Kyungsoo me ha llamado para anular la cita de esta noche. Después de tres semanas sin verlo y sin saber nada de él. Cojonudo.
Yo había organizado algo diferente, en el club, pero nada de la habitación común. Me había encargado de reservar la suite con jacuzzi y, sobre todo, con una selección personal de juguetes. También había preparado la cámara de vídeo, detalle que por supuesto no pensaba comunicarle a él hasta el final, por si se negaba.
Y ahora estoy aparcando el coche con muy mala leche, pensando seriamente en olvidarlo con un método infalible: follarme a otra persona. El problema es que no sé si encontraré al o la adecuada.
Camino hasta el despacho de Kris y entro sin llamar. Entorno los ojos cuando lo sorprendo tirándose a una de las camareras.
—¿Te falta mucho? —pregunto, entrando y cerrando la puerta.
Cruzo los brazos, pues no es la primera vez que lo pillo en una actitud similar.
—Únete a la fiesta o lárgate, que en los últimos tiempos estás insoportable resopla él.
—Paso —murmuro y me dirijo al mueble bar para servirme una copa.
Por cómo jadea ella, o está a punto de correrse o es una actriz estupenda. Me inclino a pensar lo segundo, ya que es de las nuevas y seguro que quiere agradarle al jefe. Por suerte, acaban, y Kris la despide con una sonrisa y una palmada en el culo.
Ella me mira. Quizá esperaba mi intervención, pues se va a quedar con las ganas.
—Me tienes hasta las pelotas —dice mi socio—. Entras aquí sin llamar y me jodes el polvo, pero ¿tú de que vas, tío?
—Te la has tirado de todas formas, así que déjame en paz. Y por norma general entro siempre sin llamar.
Él se arregla la ropa tras quitarse el condón, se mete en el aseo y aparece un minuto después peinado y hecho un figurín. Se acomoda en su sillón tras el escritorio y me mira frunciendo el cejo.
—Tú tienes un problema muy serio y no lo quieres admitir —comenta, aceptando la bebida que le he preparado.
—Define «problema».
—Do Kyungsoo —dice con malicia.
—Sí, tengo un problema. Pero hoy he venido a solucionarlo. Sólo quería saludarte antes de dar una vuelta por ahí.
—Me alegro, porque me tienes preocupado. No por el hecho de que te comportes como un perro faldero persiguiéndolo, sino porque parece que todavía no te has enterado de con quién está casado —añade en tono amistoso.
—No me lo recuerdes...
—Pues lo voy a hacer. Ese tío por el que has perdido la puta cabeza está casado con un tipo de los que dicen «mierda» y todos respondemos «presente», ¿me sigues? Se codea con gente importante, entre otros, altos funcionarios e incluso ministros, así que si se entera de que te lo estás tirando, a lo mejor tenemos una inspección.
—No exageres... que te conozco y disfrutas con el drama—contesto.
—De momento habéis sido discretos, pero ¿cuánto tiempo podrás aguantar? Estás obsesionado, tío, y eso no es bueno. Hace que cometas estupideces.
—Oye, tú hiciste unas cuantas cuando te dejó tu mujer y yo no te di tantos problemas le recuerdo.
—¿Lo ves? Te pones a la defensiva. Y no compares. Era mi esposa, la madre de mis dos hijas, así que cuidado.
—Te dejó por cepillarte a su mejor amiga, tanto no la querrías —replico para echar sal a la herida.
—Menuda hija de puta... la muy guarra no tardó ni dos días en contárselo. Me la tenía jurada y encima, para más inri, en la cama era un desastre, uno de los peores polvos que he echado en mi vida —comenta con pesar—. Pero no me desvíes la conversación, el problema eres tú, picha brava.
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Guardemos el secreto
Romansa« ¿Quieres pasar una noche inolvidable? ¿Asistir a eventos exclusivos? ¿Cenar en los mejores restaurantes? ¿Codearte con gente vip? Perfecto, aquí me tienes. A cambio sólo te pido una cosa: a la mañana siguiente ahórrame, por favor, escenas romántic...