Cap. 26

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Al salir el sol cambié mi ropa y me senté en la cocina con la mirada perdida, todo estaba en silencio con un leve eco del ronquido de mi padre desde su habitación, era muy temprano y ellos habían estado hasta tarde ayudando. Bebí una taza de leche de cabra tibia, cuando estaba vacía me levanté tomando unas manzanas guardándolas en los bolsillos de mi mandil saliendo de mi casa. Tome rumbo hacia la plaza del pueblo donde la esposa del Gran anciano estaba en la labor de organizar a las demás mujeres y jóvenes en la limpieza y atención de heridos. Para mi gran suerte me toco limpieza y al medio día en el almuerzo para los hombres que estaba haciendo los trabajos mas duros. Trabaje sin descanso y en silencio, solo asentía ante las ordenes y obedecía a cada una sin nada que decir ni siquiera cuando se me acerco West, quien también estaba ayudando en la preparación del almuerzo, millones de veces intento hablarme y millones de veces no le respondí, solo quería ayudar hasta que mis músculos no dieran más. Rechace el almuerzo y me dedique a lavar vendas de los heridos que para mi sorpresa eran pocos, fueron siete heridos leves y dos de gravedad, fueron quienes intentaron detener a Al... al lobo disparándole, eran cazadores. Solo hubo dos muertos, los amigos del hijo de Kiev que masacraron a los cervatillos y el hijo de Kiev esta al borde de reunirse con sus amigos, no sentí ningún tipo de pena por ellos. La mayoría de los trabajos de los hombres se dedico a despejar las casas incendiadas, que fueron tres, dos fueron accidentes en medio del pánico y una nadie entendía porque estaba incendiada, la casa de Joseph. Supuse que Ale... el lobo iba hacia allá para encargarse de que no me casara sino lograba escapar con él, alguien lo vio y se desato el pánico. En realidad no tenia ni idea que había pasado solo sabia que debía ayudar como fuera a mi pueblo.

-Vittoria-me llamo una vecina cuando estaba trayendo paja desde el establo hacia la plaza con una carretilla. -Descansa un poco, has estado trabajando sin parar desde el amanecer.

-No se preocupe me encuentro bien-dije sonriéndole para tranquilizarla, aunque me sentía un poco fatigada, no tenía intención de detenerme.

-No has comido nada, solo esas manzanas-tenia el ceño fruncido debido a la preocupación. - ¿Por qué no te acuestas un poco en el establo? No necesitamos mas paja por el momento, descansa allá y si necesitamos mas te mando a llamar.

Iba a negar su oferta, pero sentía mi cuerpo agarrotado y mi lado racional me dijo que si me desmayaba o me enfermaba no iba a poder ayudar a nadie, así que solo le dedique una sonrisa asintiendo. Tome la carretilla dirigiéndome al establo, el cual estaba en total silencio, lo cual era comprensible se estaban usando a todos los caballos y burros para los arreglos. Dejé la carretilla al lado del bajón de agua, de repente sentí que me tapaban la boca asustándome.

-Tranquila, Vittoria, soy Nael-dijo a mi oído. Me solté volteándome encontrándome con Nael con un capucha negra tapándose el rostro.

- ¿Qué haces acá? -dije en voz baja, -alguien puede verte.

-Lo sé, tranquila, me metí por la parte de atrás y llevo oculto bastante tiempo-me dijo sacándose la capucha. - ¿Cómo estás?

- ¿Cómo crees? -le respondí apretando la mandíbula. El asintió comprendiendo.

-Lo lamento, debí haberlo detenido-sus ojos oscuro mostro gran tristeza. El tiempo que llevaba conociendo a Nael entendí que él se sentía responsable por cada cosa que pasaba en su manada, en su familia, cada cosa que pasaba se lo tomaba de manera muy personal y sufría profundamente cuando uno de los suyos sufría. Era un líder nato que valoraba y respetaba a cada uno de los suyos.

-No es tu culpa-suspire cansada sentándome en el borde del cajón de agua, -sabia que esto podía pasar. Conozco a Alec, sé lo que es capaz mejor que nadie.

-Si, me conto todo lo de ustedes-me miro algo apenado. -Fue algo despreciable de su parte, no entiendo como fue capaz de eso.

-Entiendo porque lo hizo-dije tocando mis costillas donde aún tenía una cicatriz, -me mostro como la vida había sido con él. Mostrarme a mí, quien lo trataba de monstruo, de aberración, porque era lo que era. Quitándome lo que a él le quitaron de la peor manera posible.

-Fue transformado muy joven-negó con la cabeza. -Cuando lo conocí era mas animal que persona, no hablaba solo gruñía y no soportaba que Nara se le acercara, incluso una vez se le tiro en encima y le mordió el cuello-mire incrédula a Nael, no podía imaginarme algo así. Alec adoraba a Nara, no me imaginaba hiriéndole, -ella de un fuerte empujón se lo saco encima y le empezó hablar de forma firme y con ese tono de voz que se eriza la piel, Alec solo estaba ahí con la mirada gacha escuchando todo, era como ver a un cachorro siendo regañado por su madre, después de eso comenzó ese cariño entre ellos dos.

- ¿Por qué viniste, Nael? -solté, no entendía en lo que iba todo esto.

-Ayer me peleé con Alec-asentí, lo había sentido. -Vamos a dejar estos bosques mañana antes de que aparezca la luna. Los cuatro.

Por un minuto sentí que el suelo se movió vertiginosamente. Alec se iba, mi manada se iba.

-Sé que está enojada, pero quiero saber si te quieres ir de todos modos con nosotros-dijo de manera calma con un leve deje de preocupación. Como Alfa le incomodaba tener su manada incompleta, sobre todo de esa manera.

-No puedo-negué con la cabeza, -ahora mi pueblo me necesita mas que nunca y no los dejare.

- ¿Segura? -asentí sin ningún titubeo. -Entiendo tus razones, Vittoria, pero que quede claro que siempre tendrás un lugar con nosotros.

-Lo sé, Nael, gracias-le sonreí, Nael me recordaba mucho a mi hermano. -Solo te voy a pedir una cosa.

- ¿Qué cosa?

-Asegúrate que Alec se vaya de acá- sentí una presión en el pecho al decirlo.

-Hare lo que pueda con ese lobo testarudo-dijo colocándose su capucha. -pero un lobo siempre va a estar donde su loba este, no te olvides de eso.

Asentí. Tenia eso clarísimo, ya que sentía exactamente lo mismo pero era lo que se debía hacer.

Nael desapareció de mi vista en menos de un parpadeo dejándome con una sensación, una mezcla de alivio y una profunda tristeza. Mi manada se iba, mi lobo se iba. Era lo mejor.


Mi loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora