CARTA

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Subí las escaleras a toda mecha, atravesé el pasillo del mismo modo y llegué al baño por los pelos, cerrando de un sonoro portazo. Dejé caer las rodillas en el suelo a la vez que abría la tapa del váter y acto seguido comencé a vomitar lo poco que había desayunado, con todas mis ganas.

Cuando por fin terminé de descargarlo todo, me levanté, tiré de la cisterna, bajé la tapa y me acerqué al lavabo para enjuagarme la boca y lavarme la cara. Esto ya se había convertido en un incómodo y desagradable ritual para mí. Hoy hacía justo un mes de mi embarazo, y ya lo sabía con absoluta certeza, puesto que Carlisle me había verificado que el test del Predictor no se había equivocado en nada.

Salí del baño y ya vi a Jacob, esperándome. Tenía el trasero apoyado en la barandilla del hueco de la escalera y las manos en los bolsillos de sus vaqueros cortos. Su rostro mostraba esa preocupación que ya empezaba a ser habitual cada vez que me veía en esta situación. Me acerqué a él y le abracé, rodeando su torso con mis brazos para achucharle. Sus brazos también me abarcaron, apretándome contra su cuerpo con mimo, y me dio un beso en la cabeza.

―¿Mejor? ―me preguntó, pasando sus dedos por mi cabello.

―Sí ―ronroneé.

―¿Tienes hambre?

Despegué mi mejilla de su pecho y alcé el rostro para mirarle.

―Mucha ―admití, con una sonrisa de oreja a oreja.

Jake se rió.

―Pues vamos a desayunar otra vez ―propuso, separándose de mí para cogerme de la mano.

Caminamos por el pasillo y bajamos las escaleras para dirigirnos a la cocina. Una vez allí, ya vi lo que Esme me tenía preparado.

―¿Ya estás mejor, cielo? ―inquirió, sonriendo.

―Sí, mucho mejor ―asentí, correspondiendo esa sonrisa tan dulce.

Jacob y yo nos sentamos a la mesa, otra vez, puesto que ya habíamos empezado a desayunar antes. Él había dejado su desayuno a medias cuando me vio salir disparada hacia el baño, pero el mío estaba casi entero, sólo había probado un par de bocados. Esme me había preparado unas tortitas que solamente sabía hacer ella y que a mí me encantaban, y las había añadido a mi desayuno anterior.

―Muchas gracias, abuela ―le agradecí, animada, cogiendo una de las tortitas para metérmela directamente en la boca.

―De nada ―sonrió, complacida.

Y se giró hacia la meseta para seguir con la limpieza.

Mmm, qué rica estaba… ¡Y qué hambre tenía! Me la zampé de dos bocados y cogí otra inmediatamente.

―Lo que yo digo, comes como una fiera hambrienta ―se burló Jacob, metiéndose un bocado de sus huevos revueltos.

―Ja, ja… ―intenté vocalizar, con ironía, aunque mi boca llena impidió que la entonación saliera como a mí me hubiese gustado.

―¿Cómo te encuentras hoy? ―me preguntó Rosalie, que entró en la cocina con rapidez.

Apartó una silla y se sentó a mi lado.

―Bien, muy bien ―le contesté, cogiendo otra tortita―. A no ser por las náuseas y los vómitos, no me noto nada diferente ―y me la metí en la boca.

―Me alegro ―sonrió Rose. Entonces, sacó una revista de no sé donde y la posó en la mesa, abierta por una de las páginas―. Mira qué dormitorio de bebé más bonito.

Los ojos de Jake estaban concentrados en la acción de partir el beicon con el cuchillo y el tenedor, pero fue oír eso, y se alzaron súbitamente para mirarla con cara de pocos amigos.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora