¡¿TENDRÍAN MORRO?! ¡¿PERO DE QUÉ IBAN?!

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Mi manada se puso en pie inmediatamente, para gruñirles.

―Mis felicitaciones. Ha sido toda una lección de lucha ―me dijo la Pitufina, terminando de aplaudir.

¡Maldita arpía!

No pude evitar erizarme y dedicarle un sonoro rugido. Sin embargo, después decidí que era mejor decirle las cosas a la cara.

Mierda, pero tenía un problema.

Sin esperar a la reacción de la rubia canija, me giré hacia mi manada bruscamente, de lo cabreado que estaba.

¿Tus pantalones están limpios?, le pregunté a Quil, no de muy buenos modos, lo reconozco.

Pues claro, ¿qué te piensas?, chistó él.

¿Cuánto de limpios?, inquirí, echándoles un vistazo.

¿A qué viene eso?, criticó, molesto. Me los puse bien limpitos antes de venir a esta misión, ¿sabes? Recién lavados.

Ah, vale, acepté, cogiéndoselos con mi boca y sacándoselos de su cinta de cuero.

No usábamos calzoncillos, así que mejor no jugársela.

¡Eh, mis pantalones!, se quejó, trotando detrás de mí para recuperarlos.

¡Te los devolveré, hombre, te los devolveré!, le calmé, resoplando. ¡Vuelve a tu puesto!

No fue una orden impartida con mi voz de Alfa, pero obedeció, eso sí, murmurando un montón de maldiciones para sus adentros.

Como ya estaba harto de hacer, me dirigí a un árbol con el tronco ancho y me oculté. Esto ya resultaba todo un rollazo, pero qué quieres, con tanta fémina alrededor era más que obligatorio. Adopté mi forma humana, me vestí con los pantalones de Quil y salí disparado de allí para encaminarme hacia la Pitufina, cabreado.

La muy víbora ni se inmutó cuando me vio a dos piernas, y eso que mi careto no era amistoso, precisamente, y mis pies se clavaban en el terreno con pasos decididos y rabiosos. Mantenía esa cara de niña pequeña bien alta, mirándome con prepotencia, mientras esperaba a que terminara de acercarme. Estúpida. El mafioso y sus cinco secuaces me observaban con un semblante parecido, aunque con reservas, y el Pitufo, el grandullón y el rastreador mostraban unas caras totalmente neutras, como estatuas. En cambio, el Zanahorio tenía un careto de desaprobación total, pero lo que me sorprendió es que esa expresión no iba dirigida a mí, sino a su compañera. En fin.

―¡Malditas ratas! ¡¿Cómo os atrevéis a aparecer por aquí después de lo que habéis hecho?! ―les increpé nada más llegar, abalanzándome sobre la rubia canija.

Unos brazos fuertes, pétreos y fríos como un glaciar me sujetaron por detrás y me detuvieron. Cuando conseguí girar medio cuerpo para echar un vistazo, enfadado, comprobé que era Emmett. Pero ahí no terminó la cosa. De repente, comencé a sentirme extrañamente más relajado. Jasper…

Me deshice de los brazos de Emmett, de un movimiento brusco, y les dediqué una miradita de crítica a los dos.

―No sé de qué estás hablando ―se defendió la Pitufina, siguiendo con su soberbia de siempre. Me volví hacia ella, echando humo―. No hemos hecho nada.

―¡Tú y este cretino ―indiqué a ese matón de Thiago con la cabeza― queríais deshaceros de mi mujer! ―le grité en toda la cara.

Los idiotas que formaban el grupo de Thiago se atrevieron a gruñirme por lo bajo cuando llamé cretino a su jefe, sobre todo la Naomi Campbel, pero él ni se inmutó. El resto de chupasangres tampoco lo hizo, es más, tenían cara como de no conocer de qué iba todo esto, salvo el Pitufo, al cual se le escapó una miradita fugaz hacia su hermana que mostraba cierta inquietud y alarma, ya que era evidente que si a mí me daba la gana, podía aniquilarles de un solo soplido.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora