CUARENTENA

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Ese doce de junio no fue el único día en el que tuvimos visitas. Al día siguiente también vinieron a vernos Ezequiel y Teresa, ellos no fueron tan impacientes como los chicos de la manada y prefirieron esperar a que yo me encontrase más descansada. Mercedes ya había venido con Embry y con el resto de metamorfos, así que no acompañó a su madre y a Ezequiel en esa visita. Sin embargo, las entradas y salidas en nuestra casa no terminaron ahí. En los días sucesivos también vino el aquelarre de Denali al completo, Renée, que tuvo que ponerle otra excusa a Phil, y Rebecca, que había partido desde Hawai con su marido y sus tres hijos.

Todo el que pasó por casa se dedicó a sacarle fotos al bebé, así que de repente pasamos de tener una simple ecografía a tener una multitud de fotografías suyas. Anthony bostezando, Anthony chupándose el dedo, Anthony tomando el biberón en mis brazos o en los de su padre, Anthony llorando, Anthony durmiendo, Anthony haciendo una mueca… Cualquier gesto del bebé era una buena excusa para fotografiarlo.

Sin embargo, según pasaron las semanas, nuestro hogar por fin se fue quedando en calma, ya que todos regresaron a sus casas. Mi familia ya había terminado los exámenes, así que decidieron pasar el verano en Forks para estar cerca de Anthony, pero también por si algún día necesitábamos su ayuda.

Mi convalecencia por el parto pasó volando, y sin darnos apenas cuenta, Anthony ya tenía poco más de un mes de vida.

Hoy no hacía sol, pero hacía bastante calor, así que teníamos una ventana del salón abierta para que entrase algo de ese aire cálido con olor a verano. El griterío de la gente que pasaba su jornada de playa en First Beach se adentraba en la sala de estar, aunque tan sólo era un murmullo de fondo que se mimetizaba con el relajante canto de los pájaros que vivían en el bosque contiguo a nuestra vivienda y los chillidos de las gaviotas cuando sobrevolaban el cielo en busca de alimento.

Jake estaba en uno de los butacones, dándole el biberón a Anthony, o A. J., como él prefería llamarle. La verdad es que no teníamos ninguna queja de él. Tragaba todo lo que le poníamos en el biberón, y por las noches solía dormir bastante bien, tan sólo lloraba en las horas señaladas en las que le tocaba volver a tragar, era como un reloj. Jacob y yo nos turnábamos para darle el biberón y cambiarle el pañal, pero no sólo por las noches, sino que por el día también.

Anthony ya había crecido un poco, pero seguía viéndose muy pequeñito en los enormes brazos de su padre, sin embargo, éstos le arropaban con mimo y cuidado. A pesar del calor que hacía, a Anthony parecía gustarle mucho estar ahí, nunca se había quejado, en realidad, creo que le gustaban tanto los brazos de Jake como los míos. No le culpaba, a mí también me encantaban. Los ojitos verdes de Anthony ya se mantenían abiertos, y parecían escudriñar el rostro de su padre, como si quisiera estudiárselo bien, aunque su visión todavía era muy precaria. Mientras Jacob sonreía y le miraba completamente orgulloso, el bebé se tomó todo el biberón sin rechistar, hasta que ya no quedó nada.

Yo estaba en el butacón de al lado, observando esa tierna estampa, engatusada, con una sonrisa tonta.

―Muy bien, campeón, te lo has tomado todo ―le alabó Jake al bebé, con una sonrisa aún más grande.

Me levanté, sin dejar de sonreír, le cogí el biberón a Jake y me senté de nuevo en mi sitio. Él alzó al niño y lo echó sobre su hombro para hacer que expulsara los gases.

―Siempre come muy bien, ¿verdad, Anthony? ―le elogié a mi hijo.

―Es un tragón ―rió Jacob, pegándole unas suaves palmaditas en la espalda.

―No sé a quién me recuerda ―bromeé, riéndome yo también.

Anthony expulsó el gas por la boca con un sonoro eructo.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora