Capítulo 8 "Secretos"

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A pesar de saber que he tomado la decisión  correcta respecto a no volver a follarme al vecino, no lo tengo muy claro. Por si acaso, he quedado para cenar con Krystal y así voy a lo seguro, un buen polvo y a casa relajado. Por delante sólo me espera un día en teoría de rutina en el Exodus, y si consigo evitar a Baek y sus preparativos la cosa irá bien, porque está de un plasta con el rollo del cumpleaños de su novio que me tiene hasta los cojones.
—¡Señor Kim! Qué caro se vende  usted últimamente. —La señora Choi me sorprende justo cuando salgo del ascensor.
—Buenos días. ¿Cómo le va? —pregunto sólo por ser correcto, a pesar de que voy mal de tiempo.
—Ay, hijo, pues como siempre —responde con aire de pena y yo, que la conozco, sé que le gusta hacerse la víctima, pero hoy no tengo tiempo para escuchar su letanía—. Aunque no puedo quejarme.
—Pues nada, a cuidarse —contesto con una sonrisa a modo de despedida y miro el reloj con disimulo. Odio llegar tarde al trabajo.
—¿Qué tal van las cosas con el nuevo vecino?
—Bien, bien —digo sin comprometerme.
—Me alegro mucho, porque ese chico necesita distraerse, olvidar... Lo ha pasado tan mal...
«Me importa un pimiento», pienso, manteniendo la sonrisa y sin hablar, porque si le doy carrete me tiene en el portal hasta las tantas.
—Bien sabe Dios que yo no soy muy partidaria del divorcio —prosigue como si nada—, pero claro, si hay maltrato de por medio...
—¿Qué? —exclamo, porque ése es un tema muy serio.
—Ya ve, un chico tan joven, tan listo y con tan buena colocación, ha tenido que sufrir lo que no está escrito. Su marido es muy importante, tiene muchos contactos, así que el pobrecito ha tenido que callar durante mucho tiempo hasta que no ha podido más.
¡Si al final va a ser cierto que en todas las casas cuecen habas!
No le pregunto cómo sabe todo eso, porque ya sé cuál ha sido su fuente de información.
—No tenía la menor idea... —murmuro por decir algo que no me comprometa.
—Por eso insistí tanto en que lo acompañara. Es nuevo en el barrio y necesita hacer amigos, sentirse querido —apostilla con su aire de anciana preocupada por el mundo en general y por sus vecinos en particular.
—No se preocupe, aquí podrá vivir tranquilo —continúo con los tópicos para no meterme en líos.
—Los dos tienen una edad parecida, jóvenes... No se puede perder el tiempo, la vida son cuatro días...
Consigo librarme de la señora Choi y, mientras conduzco hacia el restaurante, no dejo de darle vueltas a lo que acabo de escuchar. Por más que lo pienso, Kyungsoo no parece un hombre inseguro ni de esos que dependen de alguien, pero no puede ser una invención... Joder, vaya papeleta.
—Contigo quería yo hablar —me asalta Baek nada más verme.
—Buenos días a ti también —replico con ironía y me dirijo a la oficina, confiando en que me deje tranquilo, pero la suerte no está de mi lado y él me persigue.
—Todavía no me has dicho si vas a venir acompañado a la cena.
—Aún no te he confirmado si voy a ir —le recuerdo, aunque él no pierde la sonrisa y en vez de dejarme solo se queda ahí de pie, con cara de chico bueno, esperando convencerme.
—Jongin... no te pongas imposible.
—Como se te ocurra decir que soy uno más de la «cuchipandi»... —le advierto, porque cuando se pone cursi no lo soporto.
—Pues sí, lo eres, te considero un amigo y quiero que estés con  nosotros. No eres tan solitario como nos quieres hacer creer.
—Vale, que sí, iré acompañado, pero déjame tranquilo de una puñetera vez. ¿No tienes nada que hacer? ¿Una receta que experimentar?
—Pues sí, tengo una cosa entre manos alucinante... Se acerca, me da un beso en la mejilla y se marcha.
Por fin puedo quedarme a solas en el despacho. Intento concentrarme en los documentos que tengo delante, pero no dejo de pensar en lo que me ha contado la señora Choi.
Y tras reflexionarlo durante demasiado tiempo, me doy cuenta de que en realidad me importa, o mejor dicho, me debería importar un pimiento. Es su vida, es mayorcito como suele decirse: que cada palo aguante su vela.
