Capítulo 5

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Alexander Mackenzie

Me gradué muy joven de la universidad y además de tener un impecable currículum, mi padre fue decano de la Universidad de Harvard por más de 5 años, para luego convertirse en el dueño de una de las empresas financieras más grandes del país... lo cual admito que me dio un "plus" a la hora de solicitar empleos.

Como dije anteriormente, me gradué muy joven, y además de tener mi título universitario, he hecho diplomados y magísteres relacionados con Filosofía y Estudios de la antigua Grecia.

Es un tema que realmente me apasiona. Cuando era pequeño, mi madre siempre me contaba historias de los antiguos Dioses del Olimpo, antes de dormir... Soñaba toda la noche con las épicas batallas que lideraba el gran Zeus junto a sus hermanos.

Siempre supe que quería estudiar algo relacionado con la historia griega. Mi decisión por ejercer la docencia siempre estuvo en mi cabeza, supongo que quise seguir los pasos de mi madre para así tener una parte de ella siempre conmigo.

Me mudé a Toronto no solo por querer alejarme de la mano de mi reconocida familia, sino también buscando mi propio éxito profesional y por supuesto sentimental. Ya no soy el joven hormonal que llegó a trabajar de profesor y se tiraba a cualquier señorita que se le ofrecía, voy a cumplir 29 años y mis sueños son diferentes a los de antes.

Siempre me ha ido bien con las mujeres y no es algo que trate de ocultar, sin embargo, también me he enamorado y he sufrido como la mayoría.

Hace algunos años atrás, estuve a punto de entregar mi vida a una persona. Si, estuve a punto de casarme... teníamos muchos planes juntos, jamás había visto mi vida al lado de una mujer. Pero la vida nuevamente quiso ponerme a prueba y esta vez, encontré a mi mejor amigo revolcándose con mi prometida el día antes de la boda.

Todavía recuerdo esa noche, casi lo maté a golpes, literalmente. Desde ese entonces nada me importó, no pensaba nada más que en saciar mis apetitos sexuales con todas las mujeres que tuviera al alcance.

Empecé a tomarle el peso al asunto hace un par de años, me prometí a mí mismo rechazar todo contacto físico con alguna alumna, ya que por supuesto, estaba prohibido. Y realmente no había tenido problemas de esa índole, hasta que encontré a una de mis estudiantes enviando fotos muy comprometedoras por un grupo de WhatsApp ¿Cómo demonios obtuvo esas fotografías? Esa es la razón por la cual acepté sus sucios coqueteos.

Bueno, sería un hipócrita si dijera que no es algo que disfrute.

La única persona con la cual nos enviábamos ese tipo de contenido era con una ex profesora, la cual se fue a vivir al otro lado del país y hace mucho tiempo que perdimos el contacto... no entiendo cómo llegó a otras manos. Pero no me iba a quedar quieto esperando que la respuesta a mi pregunta cayera del cielo.

Al finalizar la clase de Historia griega, en la cual estaba la susodicha Meredith Hamilton, le pedí que se quedara un momento antes de que saliera de la sala. Y cuando estuvimos completamente solos me dijo con voz avergonzada

—Escuche profesor, de verdad lamento haber expuesto esas fotos, yo nunca pensé que me iban a dar tantos... problemas.

Me levanté de mi escritorio calmadamente. Su mirada seguía solamente mis costosos zapatos zapatos italianos. No podía mirarme a los ojos... que cosita más dulce.

Me puse delante de mi escritorio recargando parte de mi peso en el, mirándola fijamente. Ella estaba de pie, a unos pasos de distancia aparentanto verguenza, sin embargo, cuando sus ojos se posaron por primera vez en mi rostro, mordió su labio inferior y bajó de nuevo la mirada.

El Fuego De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora