Me encontraba en cuclillas sobre la alta hierba, junto a Jake. Mi vestido de color cielo cubría mis pequeñas piernas completamente y llegaba hasta el suelo, poniendo los bajos perdidos con esa tierra húmeda. Jacob tendría que soportar la regañina de Rosalie cuando llegásemos a casa, pero no parecía importarle. Había estado lloviendo toda la mañana en ese bosque que pertenecía al territorio de mis padres, pero había escampado y hacía un buen rato que ya había salido el sol, por lo que Jacob quiso aprovechar para sacarme un poco de esa vivienda que para él olía tan mal.
No nos encontrábamos lejos de ese tronco que ya habíamos hecho nuestro y en el que siempre estábamos para jugar, sin embargo, Jake había visto algo que le llamó la atención y prefirió que echásemos un vistazo antes de que nos dirigiésemos a ese rincón.
―No te muevas ―me cuchicheó con su voz ronca―. Está a punto de salir.
Todavía no me gustaba hablar en alto, así que asentí. Me quedé muy quieta, observando esa cosa extraña con forma de capullo que tenía justo delante con suma atención, como si se me fuera la vida en ello. A mis ocho meses de edad, y aunque en realidad era como si tuviese unos seis años, jamás había visto semejante cosa antes.
Sin dejar de mirar eso, coloqué mi mano en su mejilla. Le hice ver que no sabía lo que era a la vez que acercaba el rostro un poco más a esa cosa extraña y entrecerraba los ojos para analizarla mejor.
―Se llama crisálida ―bisbiseó.
Le pregunté para qué servía.
―Ya lo verás ―cuchicheó de nuevo―. No le quites ojo, va a pasar una cosa mágica, te lo aseguro.
La crisálida era de un color marrón claro y colgaba de la afilada hoja de una planta que tendría unos veinte centímetros de alto, pero no me parecía que pasase nada especial, es decir, me preguntaba cómo habría podido ir a parar eso ahí, pero nada más. Aparté mi cara infantil de la planta, le miré, sin despegar la mano de su rostro, y fruncí el ceño, algo decepcionada.
―Espera, espera un poco, ya verás ―insistió sin dejar de observar la crisálida, alzando la mano para dejarla suspendida en el aire, a la espera de que pasase algo―. Antes he visto cómo se movía. Tiene que salir ya.
¿Pero salir el qué? Puse los ojos en blanco y suspiré.
―¡Ah, mira! ―exhaló de repente, en voz baja, aunque con entusiasmo, señalándome la cosa esa con el dedo.
Giré el rostro hacia allí, no muy segura de que fuera a pasar nada del otro mundo.
Pero pasó.
Esa cosa extraña llamada crisálida empezó a moverse, primero fue un ligero temblequeo y luego los movimientos pasaron a ser un poco más fuertes. Entonces, me di cuenta de que parecía tener algo en su interior que se movía y empujaba hacia fuera para romper ese envoltorio marrón. No sé cuánto tiempo estuvimos acuclillados en la hierba esperando, pero, finalmente, lo que fuera que estaba dentro consiguió quebrar la crisálida y liberarse. Ese envoltorio cayó al suelo, sin embargo, lo que contenía se quedó en el tallo de la hoja.
Jadeé, con mis ojos abiertos de par en par observando ese bicho desconocido mientras apretaba la mano contra la mejilla de mi mejor amigo. Le mostré la multitud de insectos que conocía, pero que ese no encajaba con ninguno.
―Es una mariposa ―me reveló, sonriéndome.
Esta vez aparté la vista para mirarle y retiré la mano de su mejilla.
―¿Una mariposa? ―repetí en voz alta.
Noté cómo Jacob se maravillaba al escucharme, todavía no estaba muy acostumbrado a oír mi voz, ya que hablaba muy pocas veces.
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JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)
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