-Necesito un favor...
Tuerzo el gesto. Baek y su manía de pedirme favores.
-¿Y de qué se trata esta vez? ¿La mafia japonesa? ¿Una banda de falsificadores?
¿Contrabando de chuches? -replico, utilizando todo el sarcasmo del que soy capaz, es estoy de mala hostia tras la experiencia «rompehielos» de hace un par de noches con mi vecino «el moderno».
Además, Baek es especialista en meterse en camisa de once varas o enfrentarse a gente que a priori tiene bastante más poder que él.
-Uy, qué malas pulgas... -murmura, adoptando el tono de madre curtida en mil tallas de berrinches.
-No estoy de humor, Baek; así que por favor ve al grano -le advierto, antes de que empiece a cabrearme de verdad.
-Bueno... ya sé que hay que reservar con tiempo y eso, pero me gustaría...
Cruzo los brazos. Siempre hace lo mismo, sabe que su actitud modosito al final me convence. Yo sé que él es así, que no finge, pero no tengo yo hoy muchas ganas de ser amable.
-¿Qué quieres? -le pregunto un tanto impertinente.
-Reservar el restaurante para una fiesta privada. Arqueo una ceja.
-Una fiesta privada... -repito, tamborileando con los dedos sobre la mesa-. El Exodus, como si fuera un McDonalds.
-Qué exagerado eres -me riñe riéndose.
-Sabes que no puedo hacer excepciones -le recuerdo.
-Sería un lunes, el día de descanso, para no molestar a los clientes -me aclara.
-Voy a hacer como que me has convencido... -Soy un poco cabrón, lo reconozco, pero quiero ver hasta dónde es capaz de llegar para conseguirlo-. ¿Qué clase de fiesta vas a organizar?
-Una decente, te lo aseguro -replica molesto, porque me la tiene jurada desde que lo envié a servir el catering de una fiestecita privada.
Qué pena no haber podido asistir, sólo por ver su cara hasta habría pagado.
-Le quitas toda la gracia al asunto, Baek -murmuro, mirándolo fijamente para ponerlo nervioso. Y para que lo esté aún más, abandono mi sillón y me sitúo más cerca, en una esquina del escritorio. A ver cómo reacciona.
Inspira, se mueve un poco pero aguanta.
-Dentro de tres semanas es el cumpleaños de Chanyeol y quiero prepararle algo especial.
Chanyeol, su novio. Un tipo que a priori no pega nada con él. Provienen de dos mundos muy distintos. Él con bastante experiencia (no sólo en lo que a relaciones se refiere) y Baek más limitado. Él de gustos exquisitos y Baek bastante más normalitos. Él seguro de sí mismo y Baek indeciso hasta aburrir. No sé cómo se lo montan, debe de ser que Baekhyun tiene algún talento oculto; modosito de día, tigre de noche.
-Pues llévatelo a un hotel de las afueras -sugiero medio en broma. Baek se sonroja y yo disimulo una sonrisa-. Entiendo...
Por lo visto ese plan ya lo ha llevado a cabo. Vaya con el mojigato...
-Jongin, por favor, es importante. Quiero hacer algo especial, entre amigos.
Ya he dicho que soy un poco cabrón, pero es que estoy resentido por lo que pasó con el frío de mi vecino y Baek va a empezar a pagar los platos rotos.
-Por supuesto, tú también estás invitado -añade para convencerme.
-Sabes muy bien que no soy muy amigo de ese tipo de reuniones -le digo, pues a veces tanto buen rollo me enerva y cuando se juntan Baek y su novio, empalagan de verdad.
-No seas tonto, es una cena de amigos -puntualiza y añade-: Y si quieres puedes venir acompañado.
Achico los ojos. ¿Lo último lo ha dicho con retintín?
-¿Acompañado, dices...?
-Jongin, no disimules. En tu agenda seguro que hay una chica o chico encantados de salir contigo -me contesta.
-¿Te incluyo en mi agenda? -insisto en provocarlo; no me canso de ello.
-Ya sabes que tengo novio y no vayas por ese camino -me advierte-. Te conozco, intentas desviar la conversación.
-De acuerdo, organiza lo que quieras, pero tendrás que ocuparte tú de todo.
-¡Genial! -exclama sonriendo de oreja a oreja-. Entonces, ¿te apunto en la lista de invitados?
-Baek...
-¿Solo o acompañado? -persiste en tocarme la moral.
-Lárgate antes de que me arrepienta -digo en tono de advertencia.
-En el fondo eres un buen tipo -añade riéndose y antes de marcharse me da un par de besos y una palmadita en plan maternal.
-No lo soy -refunfuño, pero Baek ya ha salido.
Cojonudo, ahora resulta que estoy invitado a una maldita cena en la que abundará el buen rollito, el amor y demás chorradas (conozco a nuestro chef, se le ponen los ojos tiernos y la sonrisa bobalicona cuando está cerca de su novio) y me apetece bien poco asistir y menos aún acompañado. Si tiro de agenda, Baek me mirará con ese aire cercano a la censura por traerme a una chica mona sin muchas luces. Y, por si fuera poco, la chica a la que invite se quedará embobada con Chanyeol, el novio del mojigato, y, joder, tampoco es plan llevar a una tía colgada del brazo y que se ponga a babear mirando a otro.
Dejo a un lado el tema, porque de no hacerlo acabaré cabreado, y me concentro en el trabajo, que para eso me pagan. Reviso unas cuantas facturas y compruebo que el margen de beneficio se está manteniendo. Cuando más concentrado estoy, suena el teléfono y miró de reojo la pantalla: mi padre. No me apetece hablar con él, entre otras cosas porque acabaremos discutiendo. Él no entiende que optara por no seguir en el negocio familiar y yo no tengo ganas de explicárselo de nuevo. El apasionante mundo de los recambios agrícolas no es lo mío, por mucho dinero que uno pueda ganar; por eso aproveché mis estudios universitarios para salir de casa y no volver. Mis padres me enviaban con regularidad dinero suficiente para pagarlo todo y además pasármelo en grande, lo que desembocó en muchos suspensos y una vida para nada recomendable.
Cuando ellos se percataron, cortaron el grifo, pero a mí eso me trajo sin cuidado, porque tenía amistades y ganas de pasármelo bien y no me importó aceptar trabajos muy buen pagados y en los que se trabajaba más bien poco, es decir ilegales. Algo que prefiero no recordar en estos momentos para no amargarme más de la cuenta. Lo importante ahora es que dejé aquel infierno atrás y que no tengo ninguna intención de volver allí.
Termino mis obligaciones y me paso por la cocina para recoger mi surtido de tuppers con las delicias del día, algo que me vendrá estupendamente a la hora de la cena. Así que con mi comida gourmet en una elegante bolsa isotérmica, me marcho a casa.
Me sonríe la suerte y no hay ni rastro de propietarias inquisitoriales ni tampoco de vecinos recién llegados que te tratan como un rompehielos. Así que, una vez en mi apartamento, me doy una de esas duchas rápidas que sientan de puta madre y con ropa cómoda me dispongo a dar buena cuenta de las exquisiteces de nuestro chef, que será un dolor de huevos y un cursi de cuidado, pero tiene una mano con la comida que ya quisieran muchos cocineros.
Enciendo el televisor de la cocina, saco los cubiertos y un salvamanteles, elijo un buen vino de mi colección personal y justo cuando me siento y destapo el primer envase, llaman a la puerta.
-Joder... -maldigo y me dirijo a abrir, dispuesto a mandar a paseo a quien quiera que sea, que no hay cosa que más me reviente que me interrumpan justo cuando estoy a punto de disfrutar de uno de los pocos placeres que conozco estando con la ropa puesta.
Ni me molesto en mirar por la mirilla. Abro la puerta y me quedo alucinado al verlo.
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Guardemos el secreto
Romance« ¿Quieres pasar una noche inolvidable? ¿Asistir a eventos exclusivos? ¿Cenar en los mejores restaurantes? ¿Codearte con gente vip? Perfecto, aquí me tienes. A cambio sólo te pido una cosa: a la mañana siguiente ahórrame, por favor, escenas romántic...