Capítulo 1 "Frustración"

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Krystal es, por decirlo de alguna manera, la mujer ideal. Al menos para mí. Habla lo justo, pues ella misma se da cuenta de sus limitaciones intelectuales. Su objetivo desde adolescente era ser miss y lo logró hace cinco años en un certamen de costa, así que con su título y pocas o ninguna posibilidad de encontrar un empleo estable a largo plazo, ha ido ganándose la vida como azafata de eventos mientras picoteaba aquí o allá a la espera de un marido rico (si además puede ser joven y atractivo, mucho mejor, aunque no son requisitos indispensables) que le solucionara la vida.

Por increíble que parezca, me he topado con unas cuantas que actúan y piensan de igual modo, pero yo les dejo muy claro que conmigo ni lo intenten, lo que lo simplifica todo, ya que en este impasse yo me divierto y ellas tienen la oportunidad, cuando me acompañan a eventos o cenas, de tantear el terreno. Y mientras no aparezca el tipo rico al que embaucar, yo me las tiro y todos tan contentos.

Y en eso estoy ahora. Miro hacia abajo y aparto su lustrosa y exuberante melena rubia (teñida) para ver bien cómo me la chupa. Krystal se esfuerza, aunque hoy se muestra un poco desanimada. Estoy tentado de preguntarle cuál es el motivo, pero opto por no hacerlo, ya que una de las normas básicas en una relación como ésta es no interesarse por los problemas ajenos. Yo no le cuento cómo me va la vida y ella tampoco. Follamos, nada más.

Le tiro un poco del pelo para ver si mejora la cosa, y parece funcionar, ya que Krystal ronronea y su boca empieza a trabajar con más entusiasmo. Mantengo la presión para recordarle en todo momento que no debe bajar la guardia y que si una pretende hacer una mamada decente, lo mínimo que puede hacer es ser competente y llegar hasta el final. Nada de apartarse en el último momento.

Arqueo la pelvis, metiéndosela un poco más. Estoy siendo un poco cabronazo, pero sé que a Krystal eso la pone, como a muchas, aunque después alguna que otra se ponga petarda y se avergüence, pero luego vienen a por más.

Comienzo a respirar más rápido y a moverme, noto la tensión, voy a correrme. La sujeto bien del cuello para que no se aparte y gruño empujando hacia arriba.

-Buena chica -susurro, tras liberar toda la tensión.

Ella se incorpora y me mira disimulando su malestar. No por las palabras, sino por el tono condescendiente, pero ¿qué esperaba? ¿Una medalla?

-¿Sigue en pie la cena del sábado? -me pregunta, abandonando la cama. Se nota que ella tiene sus prioridades. No la culpo, pues yo tengo las mías.

Deambula por la habitación exhibiéndose. Quizá cree que antes de salir de la habitación del hotel (nunca me las llevo a casa) le echaré un polvo, pero ya se lo he dicho cuando me ha llamado a la hora de comer. No dispongo de mucho tiempo, pues esta noche en el Exodus tenemos una cena muy importante y debo estar presente. Sólo me he escapado media hora.

-Sí, por supuesto -respondo, abrochándome los pantalones. Ni siquiera me he desnudado; no hacía falta.

Tras mirarse bien en el espejo, Krystal se retoca el maquillaje. Siempre va perfecta. Me mira de reojo, no pierde la esperanza, pero se va a quedar con las ganas. No puedo permitirme el lujo de fallar en mi trabajo y menos por una mujer que, francamente, estará muy buena, pero me resbala.

-¿Me vienes a recoger como siempre?

-Por supuesto. Te envío un mensaje cuando salga de casa para que estés preparada en el portal -digo, ajustándome la corbata.

Me despido de ella con un beso rápido en la comisura del labio y abandono la habitación sin ningún tipo de remordimiento. Aquí todos somos mayorcitos y por tanto sabemos a lo que venimos. Me ha parecido oírla decir «cabrón sin sentimientos», aunque me da igual y no me sorprende.

Llego al Exodus con tiempo suficiente, tal como me gusta. Saludo a los camareros y me encamino hacia la cocina, pues a pesar de que no sé ni freír un huevo, me gusta estar allí, entre otras cosas para provocar un poco al chef, Baekhyun.

Es tan fácil pincharlo... Tiene ese aspecto de niño bueno, incapaz de romper un plato, y aun así no sé por qué me excita. En más de una ocasión he intentado ligarmelo, pero no ha habido manera. Me ha rechazado con sutileza más de una vez y lo que me ha dejado más perplejo es que, lejos de enfadarse, ha alegado un motivo que para él es de lo más trascendental, pero para mí es ridículo. Está enamorado. Bah, ¿se puede ser más antiguo? ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra? Pues nada, no he tenido suerte.

Baek insiste en ser mi amigo, lo cual resulta aún más absurdo, porque es un poco tonto, pero no tanto como para no darse cuenta de que quiero llevármelo a la cama. Claro que mis opciones han disminuido drásticamente hasta no quedarme ni una sola, ya que se ha reconciliado con su novio. Algo que tampoco debería ser impedimento para pasar un buen rato. Pero nada, Baek es uno de esos chicos que no se dan ni un respiro es de lo más clásico.

Un novio del que, por cierto, lo sé todo. No porque sea aficionado a los cotilleos, sino porque tuve que echarle un cable a nuestro chef y de rebote me informaron de los por menores.

Ahora que los conozco, me cuesta todavía más conciliar la imagen de Baek un poco soso y más bien modosito con una echada para adelante, porque hay que tenerlos bien puestos para hacer lo que hizo. Enfrentarse a una señora con mucho poder, y sobre todo influencias, con tal de que su relación no se fuera a pique. Yo, desde luego, ni me hubiera molestado. ¿De verdad merece la pena arriesgar tanto por otra persona? ¿Esa chorrada del poder del amor todavía hay quien se lo trague?

En mi caso no he tenido ni que planteármelo, pues nunca se ha dado el caso de que tenga que esforzarme por nadie y, ya puestos, no creo que nunca llegue a darse.

-Hola, Jongin -me saluda amable y me da dos fraternales besos. Es el único contacto que me permite.

-Buenas tardes. ¿Todo listo? -pregunto mirándolo con atención. Debajo de la ropa de trabajo esconde un buen cuerpo, lo intuyo, porque él es incapaz de lucirlo.

-Pues sí, don exigente -replica y salgo de la cocina en dirección a mi despacho. nunca está de más asegurarme de que todo está perfecto.

Me sirvo una copa y mientras se enciende el ordenador reviso los mensajes del móvil. La mayoría no son importantes y no les presto apenas atención. Me siento en el sillón y cierro los ojos sólo un instante. Tengo por delante una importante cena de negocios y, aunque se supone que Krystal y su cuestionable boca han conseguido relajarme, no es así, porque desde hace ya un tiempo ni follando a lo bestia consigo liberar la tensión acumulada.

Sólo existe una forma y, la verdad, no quiero volver al infierno. Así que me concentro en lo importante, en el trabajo, nada de autocompasión ni de perder el tiempo con gilipolleces semejantes. Ahora estoy en el lugar donde siempre he querido estar y por el que he luchado. No merece la pena distraerse.

Guardemos el secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora