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Un pequeño relato en el Gakuen!AU porque no soy buena escribiendo segundas partes con velocidad.

(02/03/2020)

Cr: @amoukmt

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Como cada mañana se despierta muy temprano para realizar sus actividades del día. Toma una ducha, desayuna algo ligero y, durante varias horas, se dedica a hornear infinidad de piezas de pan que varían dependiendo del gusto de sus clientes; trabaja arduamente para aligerar la carga de su madre y sus hermanos, justamente como el primogénito debería hacer.

Arregla el local, coloca cada bandeja en su lugar correspondiente y abre la panadería familiar buscando generar ingresos que satisfagan sus necesidades básicas.

Toma relevos con toda la familia para atender el negocio en el transcurso del día, las vacaciones le dejan mucha libertad que su adorada madre considera debería de aprovechar porque uno solo vive una vez y el ver a su hijo tan agotado le rompe el corazón. Sin embargo, Tanjiro siempre cuenta con tiempo para hornear una charola extra de besos de nuez que prepara con tanta dedicación como es su costumbre pero que Nezuko ha notado les acomoda suavemente en el mostrador.

Alrededor de las seis de la tarde la campanilla de la puerta suena y Takeo puede decir con seguridad que los ojos de su hermano mayor brillan cubiertos en alegría e inocencia como los de Rokuta cuando le dan un dulce. El agudo resonar del metal no es más que la muestra de que el maestro de educación física de la Escuela Kimetsu ha llegado para buscar sus apreciadas galletas.

«La verdad es que no son solo para mí, vivo con otras tres personas a quienes les encantan los besos de nuez que preparan.» Explicó un día ante la consternada mirada de Kie Kamado al ver como toda una bandeja de tan azucarados pedazos de cielo era comprada por alguien tan atlético como él.

No es porque guste de inmiscuirse en la vida de su vástago pero cada vez que Tomioka llegaba a comprar, desde que se había convertido en una rutina, el pelirrojo muchacho era el primero en recibirle con una sonrisa todavía más hermosa de lo usual y unas mejillas sonrojadas por las cuales culpaba al calor de los hornos aún cuando el establecimiento contaba con aire acondicionado; nada de eso pasaba por alto la experimentada mirada de Kie quien, a la lejanía de la escena buscaba no ser notada por ninguno de los dos varones que parecían inmersos en una burbuja que resultaba no tan adecuada en una panadería.

Tras unos largos y melosos minutos de intercambiar palabras, el moreno agradece el servicio y se marcha dejando a Tanjiro con un suspiro siendo liberado de sus labios que siempre resuena a oídos de la ama de casa quien no termina de entender qué fue lo que hizo aquél joven de insípidas expresiones para flecharlo tan duro. Pero no hace nada más que confiar en ellos porque tampoco es ciega como para no notar como los dedos del maestro tamborilean en nerviosismo y el como pasa su peso de una pierna a otra cuando tiene a su precioso hijo de frente.

Solo espera que no lastime a su pequeño porque sino le daría un cabezazo que lo enviaría al hospital.

(...)

—¿Por cuánto tiempo más vamos a estar comiendo estas galletas, Giyuu? — Preguntó el anciano hombre al ver al mencionado llegar con otra bolsa de papel idéntica a las que comenzaban a abarrotar la mesa de su cocina.

—Pero a ti te gustan, Urokodaki-san, son deliciosas.

—Basta de decir tonterías Giyuu, ¡se un hombre y confiesa tus sentimientos! — Acusa un muchacho con cicatriz en la mejilla acompañado de cerca de una niña morena que lucia contenta con otro bocadillo —Si sigo tragando esto voy a volverme diabético, ¡o una nuez!

—Oh, Giyuu-san no tiene la valentía para pedirle una cita a Kamado-kun.

El pobre acusado no podía huir de la verdad, pero era preferible ignorarla un poco más si le gustaba su libertad intacta. Solo un poco más.

Under the Wisteria TreeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora