Subí los peldaños tranquilamente, de dos en dos, al tiempo que silbaba el estribillo de una canción de la que no sabía ni el título, ya que solamente la había oído en el estéreo del coche un par de veces. Eso sí, era pegadiza, la condenada. Atravesé la corta distancia que había de la escalera al cuarto del bebé y pasé adentro.
Como me había supuesto, Nessie se encontraba en este dormitorio, observando lo bonita que nos había quedado la decoración con mi, no es por nada, excelente trabajo y, vale, los acertados cuadros y blancas estanterías con motivos infantiles que había aportado Esme. Estaba doblando la diminuta ropa de A. J. por enésima vez, señal de que había vuelto a sacarla para mirarla, y la estaba colocando de nuevo en el armario. Sí, se notaba que solamente faltaba una semana para que saliera de cuentas.
Me acerqué a ella por detrás y rodeé su descomunal barriga con mis manos. No se asustó, claro, ya me había oído silbar de camino hacia aquí. Giró su rostro hacia el mío, sonriente.
―Hola ―le saludé, sonriendo como un alelado.
No sé por qué la saludaba, porque acababa de verla hace un rato, en realidad, no me había pirado de casa en todo el día, pero no pude evitarlo.
―Hola ―respondió ella, también con una sonrisa.
Los dos nos dimos un beso. Despegué mi bocaza, antes de que el chisporroteo de mi estómago subiera de intensidad, como la energía, y ya se convirtiera en una misión imposible.
―¿Viendo la ropa del bebé? ―le pregunté, acariciando su vientre.
―Sí ―asintió, poniendo sus manos sobre las mías.
Me fijé en que incluso había vestido la cuna con uno de los juegos de ropa de cama que Bella y Edward habían comprado hacía poco menos de un mes, movidos por el entusiasmo de nuestra salida victoriosa contra los magos y los rumanos, bueno, sobre todo porque Nessie y el bebé finalmente habían salido ilesos de aquello. La cuna tenía la mantita de color azul puesta, de la que sobresalía el embozo de la sábana blanca, con las letras “A. J.” bordadas y una franja de rayas de unos ocho centímetros justo en el borde de la tela, todo ello también en azul, y esa diminuta y plana almohada, que hacía juego con el resto, ya que seguía la estética de rayas azules y blancas.
―Veo que ya le has preparado la cuna y todo ―sonreí, apretándola contra mí con ilusión.
Vale, vale, lo reconozco, se me caía la baba, casi nos podíamos poner a nadar allí.
―Ya sé que todavía queda una semana para que nazca, pero me gusta tanto la cuna, que me moría por verla vestida ―se giró hacia mí y rodeó mi cuello con sus brazos, mirándome con una amplia sonrisa de orgullo y satisfacción―. Te ha quedado genial.
Ver su rostro satisfecho y desbordante de adoración me llenaba de felicidad, qué puedo decir. Bueno, es que la cuna me había quedado muy bien, para qué íbamos a negarlo. Al final había encontrado la plantilla para el dibujo infantil de un cachorro de lobo. A Nessie le hacía especial ilusión que el cabecero de los pies tuviera el dibujo de un lobo, así que rebusqué por todos los sitios habidos y por haber, me costó un triunfo, todo hay que decirlo, hasta que por fin di con esa plantilla en una pequeña tienda de aquí, en La Push.
―Entonces, ¿te gusta de verdad? ―inquirí, observando esos ojazos con atención.
―Me encanta, es la cuna de mis sueños ―afirmó, sonriéndome―. No hay otra cuna mejor en todo el mundo.
Sonreí, más que satisfecho, y volví a besarla, esta vez con un beso más largo.
Claro, por supuesto una vez más tuve que obligarme a despegar mi boca de la suya, porque si seguía…
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JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)
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