Epílogo

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Mis años viviendo en el bosque me enseñaron que vivir acompañado y con confianza en nosotros era algo de vida o muerte, no siempre era fácil, pero si mil veces más reconfortable tener una manada unida. Mi manada, mi familia. Nos mantuvimos en los colindes del las montañas nevadas alrededor de dos años, algo que nos mantuvo bastante fuera del radar de muchas personas que odia a los lobos, entendí que los hombres lobos eran cazados y odiados en muchas partes, por eso muchos eran nómades y eran raros los que se mantenían acechando un solo bosque. Salimos de esos bosque huyendo de un loco. Creía que era la vida de un lobo era difícil, pero era mucho mas complicado que eso y era culpa plenamente de las personas, por eso la información sobre los lobos era tan celosamente guardo por las parejas, si se llegara a enterar todos los secretos que Nara me había revelado por ser pareja de Alec, la vida de mi lobo, de todos los lobos correrían un inmenso peligro. Solo pensarlo se helaba la sangre. Al entender eso decidí informarme más, entender más sobre lo que pertenecía, volverme tan sabia como mi loba alfa. En nuestros viajes tanto por los bosques del norte del país y por los bosque del sur de Canadá conocí a lobos solitarios, manada pequeñas y grandes, conocí lobas.

Las lobas teníamos una conexión entre nosotras sin la necesidad de ser necesariamente de la misma manada, nos mirábamos con complicidad y nos sonreíamos con picardía como si supiéramos un secreto que nadie más sabia ni siquiera nuestros lobos. Era agradable hablar con otras lobas, conversaciones de gran aprendizaje sin duda. Todas teníamos algo rojo que nos caracterizaba joyas, vestimenta, listones, marcas, pelo, todo rojo marcándonos como pareja. Caprichos de la vida. Al otro lado de la frontera, nos topamos con un lobo y su pareja, ambos de mas de cien años aunque parecían de cuarenta y tenían la vitalidad de los treinta, esa loba nos absorbió a Nara y a mí en un conversación de horas sin descanso, aprendí que uno de los deberes como loba era resguardar todos los secretos de los lobos y esa loba nos nutrió mucho de ellos. Era increíble como no me olvidaba ningún detalle de esa información, podía citarlos con precisión. Amaba eso.

Cuando Garrick cumplió once años nos azoto un cruento invierno que casi mata de una hipotermia al cachorro. Nunca en esos años de convivencia había visto a Nael tan desesperado al ver el estado de su único hijo, me desgarro el alma verlo así y Alec estaba igual. Decidimos establecernos.

Llegamos a la cabaña de la abuela de Nara al inicio del verano. Alec y Nael le hicieron muchas modificaciones para la comodidad de todos. Hicieron un segundo piso, ampliaron el piso de abajo junto con la cocina, cambiaron el piso y las puertas. Al terminar le remodelación la cabaña parecía una casa en toda la extensión de la palabra, era casi el triple de lo que era originalmente. Junto con Nara hicimos un huerto para poder plantar verduras y hierbas que no se encontraban en el bosque, además de reconstruir el pequeño gallinero que había originalmente. Con Garrick hicimos una gran guarida para Crysta, Brown, Leo y Doc, nuestra pequeña manada de lobos guardianes. Desde que mande a Crysta con Alec no se volvió a despegar de nosotros al igual que sus cachorros, nos hacían una compañía agradable y amaban correr junto a Nael y Alec en las noches de luna llena.

Un día nos vimos en la necesidad de ir al pueblo más cercano para conseguir algunas cosas, el pueblo mas cercano era el pueblo natal de Nara por lo cual no iba ir ni amenazada de muerte, así que me tocaba ir a mi y obviamente Alec no me a dejar ir sola a un pueblo de lunáticos, según él, así que me acompaño. No era muy diferente al mío, siempre mirando con desconfianza a los desconocidos y con una extraña tensión en el aire sobre todo a dos noches de la luna llena. Ufff, era como sentirse en casa. Alec miraba hacia todos lado evidentemente tenso, sobre todo cuando miraba hacia la casa principal del alcalde, quien fue quien maltrato a Nara que era su prometida en ese entonces, si Alec le partía el cuello a ese imbécil lo apoyaría sin dudarlo.

Mi loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora