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| Dedicación: multimarkmultimark. |

Capítulo cinco: Disculpas.

Siempre habrá ángeles en tu infierno y tentaciones en tu paraíso.

ABEL RIOX

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ABEL RIOX.

Seguí a mi hermanos con la cabeza gacha, dando una última mirada hacia la puerta de la habitación que ocupaba la chica nueva, Phoenix, en nuestra casa. No me gustaba para nada la manera en que Ader había manejado el asunto con ella, y mucho menos como la había tomado del cuello. Ader no tenía control, yo soy su control. Yo era quien lo detenía cuando estaba a punto de hacer una locura. Ader no diferenciaba la pequeña línea entre la cordura y la locura, y yo siempre tenía que estar ahí para salvarle el culo. Y al parecer ni para eso soy bueno.

Él iba riéndose felizmente unos pasos delante de mi junto a Aleph, estaban disfrutando de haber dejado a la chica de esa manera. Asustada, con los ojos surcados en lagrimas, encogida sobre si misma.

Yo no me sentía orgulloso de aquello.

—Oigan.—Los llamé, con el semblante serio. Ellos se detuvieron, probablemente por escucharme hablar de esa manera. Normalmente me dirigiría a ellos riendo, o con un tono un poco bajo, suave. Pero lo dije fuerte, con autoridad y seriedad. Ellos me observaron curiosos, esperando que continuara.—No estuvo bien aquello, ¿Vieron cómo la dejaron? ¡La traumatizaron de seguro! ¿No ven que es alguien normal?

Mis hermanos me vieron como un alíen por unos segundos antes de estallar en unas carcajadas estruendosas que rebotaron contra las paredes del pasillo.—¿Te estás escuchando, hermano?—Rebatió Ader. Su carcajada se fue convirtiendo en una risa macabra hasta acabar con una expresión brusca y los labios apretados. Sus ojos transmitían todo y nada hacia mi, llenos de furia contenida, y a la vez, de una calma desesperante.—Así es como hacemos las cosas los Riox. Aveces pienso que tú no eres uno de nosotros. Nadie es completamente normal aquí.

Auch. Golpe duro en mis bolas sentimentales.

Aleph borró su sonrisa, cambio su asquerosa paleta de mejilla y colocó una mano en el hombro de Ader, alejándolo de mí. No le tenía miedo a Ader, pero a veces nadie podía controlarlo.—Está bien, déjalo.—Aleph me lanzó una mirada de reproche al instante.

«Claro, no hay que molestar al jodido inestable de Ader» Bufé y me di la vuelta, regresando por donde habíamos caminado.

—¿A donde crees que vas, Abel?—Aleph me gritó, pero no hizo algún esfuerzo en detenerme. Él sabía exactamente a donde iría.

—A disculparme con esa chica. No creo que merezca su mierda después de lo que le pasó con su ex novio.—Solté, algo enojado con ellos.

Aleph rio como estúpido.—El imbeeeeecil.—Canturreó.

Riox. © ✔️ [DL #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora