Alexander Mackenzie
Cuando entré a la ya conocida sala del conserje, me encontré con la sorpresa de ver a Julieta buscando la tarjeta que encontré después de tener sexo con mi alumna... era un pequeño rectángulo de color negro, que solo tenía un número de teléfono en el medio y unas iniciales que desconocía totalmente. "L.M"
Era obvio que iban a volver a buscarla, sin embargo, jamás me imaginé que la vería a ella. Otra vez vuelve a sorprenderme.
-¿Se te perdió algo?-Le dije afirmándome en el marco de la puerta.
Se levantó rápidamente del suelo y su celular, el cual tenía la linterna encendida, se le resbaló de las manos cuando me vio.
Sus mejillas se iluminaron por la luz que provenía de la puerta que mantenía abierta, y pude vislumbrar su nerviosismo al verla tiritar cuando recogió su destrozado teléfono.
-Profesor Alexander ¿Cómo está? -Su voz estaba inestable y su respiración agitada. Quise parecer enojado, pero realmente no lo estaba. Hace unas semanas atrás me demostró que no era un niñata inmadura y siento que puedo confiar en ella... espero no equivocarme.
Di unos cuantos pasos hasta quedar completamente adentro de la sala y la puerta se cerró detrás de mí. Podía escuchar su respiración. La obscuridad nos inundó completamente, por lo que prendí la pequeña luz que estaba a mi lado derecho, para poder mirarla.
Cuando volví a vislumbrarla, sus grandes ojos azules se conectaron con los míos... Jamás había visto unos zafiros tan hermosos.
- Creo que los dos hemos estado en busca de algo importante... solo que yo fui el que lo encontró primero.
Avancé hacia ella lentamente hasta quedar a unos pocos centímetros, realmente pensé que bajaría la mirada intimidada por mi porte y cercanía, como todas... pero no lo hizo.
Elevó su mentón para hacerme frente. Sus ojos, aunque podía ver cierto temor, jamás bajaron de los míos cuando me respondió.
-Escuche... no sé lo que se está imaginando, pero no tengo nada que ver en lo que usted busca.
Mentiría si dijera que desde el momento que entró a mi clase de Historia griega no me llamó la atención... todavía recuerdo la primera vez que la vi. Parecía un borrego asustadizo, llevaba su brillante cabello negro suelto, destacando aún más su angelical rostro, trataba de pasar desapercibida pero jamás lo logró...
A sus maravillosos ojos se fue la mayoría de mi atención. Como todas las féminas, se sintió atraída por mí, y estuve toda la clase esperando que me mirara para poder admirar esos dos mares azules, sin embargo nunca lo hizo.
Pasaron los meses y me di cuenta que era una de las pocas mujeres que conservaban su ingenuidad... no se daba cuenta cuando algún compañero trataba de ligarla, su inocencia era desconcertante.
Me prometí a mí mismo jamás intentar nada con ella, estoy seguro que nunca estaría a la altura para proteger un tesoro así.
Nunca fui de romanticismos, nunca regalé flores, y si quería sexo con alguien bastaba con decirlo y ya tenía a la mujer que quería. En cambio ella se merece a un hombre que la corteje, que la quiera despacio, que la respete y la cuide... yo por mi parte, no tengo la sutileza para intentar algo así. La sensibilidad no está en mis genes.
-Me impresionas Julieta... realmente pensé que aceptarías con la frente en alto que encontré a la chismosa que me espió anoche, y no cayendo en la bajeza de decir mentiras.
Mi afirmación la sorprendió, lo que me aseguró aún más el punto de que había sido ella. Sus labios estaban entreabiertos, pero no salía ninguna palabra de ellos.
ESTÁS LEYENDO
El Fuego De Tu Mirada
RomanceLos días pasaban y no encontraba manera de poder alejarme. Me hice adicta a tus caricias, a tu sonrisa y a tu calor, a tu ojos, a tus manos y a tu boca. sin darme cuenta, mi vida ya no era mía... sino que te la entregué a ti sin penssarlo. Mi mundo...