= ANTHONY =
―Hey, A. J., pásame un perrito caliente, anda ―me pidió Andrew.
―Toma, so vago ―agarré uno de la bolsa y se lo lancé al careto para ver si se lo estampaba y le llenaba de ketchup y mostaza, pero el muy desgraciado tuvo suerte y lo pilló al vuelo.
Vaya, hombre.
―Es lo que te toca, primo ―se mofó él.
―Sí, ya ―resoplé.
―Termináos lo poco que queda ―nos aconsejó Joshua―. El resto ya ha terminado con lo suyo, así que no tardarán en venir a buscar más comida.
―Esta fiesta es la caña ―sonrió Lucas, pegándole un bocado a su perrito.
―Ni que lo digas, colega ―coincidí mientras me llevaba mi cerveza sin alcohol a la boca y observaba la estampa.
La música sonaba a toda pastilla en nuestro bando, apagando los sonidos típicos del bosque que teníamos a las espaldas. Normalmente nos juntábamos todos, pero hoy, no me preguntes por qué ni a quién se le ocurrió la idea, había dos sitios claramente diferenciados en la fiesta. El bando de los novatos y el bando de los veteranos.
En nuestra pira nos encontrábamos los novatos, los nuevos miembros de la manada, bueno, nuevos era un decir, porque Joshua, el hijo de Sam Uley, tenía veinticuatro tacos y ya llevaba bastante en el grupo. Desde que Leah había dejado de transformarse para casarse y envejecer junto a Simon, él era el segundo al mando. Le correspondía por tiempo, edad y linaje, puesto que yo era el novato por excelencia, a mis dieciséis, hacía solamente dos meses que me había incorporado, y, de momento, era el último, aunque no el más joven. Menudo fastidio. No te imaginas la de novatadas que tienes que aguantar, y encima, al ser el hijo del Gran Lobo, más todavía. Ya estaba deseando que alguien nuevo llegase y me relevase de este asqueroso puesto, eso sí, entonces yo pasaría a hacer la novatada. Andrew, mi primo, tenía diecinueve primaveras, así que también hacía tiempo que formaba parte de la manada. El único que tenía más o menos mi edad era Lucas. Era el hijo mayor de Seth y Brenda. Estos dos se iban a casar al año siguiente de mi nacimiento, o algo así, sin embargo, ella se quedó embarazada antes y tuvieron que adelantar la boda para que no apareciese con un bombo enorme. Yo le sacaba poco más de un año a Lucas, pero, cosas de la vida, él se transformó antes y llegó a la manada primero, así que el novato seguía siéndolo yo. Estaba deseando que Jared Jr, el hijo de Jared y Kim, Samuel, el hijo de Canaan y Sarah, Christian, el hijo de Embry y Mercedes, mi hermano y David, el vástago de Quil y Claire, se transformasen de una maldita vez. Lo malo es que los primeros aún rondaban los trece y catorce años, y los últimos todavía tenían ocho y seis, así que chungo. Bueno, ni qué decir tiene que todos habían tenido más prole y que otros miembros veteranos de la manada habían tenido hijos varones primogénitos, claro, pero es que estos eran incluso menores que David. En fin. Estas fiestas eran todo un acontecimiento para los novatos como Lucas y yo, porque ya formábamos parte de la manada. Nosotros pertenecíamos a una nueva era de la manada. Era excitante y emocionante. Era guay.
La pira de los veteranos ardía a unos metros más allá de nuestra posición, en lo alto de esta colina en la que siempre celebrábamos estas reuniones. Allí se encontraban los antiguos miembros, esos que lo habían dejado, los imprimados mas los que habían elegido no seguir por diferentes motivos, acompañados de sus mujeres, y los miembros del Consejo, es decir, Billy, Sue, Sam y el Viejo Quil. Bueno, nosotros le llamábamos el Viejo, Viejo Quil, porque tenía cien años en cada pierna por lo menos. Además de ellos, se encontraba el resto de miembros veteranos de la manada que habían elegido seguir transformándose para servir al Gran Lobo y que continuaban siendo jóvenes. Menudo contraste, pero así era, unos pasando la cuarentena y otros con sus imperturbables veinticinco. Por supuesto, también estaban mis padres. Sí, ahí los tenías, acaramelados en un rincón, dándose el lote delante de todo el mundo, como dos adolescentes.
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JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)
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