellenita. Excelente cocinera y con una amabilidad ciega.

Fred. Había veces en las que no podía mirarlo sin reprimir las lágrimas, porque más que parecerse a su padre, era idéntico al hermano de este, con esa actitud traviesa y desafiante que caracterizaba a su hijo muerto. Pero la sonrisa del chico lograba animarla enseguida.

Dominique. Era una pena el hecho de que no pudiera conocerla tan bien como al resto de sus nietos, ya que se había mudado a Francia cuando era niña. Sin embargo, nada ni nadie podría reemplazarla en su corazón y la quería tanto como al resto.

James. Para cuando los otros abuelos de su nieto empezaron Hogwarts, ella ya se había graduado, pero los conocía bien y sabía que su nieto era lo más parecido a su abuelo paterno que podría haber. La misma lealtad a sus allegados, la misma tenacidad para hacer las cosas, la misma determinación para hacerlo todo por su cuenta. Ella sabía que su abuelo estaría orgulloso de quien era.

Lucy. Era quien había salido más al lado de su madre que al de su padre, con un modo de comportarse y hablar que le recordaba a su difunda nuera. También era quien sin duda, a los ojos de su abuela, necesitaba más amor que nadie, a falta del cariño de su padre, algo de lo que nunca pudo aceptar. Pero ella estaba dispuesta a darle todo lo que lo que su nieta necesitaba.

Louis. Hermoso era la mejor palabra para describir a su nieto y no sin razones. Era raro en el mejor sentido, puesto que había adquirido un octavo de Veela como sus hermanas, algo que hasta donde se sabía solo las mujeres podían tener. Aun así, lo poseía y ella intentó que su belleza también se reflejara a la hora de tratar con las personas.

Roxanne. Sin duda, la más calmada del grupo, con un temple tan tranquilo que a ella le producía una sensación de darle algo que hacer, para no verla tan quieta. Ella era la que prefería estar sola a rodeada de muchas personas y, aun así, le esperaba un buen futuro.

Albus. El niño de las sonrisas, como solían llamar al segundo hijo de su hija. Había algo en su sonrisa sin un diente y los ojos arrugados que provocaba una inmensa ternura en ella, una manera de saber que todo iría bien con el pequeño, el cual era demasiado feliz para un mundo tan cruel.

Rose. Al igual que su nombre, tan delicada y bella como una rosa, con la inteligencia de su madre y el buen corazón de su padre. Alguien que algún día llegaría a destacar en la carrera que eligiera, con muchas oportunidad al terminar el colegio, porque no había duda que sería la mejor de su generación.

Dark PresentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora