Cap. 29

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Mucho antes de llegar al pueblo perdí la conciencia entre los brazos de mi padre, quien en ningún momento dejo de tararear la canción de cuna que me cantaba cuando era una bebé, la niña de sus ojos. No tenía ni idea que me iba pasar, que iba a pasar con mi familia, solo esperaba que lo que me llegara a pasar no hiera a nadie más, que no hubiese más heridos en toda esta locura. Que la última víctima de todo esto fuera yo.

Fui abriendo los ojos de apoco, al lograr enfocar completamente mi vista, bueno la vista de mi ojo derecho ya que no podía ver nada con el izquierdo, debido a que tenía un vendaje ahí, logre ver un techo de adobe. Lentamente me incorpore de la cama que me encontraba descansando, me encontraba en un cuarto pequeño donde apenas entraba luz de afuera y la puerta era una gruesa reja. Suspire pesadamente. Estaba en la prisión del Consejo. Apoye mi cabeza en la pared, sentía un leve dolor punzante que sentía que la partía en dos, lo cual no extrañaba para nada con todo lo que paso anoche me sorprendía que aun siguiera viva. Mi papá sabia la verdad, mi papá había matado a Kiev para que este proceso fuera más ligero y fácil sin tenerlo haciéndome la vida imposible, sabía que mi padre era un hombre fuerte y que para proteger a los suyos era capaz de todo, bueno eso me lo dejo más que claro, pero aun así me pesaba que él tuviera que hacer semejante cosa con el fin de ayudarme, mientras que solo le iba a traer problemas con mis decisiones. La imagen de mi hermano paso por mi cabeza, él era igual que nuestro padre, tampoco hubiera dudado en hacer lo mismo, aquel pensamiento no me tranquilizo en lo más mínimo no quería que se siguieran sacrificando por mí. Mi queridísima madre debía estar como poco furiosa con todo esto, su querida hija había tirado al suelo el buen nombre de la familia. Bufe con fastidio al pensar eso.

Un ruido en la puerta me hizo salir de mis cavilaciones, mire hacia allá encontrándome con la esposa del Gran Anciano, Tania Reign, una señora de unos sesenta años de carácter muy dulce, pero a la vez era fiera como ella sola, digna esposa del jefe de nuestro pueblo. Me quedo mirando al darse cuenta de que estaba despierta.

-Hasta que despierta, niña roja-dice abriendo la puerta. Ella siempre me decía así desde que mi papá me regalo mi capa al cumplir quince años.

- ¿Cuánto dormí? -pregunté al verla entrar con una bandeja llena de cosas para mi herida.

-Mas o menos un día entero- con esa información entendía perfectamente que me doliera tanto la cabeza. -Lo que es totalmente entendible con todo lo que pasaste, mi niña.

-Supongo que sabe todo, señora-dije, esta asintió tomando asiento al lado mío.

-Tu padre llego antes que todos los demás y vino directamente acá-explico sacándome el vendaje del ojo. -Nos explicó todo lo que paso, así que te cure y Sam ordeno que te metieran acá.

- ¿Tengo muy mal la herida? -pregunte cuando me estaba limpiando la herida.

-Si hubiera sido profunda lo más probable hubieras perdido el ojo, pero fue una herida limpia. Aunque te va a dejar una cicatriz.

-Bueno, estoy acostumbrada a ellas-suspire.

-Eres una chica ruda, Vittoria, muchas ya se hubieran derrumbado-sus ojos pardos me miraban fijamente, examinándome.

- ¿No me odia?

-No soy quien para juzgar a nadie por sus decisiones, eso se lo dejo a mi esposo-respondió terminando de curarme. -Ahora entiendo tu empeño de ayudar después del desastre del Lobo, tienes un corazón de oro, querida.

- ¿Qué cree que me llegue a pasar? -pregunte levemente nerviosa.

-Lo que sea que se llegue a decidir sé que estas preparada para ello y más, pequeña Garret-dijo acariciando mi mejilla, suspire esperando que fuera verdad.

Mi loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora