A CASA

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Todos estábamos esperando la llegada de los refuerzos.

Jake y yo nos encontrábamos sentados en una de las múltiples rocas que se esparcían por ese terreno ya empedrado de por sí. Mi padre y Carlisle parecían enfrascados en una conversación en la que el resto de mi familia, especialmente mi madre, prestaba mucha atención. Hablaban demasiado bajo, tanto, que ni Jake ni yo podíamos oír nada, pero suponíamos que se trataba de algún ajuste en la estrategia, ya que Carlisle no parecía haberse quedado muy conforme con algo.

Los metamorfos, Ezequiel y Teresa esperaban pacientemente a nuestro lado, mientras que Jane, Alec, Demetri, Felix y Enguerrand lo hacían en el otro extremo. Los quileute seguían en su forma lobuna, ya que no se fiaban nada de la guardia de los Vulturis. Jacob tenía la mano metida por mi blusón, sobre mi vientre, para sentir las continuas pataditas del bebé. Eso le encantaba, y a mí también. Estaría en la gloria, si no fuera porque podía sentir el odio de Jane clavándose directamente en mí.

No sabía si hacía muy bien en estar aquí y en acompañar a Jacob en esta batalla. No quería ser un estorbo ni una carga, pero, realmente, tampoco me quedaba más opción. No podía separarme de él, pues eso era peligroso para el bebé. ¿Y si estaba en casa y llegaban Razvan y el resto de los magos? Por mucha protección que tuviera, incluida la de Ezequiel, ellos seguían siendo más poderosos. Solamente Jake podía combatir la magia de los tres, por eso era mejor que el bebé y yo no nos despegásemos de su lado. Bueno, aunque tenía que reconocer que me había alegrado de estropear las intenciones de Jane.

Justo acababa de pensar en esto, cuando Carlisle, acompañado por mi padre y el resto de mi familia, se acercó a nosotros. Papá traía un semblante algo enfadado y mi madre venía acariciándole el brazo, como si tuviera que calmarle, cosa que llamó mi atención.

Jake sacó la mano de mi blusón cuando vio que llegaban frente a nosotros.

―Jacob, ¿podemos hablar? ―le pidió Carlisle.

―Esto es un error ―murmuró mi padre, mirando hacia otro lado con disconformidad.

Mamá volvió a acariciarle el antebrazo.

―¿Qué pasa? ―se extrañó Jake, y más al ver esa actitud de papá.

Carlisle me miró con prudencia durante un fugaz segundo y después dirigió su vista hacia Jacob.

―Creo que sería mejor que Nessie no nos acompañase ―dijo con voz suave y cauta.

Mi corazón se detuvo durante un instante.

―¿Cómo? ―cuestionó mi chico, frunciendo las cejas.

―Sólo queda una semana para que empiece su octavo mes de gestación ―empezó a explicar Carlisle―. En esta etapa del embarazo ese tipo de transporte podría ser peligroso. Aunque Teresa intente llevarla con delicadeza, alcanzaréis una velocidad muy rápida, y los viajes hasta las cuevas serán demasiado movidos para ella ―noté cómo mi rostro reflejaba esa desazón que empezaba a sentir mi corazón conforme mi abuelo hablaba―. Además, no me acaba de convencer el truco de invisibilidad de Ezequiel. Nosotros tampoco la veremos, y aunque Edward o vosotros los lobos nos aviséis, puede darse el caso de que alguno de nosotros ataque, ella esté en medio y sea demasiado tarde para evitarlo. Eso sin contar el alto grado de estrés que le puede causar la batalla. No es aconsejable.

Me quedé muda. No pude decir nada, porque Carlisle tenía razón, y lo sabía. Y también sabía que era una carga, aunque ellos no lo dijeran para no herir mis sentimientos. Pero, por otra parte, me daba tanto miedo separarme de Jacob. Mi mano se fue automáticamente a mi abultada barriga. ¿Qué íbamos a hacer el bebé y yo sin él? ¿Y si nos atacaba Razvan mientras tanto? Mi horrible pesadilla se instauró en mi cabeza al instante y mi respiración se agitó algo. Miré a mi marido. Él parecía estar teniendo el mismo pensamiento que yo, aunque también percibí todo un revoltijo de dudas.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora