Epílogo: Sweet night.

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Christopher en verdad no lo creía, volvía a pisar la ciudad que se prometió jamás volver a visitar y míralo.

Cubrió mejor su rostro con la gorra y la bufanda aprovechando el frío y cruzó los pasillos del aeropuerto de Cuenca. Su viaje a esta ciudad era solo una escala, necesitaba comprobar algo, su consciencia le había martirizado por más de cinco años acerca de lo mismo, y ahora, por fin le haría caso.

Apenas se instaló en el pequeño hotel se duchó y vistió para luego salir y pedir un taxi con esa dirección en particular, una que no había podido olvidar.








¿Cómo estará ella? ¿Seguirá como antes? ¿Cambiaría en algo? ¿Lo habrá  esperado?

Esas y miles de preguntas le recorrieron por la mente cuando el taxi paró a unos metros de la tan conocida casa. Bajó y se apoyó junto a unas meses de una tienda que no  recordaba que estuviera ahí. Para no parecer algún criminal o algo compró una salchipapa, la dueña del local viéndolo con desconfianza mientras le servía y él se sentaba en una mesa que le dejaba ver la casa de Mónica.

Comió despacio, evitando contacto visual con los transeúntes que se detenían para comprar o algunos adolescentes que se sentaban a la par suya.

No reparó tampoco en un muchacho que pasó frente a él, alto, delgado con un balón de fútbol en las manos y una botella de agua en la otra, el chico tampoco reparó en el extraño muchacho que veía su casa fijamente.

Christopher no supo quien era el muchacho hasta que lo vio entrar a esa casa en específico, miró su reloj, eran las tres de la tarde, y ella quizá no demoraría en llegar.

Un auto negro se estacionó frente a la casa que el castaño había estado vigilando por casi una hora, se puso de pie enseguida y pagó a la señora para luego caminar despacio, intentando ser discreto, se paró junto a un poste de luz a una cuadra más o menos de aquella vivienda.

Y la vio.

La vio bajarse del auto, luciendo un uniforme se color azul marino, tacones, y un sencillo peinado para su larga melena. La vio abrir el garage de la casa y a su hermano salir, este último se subió al carro y lo guardó para después cerrar el garage, Mónica volteó cuando el pañuelo que llevaba en el cuello casi voló con el viento, y quizás era una bendición ser miope porque no lo vio, o quizá pensó que era algún muchacho esperando a su enamorada, más no le tomó importancia y entró.

Christopher después de un rato hizo amago de acercarse a la casa y querer timbrar, pero algo le detuvo, quizá algo le decía que no todo iba a ser fácil. Porque cuando tomó el valor para cruzar la cuadra que le separaba, un auto rojo se interpuso en su camino, parqueándose justo frente a la casa de Mónica.

Ni siquiera la persona dentro del auto pudo bajarse cuando la puerta calle se abrió haciendo un chirrido exagerado por las bisagras oxidadas.

La vio de nuevo, ahora usaba un vestido sencillo y zapatillas, y si Christopher se fijaba bien podría haber visto el abdomen ligeramente abultado de la chica.

Se sorprendió cuando un muchacho salió del auto y literalmente, corrió hasta la muchacha dejando un beso en sus labios, y el alma se le fue al piso cuando aquel desconocido colocó una mano en el abdomen de Mónica.

Y fue cuando ella lo vio.

Lucía diferente que en los vídeos, lucía más real, más alcanzable y a la vez tan imposible.

No borró la sonrisa de su rostro y acarició el cara de su novio.

-Papá necesitaba ayuda con unas tablas...

Novios Falsos NUEVA VERSIÓN. Finalizada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora