XXXVII. Nuevos comienzos, nuevas cagadas.

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NAMJOON

Con la respiración agitada y los audífonos a todo volumen. Namjoon todavía estaba a la mitad de su rutina.

Eran las 5:32 de la mañana.

No conocía todavía aquel campus, pero pensaba hacerlo suyo. Solo tenía que practicar y practicar, cada día más. Hasta que el entrenador a cargo del equipo de fútbol americano lo notará y lo incorpore a su equipo.

«Es solo cuestión de tiempo» se dijo a sí mismo. Mientras paraba la marcha y comenzaba a hacer estiramientos.

Todavía el día seguía nublado y oscuro, pronto ya vendrían los molestos rayos del sol que lo harían sudar a chorros. Y joderian su buena rutina.

Sin embargo, Namjoon no podía permitirse condescendencias. Ahora, no.

Demasiado tiempo y esfuerzo le había costado para convencer a sus padres para que lo cambiarán de Universidad. De viajar desde Ilsan a Seúl para quedarse con Jackson (su primo favorito) y estudiar juntos.

Lo había dejado todo, en su ciudad natal.

«Como si eso importará, ahora» pensó Namjoon con una sonrisa en el rostro.

El equipo de fútbol americano, la banda de capitán que tenía ahí. Los lujos, sus comodidades. Su auto, hasta su novia (ahora exnovia) ¿Qué más daba? No le importaba nada de eso, le habían demostrado lo suficiente para que no valga la pena.

Sí hubiera seguido ahí, de seguro se habría vuelto como ellos.

Sin embargo, había algo que no podía dejar. Y era su amor por el fútbol, donde sea que esté, siempre tenía presente aquello que le gustaba hacer.

Y por eso, ahora tenía que hacer las cosas bien. Entrar a un equipo por esfuerzo suyo y no por ser hijo de un renombrado jugador, como había pasado en Ilsan.

Aquí nadie lo conocía, no sabían quien era, ni quienes eran sus padres. Todo lo que ganaría ahora, sería por él mismo y sólo él.

«Así tuvieron que ser las cosas desde un principio» pensó con un mal sabor en la boca.

Además había cierta persona que quería impresionar.

Era un chico que siempre lo desconcentraba a la hora de entrenar. Qué se sentía torpe y tonto cada vez que lo veía.

—Ugh, mierda. —soltó Namjoon cuando sin querer se cayó de rodillas en el césped todavía húmedo.

No podía hacer su entrenamiento sí seguía pensado en él. Aquel chico que vio ni bien llegó a Seúl. Cuando fue a recoger a Jackson a su trabajo y en cambio, encontró a un chico con el cabello desordenado y la mirada somnolienta.

«Kim Seok Jin»

Que le ofreció una taza de café y le tendió una polera limpia, porque la suya estaba mojada. Era una de las personas más amables que había conocido hasta ahora.

Y cuando pudo verlo mejor...

Dios.

¿Cómo existían chicos así? Con sólo una sonrisa, era capaz de matar a toda su heterosexualidad.

Namjoon quedó perplejo mucho más aún, al verlo por segunda vez. Mucho más arreglado, con más seguridad y serenidad.

Simplemente lo había dejado sin palabras.

Tenía una presencia de líder, como Namjoon había llevado toda su vida.

En el fútbol, en la secundaria, hasta cuando llegó a su nueva universidad lo habían puesto como líder del equipo para una conferencia. Eran similares de una manera extraña, que sólo hacía que Namjoon quisiera saber más de él.

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