Capítulo 4 "La cena"

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No tardamos mucho en llegar caminando hasta el restaurante. No es de mucha categoría, pero se come bien. Además, no todo tiene que ser lujo, y, la verdad, me apetece ver cómo se comporta él, ya que la primera impresión que tuve cuando lo conocí el día de la mudanza es muy diferente de la que me estoy formando ahora.
Una vez instalados, nos toman nota de la comanda y el camarero se aleja. Eso quiere decir que empieza la primera prueba. Ver de qué hablamos para no aburrirnos.
-Supongo que la señora Choi te ha puesto al corriente de la vida y milagros de todos los vecinos -comento en tono casual y él asiente-. Bien, entonces como ya lo sabes todo de mí...
Lo dejo caer porque, mira por dónde, me apetece escucharlo. No tiene pinta de ser un cabeza hueca, aunque nunca se sabe, porque si se ha trasladado a mi edificio, una de dos, o gana un buen sueldo o ha dejado frito al exmarido. Todavía no lo tengo muy claro.
-¿Quieres que te cuente mis secretos?
Joder, está flirteando conmigo, no soy tan tonto. Muy bien, este juego se me da de puta madre.
-Sólo los más sórdidos -contesto, mirándolo fijamente.
Kyungsoo se echa a reír, pero manteniendo las distancias. Eso me indica que por mucho que yo insista no lograré nada, así que reculo y dejo a un lado lo de entrar en temas personales; mejor me centro en asuntos más inocuos, como a qué se dedica.
Nos sirven la cena y, mientras comemos, comentamos temas sin mucha relevancia en forma vaga. Eso nos permite olvidar cualquier intento de coqueteo previo y, a medida que avanza la noche, me doy cuenta de que si ha habido un instante en el que he sopesado la idea de llevarmelo a la cama, ha desaparecido por completo, porque Kyungsoo es uno de esas personas que saben mantener viva una conversación, pese a que a veces juega al despiste con sus silencios. Si me paro a pensar, apenas me ha revelado nada sobre sí mismo, sólo que trabaja en una revista.
Tras tomar el café y sin preguntar, él levanta la mano y le pide la cuenta al camarero. Se me ha adelantado, pero si bien me habría gustado ser yo el que pagase, entiendo que no merece la pena discutir por ese detalle. Además, resulta una novedad, ya que el noventa y nueve por ciento de las veces soy yo quien saca la tarjeta de crédito.
-¿Quién le ha pedido la cuenta? -le pregunta al camarero cuando la deja a mi lado, previendo que soy yo quien va a aflojar.
-Disculpe, joven -se excusa el tipo y a mí que me importa poco o nada quién la abone, se la paso a Kyungsoo.
El camarero me mira y seguramente está especulando, lo cual me trae sin cuidado.
En este local me conocen, así que no tengo de qué preocuparme.
-¿Invitarte a una copa te resultaría ofensivo? -le pregunto de buen humor, mientras abandonamos el restaurante.
-No, no me lo parece.
Está claro que es un hombre parco en palabras. Estupendo, eso no me disgusta. Queda implícito dentro de la invitación que yo pago las copas.
Como no me apetece coger el coche ni pedir un taxi, elijo un pub de la zona, que, si en no es de lo más sofisticado, al menos tiene buen ambiente. Ktungsoo no ha puesto cara rara al cenar en un restaurante normalito, así que no creo yo que se me vaya a poner tiquismiquis ahora.
Busco con la mirada una mesa libre y hacia allá me dirijo. No lo toco, aunque podría hacerlo de manera inofensiva; sin embargo, mantengo las distancias, tal como a él parece gustarle. Para mi sorpresa, en vez de pedirse un combinado de esos raros se pide una cerveza, por lo que me uno a él.
Y de nuevo establecemos lo que se podría denominar como escenario tranquilo de conversación, en el que charlamos de esto y aquello sin comprometernos y olvidando ya por supuesto cualquier idea cercana a la seducción. Un hecho curioso, sin duda, igual que el hecho de escuchar lo que me dice. Es un gran avance, pues por lo general me resbala lo que me cuentan si no me afecta de forma directa.
-No te pega lo de ser gerente de un restaurante.
-De lujo, no te olvides -puntualizo cuando él reconduce la conversación hacia un tema más personal.
-¿Cuál es la diferencia? -inquiere y me deja con la palabra en la boca al levantarse.
Lo observo caminar hasta la barra y pedir otra ronda. Se parece a mí en ese aspecto, no pregunta, actúa. Me gusta, pero doy por perdida cualquier oportunidad de ligarmelo. No porque no pueda, sino porque, y he aquí la nota curiosa, no me interesa tanto su cuerpo, a pesar de que Kyungsoo está de buen ver.
Para follar ya tengo una agenda bien surtida y resulta de verdad estimulante el hecho de conversar con una persona sin aguantar sus estupideces sólo para llevarmelo al huerto.
No, en esta ocasión ni siquiera me voy a molestar en tirarle los tejos.
Como si fuéramos colegas de toda la vida, chocamos los botellines y vamos bebiendo mientras nos reímos con algunas de las anécdotas que le cuento sobre lo que ocurre en el Exodus. Estoy tentado de invitarlo un día, pero prefiero dejarlo para más adelante.
Kyungsoo sigue mostrándose bastante cauteloso sobre su vida tanto personal como profesional. Sé que dentro de quince días la señora Choi me hará el informe completo, sin embargo, me gustaría que fuera él mismo quien me comentara algo. Así que a pesar de la buena sintonía, me arriesgo a preguntar.
-Me has dicho que trabajas en una revista... No tienes pinta de becario...
-Me ocupo de revisar la línea editorial.
-Una respuesta de lo más ambigua -comento sin perder el buen humor.
-No quiero aburrirte con los detalles -dice.
-Abúrreme un poco, por favor -replico, adoptando una actitud un tanto indolente y el niega con la cabeza y se ríe.
Pero termina hablando. Lo escucho con interés, otra novedad, y aunque noto cómo intenta no decir más de la cuenta, acabo averiguando que la suya es una revista de primer nivel. Una de esas que yo no compraría jamás porque está enfocada al público femenino, pero que he tenido que hojear para pasar el tiempo y porque, lo confieso, me ha podido la curiosidad y he terminado leyendo esos «diez consejos infalibles para la primera cita». Lo que me he llegado a reír con esa sarta de chorradas, porque si realmente una mujer los sigue, tiene asegurado el fracaso.
Kyungsoo continúa contándome alguna que otra cosilla, al tiempo que vamos vaciando botellines de cerveza. Joder, noto que el alcohol se me empieza a subir a la cabeza y también veo que son casi las dos de la madrugada y que si nos descuidamos nos echan del local.
-¿Te acompaño a casa? -le preguntó con sorna.
-No esperaba menos de ti -me replica sonriendo.
Vamos paseando tranquilamente. No nos tocamos en ningún momento, a pesar de ir caminando el uno al lado del otro. Ni siquiera cuando tenemos que apartarnos para dejar pasar a un tipo que pasea al perro de madrugada.
En el ascensor la situación se mantiene. Sé que me está mirando, pero no me importa. Hemos pasado una velada agradable, ahora cada uno se va a su casa y todos tan contentos. Una novedad para mí, lo admito, ya que, por lo general, cuando salgo a cenar con alguien, incluidas las cenas de negocios, siempre me planteo la opción de tener sexo. Kyungsoo, con su forma de ser distante pero sin rayar en lo desagradable, ha logrado que me interese por él no como posible compañero de cama, sino como posible amigo. No me lo creo ni yo, pero así es.
Como le he dicho, lo acompaño hasta su casa, lo cual no tiene mucho mérito, porque vivimos puerta con puerta, algo que no deja de ser simbólico.
-Ha sido un placer -murmuro, acercándome a él con la intención de darle dos besos de despedida.
Kyungsoo no se aparta. Yo me despido. Todo normal.
-¿Quieres follar? -dice.
Ahora es cuando debería pellizcarme, porque esto es una alucinación en toda regla. puede haber preguntado algo semejante. Pero soy un tío y, claro, es oír la palabra follar y perder la capacidad de raciocinio.
-¿En tu casa o en la mía?
-En la tuya si no te importa. Con el lío de la mudanza no sé dónde tengo los condones -me suelta y yo no sé cómo va a resultar todo esto.

Guardemos el secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora