Fui demasiado lento para regalarle una sonrisa, ya que, cuando lo hice, llevó la linterna a alumbrar su propia cara de felicidad, y no me vio.Sentí la mano de Gerard, sobre mi hombro, sacudiéndome suavemente para animarme a dar el primer paso hacia el exterior de la celda, o eso creí. Dingo, dirigió la luz hacia la puerta metálica, adelantándose un par de metros, luego volvió a iluminarnos, y pude ver a Gerard, liberando el seguro del rifle; sus manos tomaban el arma con firmeza, mientras apuntaba en dirección al rubio y la luz blanca artificial, le brindó un color verdoso a sus ojos, los cuales me miraron con decisión detrás de la culata del arma. Pese a todo, mis piernas avanzaron, llevando a mi cuerpo prácticamente destruido por su sistema nervioso, hasta llegar a la puerta principal, en donde Dingo, apagó la linterna después de haber liberado una pequeña risa, al momento en que Gerard, tocó la parte posterior de su cabeza con el extremo del rifle.
—Buena suerte —murmuró sin voltear el falso rehén y abrió la puerta.
El viento invernal y salino, tocó nuestros cuerpos de golpe, rasgándonos la piel, provocando que nuestras respiraciones se convirtieran en un vapor visible. Me acerqué más a Gerard, mientras Dingo, alzaba sus manos hacia el cielo en señal de rendición. Algunos focos amarillos iluminaban el territorio, dibujando sombras extensas sobre la tierra, pero no vi señales de nadie ni movimiento alguno.
—¿Estamos muy lejos del muro? —pregunté casi ahogado en un susurro.
—No mucho, Frank. Mantente cerca de mí —respondió Gerard de la misma manera.
Debido al silencio nocturno, se me hacía más fácil escuchar cualquier detalle, como el soplido del viento, nuestros pasos sobre las pequeñas piedrecillas, el acomode del arma en las manos de Gerard, y la respiración entrecortada de cada uno. Avanzamos en dirección contraria al faro, hasta que llegamos a una esquina poco iluminada, y, desde aquel lugar, pero aproximadamente a un kilómetro de distancia, se presentaba ante nosotros el muro que debíamos saltar.
Nos detuvimos contra una pared para examinar el sector, pero de pronto, cuando nos disponíamos a continuar avanzando, el silencio se llenó de gritos lejanos, provenientes de todas las estructuras y galpones que se encontraban próximos a nosotros. Fue similar a una celebración, cuando el último integrante del equipo favorito de fútbol, cargaba con la responsabilidad de anotar el punto ganador.
—Empezó a caer el otro muro —dijo Dingo volteando hacia nosotros.
Su sonrisa fue enorme y genuina, sumando su frenético comportamiento; acto seguido, dio un paso hacia atrás, aunque Gerard, le agarrara de la ropa.
—¿Qué mierda estás haciendo? —cuestionó tratando de no elevar tanto su voz.
—Siendo el anzuelo para los peces.
Mi estómago dio un vuelco al ver que se alejó de nosotros corriendo hacia el área despejada, mientras su cuerpo se pintaba de amarillo por la luz del último foco. Oí a Gerard, negar débilmente, y una de sus manos se posó en mi abdomen para evitar cualquier impulso por traer al rubio de regreso.
—¡Hey! ¿Qué haces aquí?
La interrupción de aquella inesperada voz, causó que mis párpados descendieran y que la única imagen formándose en mi cabeza, fuera la de todos nosotros malditamente muertos.
Dingo, era el anzuelo; Eric, el pez.
Perdí la noción de muchas cosas, mis sentidos estaban colapsando y al volver a abrir los ojos, vi la forma acelerada en la que subía y bajaba el pecho de Gerard. Intenté formular alguna palabra, pero mi boca temblaba, todavía nos manteníamos contra la pared y oscuridad, observando el comportamiento del rubio cuando volteó para enfrentar al tatuado.

ESTÁS LEYENDO
ᴜɴᴋɴᴏᴡɴ
Ficción GeneralAl momento de comenzar a cuestionar quién eres, es cuando comienzas a conocerte, pero ¿qué se siente cuando crees conocer a alguien que, inesperadamente, se convierte en un desconocido? Es el año 1989, y, Frank, comienza un profundo e importante aut...