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Capitulo dos: Bienvenida sorda.

La ira es solo el guardaespaldas de la tristeza.

Suspiré cuando llegamos a la decimoquinta habitación de la casa Riox, y por palabras de la señora Riox aún faltaba muchísimo más por recorrer

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Suspiré cuando llegamos a la decimoquinta habitación de la casa Riox, y por palabras de la señora Riox aún faltaba muchísimo más por recorrer. Apenas me había dado la bienvenida, Cassandra me había tomando de un brazo para darme un recorrido por la mansión. Habíamos pasado sala de juegos, sala de cine, gimnasio y hasta sala del té, ¿realmente había una sala únicamente para tomar el té? La vida de los ricachones ingleses.

«La que pronto vivirás tú» Me recordó mi subconsciente, como si ya no fuera suficiente con el nudo que se había creado en mi pecho desde que decidí dejar todo atrás en Woodside y lanzarme a por una nueva vida en la que no sabía si realmente encajaría.

—Y ésta de aquí es la sala para yoga.—Las palabras de Cassandra me habían sacado medianamente de mi cabeza, le sonreí por cortesía, e incluso me sentí ligeramente mal porque estaba bastante emocionada mostrándome todo. Pero, una pregunta tonta a más no poder me estaba carcomiendo las neuronas, así que sin pensarlo mucho, solo la solté.

—¿Y el yoga no se podría hacer en el gimnasio?

—Completamente acertado, pero mamá necesita una habitación para todo o no se siente completa.—Voces rieron a mis espaldas y antes de darme la vuelta visualicé como la señora Cassandra rodaba los ojos y sus labios se movían sin voz. "Dios."

Delante de mi habían dos chicos, jóvenes, MUY JÓVENES, en comparación a los puros vejestorios que había estado viendo rondando por la casa/mansión Riox. Estos chicos no deberían pasar de los veintitrés años, probablemente. Ambos eran altos, y guardaban un gran parecido entre sí; el cabello castaño, ojos mieles y la piel ligeramente pálida. Y también eran casi igual de altos.

—¿Phoenix?—La señora Cassandra tocó mi hombro, y los dos chicos delante de mi sonrieron a la vez, una sonrisa ladeada, lo único que los diferenciaba es que uno tenía la sonrisa hacia la izquierda y el otro hacia la derecha, era como si cada uno completara la sonrisa del otro. Estaba tan conectados que asustaba.—Ellos son mis hijos: Ader y Abel Riox.

—Encantado de conocerte, Phoenix.—Ronroneó el de la izquierda, se acercó coquetamente, tomó mi mano y la besó, en plan seductor.—Soy Ader.

—Eh, igual.—Respondí, limpiando contra mi pantalón el baberío que me dejó en los nudillos de mi mano. El otro chico, que debía ser Abel si mi lógica no estaba tan jodida y no escuché mal, solo sonrió y levantó su mano con algo de timidez. Para mi fue suficiente aquel gesto. Era...agradable.

—Ven, linda, sigamos con el recorrido.—La señora Cassandra ofreció amablemente, pero mis pies estaban a punto de pedir a gritos que los sacara de los tacones bajos que me puse para lucir algo más "formal" al venir acá y dejarlos descansar.

Riox. © ✔️ [DL #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora