Capítulo veintidós

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NOTA ACLATORIA
Este capítulo es el más largo de la historia (3.700 palabras), así que recomiendo leerlo cuando estén sin nada que hacer y/o cómodos.

22- Secretos revelados

Cuando eran niños, un domingo de lluvia donde estaban siendo cuidados en la Madriguera por sus abuelos, jugaron con una snitch dorada dentro de la casa, aun sabiendo que estaba prohibido

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Cuando eran niños, un domingo de lluvia donde estaban siendo cuidados en la Madriguera por sus abuelos, jugaron con una snitch dorada dentro de la casa, aun sabiendo que estaba prohibido. El abuelo y la abuela estaban durmiendo una siesta en su habitación, mientras Louis, sus hermanas y primos perseguían la pequeña pelotita voladora por todo el lugar.

Como en la séptima vez que la dejaron libre y fueron detrás de ella, la snitch impactó contra un mueble y los objetos de ahí cayeron, rompiéndose al estrellarse contra el piso. Eran algunos retratos, souvernirs y artesanías que el abuelo habían hecho. Louis recordaba cómo se había quedado paralizado de miedo ante la posibilidad de que su abuela fuera a regañarlos, algo que ocurrió. Por supuesto, todo fue reparado con magia, pero aun así su abuela los había obligado a limpiar toda la casa.

—Cada mala acción de ustedes, tiene una consecuencia —les había dicho con el ceño arrugado.

Treinta años más tarde, sus errores seguían causando estragos en su vida.

En un acuerdo no pronunciado, habían guardado la mesa en el granero y limpiado los platos como los cubiertos, todos ayudando y en silencio. Cuando finalmente quitaron su suciedad, hicieron una pequeña fogata —no tan casualmente, en el lugar donde su abuela prendió fuego el diario— y trajeron troncos para sentarse alrededor. Por un instante, Louis pudo sentir que estaban teniendo una de sus viejas pijamadas y que en cualquier momento asarían malvaviscos.

Luego Albus sacó su varita y la sensación desapareció.

—Entonces, ¿todos de acuerdo? —pregunto su primo, sin la mínima expresión en su rostro. Nadie dijo «sí», pero asintieron, algunos sin ver los ojos del otro—. Lo que se dice acá, queda acá.

Tardaron alrededor de diez minutos para que todos hicieran el Juramento Inquebrantable. Louis se sintió extraño cuando ocurrió, con esa luz dorada rodeando su mano. Nunca antes había hecho un Juramento Inquebrantable y tampoco había estado en una situación en la que lo ameritara. Casi estaba seguro que los demás estaban en las mismas condiciones que él.

De cualquier manera, Louis no tenía idea de qué debían hacer a continuación. Una parte de él no quería hacerlo, pues tenía miedo de qué dirían sus familiares cuando lo escucharan hablar. Al menos que alguien tuviera un secreto peor. ¿Sería posible? ¿Alguien pudo hacer algo peor de que él hizo?

—¿Quién se ofrece voluntario para los Juegos del Hambre? —preguntó Albus, quien encendía un cigarrillo.

—A veces me exaspera tu humor negro —le reveló James, con el ceño fruncido.

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