Para no caer en la tentación de ponerme sensiblero, le mando un mensaje a Krystal. Nada mejor que  un polvo rápido para volver a la normalidad y olvidarse de estupideces. Me responde en menos de diez minutos diciéndome que muy bien, que me espera en su casa a la hora de cenar. Mi intención no es quedarme más de lo necesario, sólo pretendo desfogarme, para llenar el estómago sólo tengo que pasarme por la cocina del Exodus.
El día se desarrolla sin mayores contratiempos. He evitado a Baek y su sonrisilla de enamorado bobalicona que me toca un poco los cojones. Su ayudante, Chen, no ha soltado ninguna burrada; los proveedores han entregado la mercancía a tiempo; Baek no me ha dado por el saco otra vez con la puñetera fiesta; las reservas están casi completas, y los camareros no han roto ni una pieza de nuestra exclusiva y cara vajilla, así que puede decirse que todo ha salido bien.
Con todo en orden salgo en busca del coche y tardo relativamente poco en llegar al apartamento de Krystal. Vive en un piso que comparte con otras dos aspirantes a modelo. A una de ellas ya me la he tirado y a la otra no la toco ni con un palo. Aparte de ser un saco de huesos, es repelente y peligrosa, pues no suelta más que veneno.
Supongo que Krystal habrá sido previsora y tendremos el apartamento para los dos solos al menos durante tres cuartos de hora.
—Pasa —ronronea al abrirme la puerta.
Se ha esmerado para la ocasión, eso salta a la vista. El modelito es desde luego toda una tentación, sin embargo creo que ha hecho el esfuerzo en vano, pues yo no estoy para seducciones elaboradas.
—¿Estás sola? —pregunto únicamente por asegurarme.
Krysral asiente y me encamino hacia su dormitorio. Paso por alto el detalle de que ella pretende entretenerme y que ha preparado la cena. Yo no me detengo ni tampoco miro para ver si me sigue. Me basta con oír el ruido de los tacones sobre la madera.
—Te veo un poco acelerado —comenta, adoptando una pose insinuante.
—No te lo voy a negar —le confirmo y me acerco con intenciones más que evidentes.
Ella se da cuenta de que no estoy para perder el tiempo y empieza a acariciarme por encima del pantalón. Tengo que concentrarme, porque me está costando más de lo que yo creía empalmarme, pero cierro los ojos y dejo que las manos de Krystal trabajen. Para ponerme en situación, empiezo a tocarla aquí y allá mientras voy desnudándola y en cinco minutos la tengo abierta de piernas en la cama y yo me estoy poniendo un condón, que ni loco me la follo a pelo, por mucho que la conozca desde hace tiempo.
Embisto sin miramientos, ella jadea y se mueve debajo de mí. Estoy siendo un cabrón y cambio un poco el ritmo para que no se quede a medias. Pero sólo lo imprescindible, tampoco quiero que se venga arriba y piense lo que no es. Krystal jadea, yo también, estoy muy cerca de correrme, noto la tensión a pesar de ser muy consciente de que estoy follando como el que va a un restaurante de comida rápida.
—Jongin... —gime, clavándome las uñas al correrse, lo cual es buena señal, pues no tengo más tiempo para perderlo con ella.
Me ocupo de mí y nada más acabar me aparto.
Krystal intenta besarme en la boca, sin embargo, yo no estoy por la labor y acabo sintiendo sus labios en la espalda, igual que sus manos. Sé lo que intenta, ella tiende a creer que siendo sutil puede engatusarme, pero ni me molesto en explicárselo. Los hechos hablan por sí solos, pues ya me he puesto en pie para vestirme.
Me pone cara de disgusto, aunque sabe que no le va a servir de nada. Ella no es una excepción, por supuesto, y he sido claro desde el principio, aunque insiste en hacerme cambiar. Una total pérdida tiempo.
—La semana que viene me marcho de viaje —me dice desnuda en la cama, observándome.
—Ah, muy bien —murmuro indiferente, porque me trae sin cuidado.
—Estaré fuera quince días —añade y me encojo de hombros.
—Envíame un mensaje cuando regreses —le digo sin mucho énfasis y me acerco para despedirme con un beso rápido antes de marcharme. No hay por qué ser maleducado.

Guardemos el secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora