Una chica nueva. Un asesinato. Cuatro chicos, un misterio.
«El diablo se ha dividido, creando cuatro infiernos por separado. ¿Puedes con esto? ¿Puedes con ellos?»
No intentes desafiarlos, no los mires a los ojos, no los toques, no los nombres.
Los...
Capitulo dedicado a mi querida esposa, lemon_pie0, está super preciosa y supo de primera que Aleph de carajito quería ser doctor, ah.
Para las dedicaciones hago preguntas, y quienes la respondan de primero en el grupo de Whatss las gana, peace out, que empiece por lo que vinieron.
Capítulo cuarenta y seis: Ansias.
❝La muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja.❞
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✞
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Por la luz del sol, o por simple naturalidad; por esas razones me hubiera gustado ser despertada. En cambio, lo que recibía era una alarma incesante que apuñalaba con esmero mi cabeza cada que el estridente sonido se alzaba. Irritante.
El brazo que Abel tenía alrededor de mi cintura se levantó un poco y tocó la pantalla del celular que estaba en su mesita de noche sin siquiera abrir los ojos. Su cabeza estaba encima de mi estómago y sus brazos alrededor de mi cuerpo, apenas me había movido por lo que seguía en la misma posición; con una mano en su cabello y la otra sobre el mismo brazo que usó para apagar la alarma.
—Hoy es el día.—Murmuré con voz somnolienta.
Abel tarareó una afirmativa con voz suave, y luego besó mi vientre tomándose su tiempo.—Si. ¿Acaso estás nerviosa Phoenix?—Su voz mañanera era dulce, media ronca y tranquila.
Solté una pequeña risita en respuesta.—No, ¿por qué lo estaría? Quiero acabar con ella, Abel, de verdad que quiero hacerla sufrir bastante...y no solo porque la odio, si no porque la forma de llegar a su padre no es atacándolo directamente a él, más le dolerá que acaben a los que él ama.
Abel volcó sus labios y repartió una serie de besos pausados por toda la extensión de mi estómago hasta llegar a la parte baja de mis pechos desnudos, donde se detuvo y se saltó directo para dejar un casto besito en el mismo centro de mi pezón. El escalofrío fue inmediato.
—Abel...—Gimoteé en respuesta, sentía mis pechos sensibles por semejante atención que recibieron la noche pasada.
Él simplemente soltó una risita ronca y se levantó como si nada. Se estiró, tronando así los huesos de su espalda, las venas de su cuello resaltaban en su piel cremosa y pálida, seguí bajando la vista y llegué a sus suaves y dulces abdominales, Abel era sin duda el que los tenía menos marcados de la familia pero sinceramente...eso le daba el toque. Me encantaba.