Una chica nueva. Un asesinato. Cuatro chicos, un misterio.
«El diablo se ha dividido, creando cuatro infiernos por separado. ¿Puedes con esto? ¿Puedes con ellos?»
No intentes desafiarlos, no los mires a los ojos, no los toques, no los nombres.
Los...
❝Todo ángel necesita un demonio que le sirva un orgasmo en las puertas del abismo.❞
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✞
A Kerman no le había importado en lo absoluto que mi persona estuviera bañada en sangre, su vista no se había alejado ni un segundo de mis ojos y sus manos no se habían apartado de mi cintura no siquiera cuando nos dirigimos al interior de la mansión.
No había rastro de los chicos en la sala, ni tampoco los vimos o escuchamos en el pasillo. Quizá la razón sea que estábamos demasiado centrados el uno con el otro para que nos importara el exterior.
—Kerman, tienes que soltarme para que pueda ducharme y quitarme toda esta sangre de encima.—Achiné los ojos en su dirección, aunque internamente no me quejaba ni un poquito de sus grandes manos y sus dedos traviesos en mi espalda baja.
—Ya.—Solo asintió, y al instante sus manos dejaron mi piel con lentitud.
Mientras me adentraba a su baño no pude evitar en pensar como estaría el brazo de Ader, tampoco en si Aleph realmente estaba bien luego de ser privado de sus adoradas paletas, en si Abel estaría carcomiéndose la cabeza luego de saber que lo llevarían a las malas a un circo.
Los pensamientos se drenaron cuando el agua tibia se deslizó contra mi piel, dejando las manchas de sangre fuera de mi cuerpo en su totalidad, y dejando su lugar un delicioso olor a menta y tréboles...su jabón.
Era el olor de Kerman, su único y complaciente aroma.
Luego de la relajante ducha, me detuve por unos segundos en frente del espejo, divisé mi cuerpo de la cintura hacia arriba, aún desnuda.
En ese entonces, Kerman apareció detrás de mi cuerpo y me observó de igual manera en el espejo. Sus pupilas se dilataron la instante, lo que produjo que las mías copiaran dicha acción.
Sus manos se posaron sobre mi cuello, y luego de ejercer una dulce y corta presión se deslizaron por mis brazos, dejando un rastro de su toque en electrificaciones que se extendieron por toda mi anatomía.
Sus manos tomaron las mías, ni siquiera estaba avergonzada por estar completamente desnuda delante de él, su mirada más que avergonzarme me hacía sentir...deseada.
—Ven conmigo.—Susurró, su voz ronca y baja me sirvió como un hechizo, y supe que lo seguiría a cualquier lado y haría lo que me pidiera si algunas vez volvía a utilizar aquel tono contra mi.